En los Centros Fundación Rafa Nadal, el deporte va mucho más allá del ejercicio físico.
Cada partido, cada juego, cada entrenamiento es también una oportunidad para crecer por dentro. Por eso acompañamos nuestras actividades deportivas de un momento de reflexión.
Queremos que niñas, niños y adolescentes comprendan que lo que ocurre en la pista también ocurre en la vida: emociones, retos, alegrías, frustraciones… y que todos esos sentimientos se pueden aprender a gestionar.
Después de cada actividad, nuestros profesionales formulan una serie de preguntas clave a los chicos y chicas, que les invitan a pensar y compartir:
¿Cómo te sentiste durante el juego?, ¿Qué fue lo más difícil?, ¿De qué te sentiste orgulloso u orgullosa?…
Estas preguntas ayudan a los menores a poner palabras a sus emociones, algo esencial para fortalecer la inteligencia emocional y el bienestar.
Trabajamos diversos aspectos importantes para su desarrollo, como son la autoestima y autoconfianza, el trabajo en equipo y la resiliencia.
1- Autoconfianza y autoestima: celebrar cada paso
Uno de los grandes aprendizajes que logramos a través del deporte es la autoconfianza. Cuando un niño o una niña logra encestar, correr más rápido, o simplemente terminar una prueba que parecía difícil, su autoestima crece.
Porque el deporte nos recuerda que cada paso cuenta, que cada pequeño logro es una victoria personal.
Y lo más bonito es ver cómo los niños y niñas que atendemos comparten esos logros en voz alta: “¡No sabía que podía hacer esto!” o “¡Estoy orgullosa de no haberme rendido!”.
2- Trabajar en equipo: compartir es avanzar
Las dinámicas en grupo también son un pilar de nuestras sesiones. El deporte en equipo enseña a colaborar, a confiar en el otro y a entender que el éxito se construye juntos.
A través de juegos cooperativos, niños y niñas descubren que pueden apoyarse, escucharse y aprender unos de otros.
Cuando se preguntan “¿Cómo me ayudó mi equipo?”, muchas veces responden con una sonrisa: “Me animaron cuando quería rendirme” o “Me explicaron cómo hacerlo mejor”.
3- Resiliencia y regulación emocional: aprender del error y seguir
En el juego, como en la vida, no siempre se gana. A veces no sale como queremos, y ahí es donde el deporte muestra su verdadero poder: enseñarnos a levantarnos, a respirar hondo y seguir.
Las emociones como la frustración, la rabia o el miedo también están presentes en la cancha. Pero en lugar de ignorarlas, las observamos, las reconocemos y aprendemos a manejarlas.
Esto fortalece la resiliencia emocional, una habilidad clave para la vida.
Un enfoque positivo que transforma
A través del juego, nuestros niños y niñas se descubren a sí mismos, exploran sus fortalezas y se sienten parte de algo más grande. Porque el deporte, cuando se vive con intención, es una herramienta poderosa para educar, motivar y transformar.
Por eso, en cada actividad, no solo realizamos actividad física: también se despiertan emociones, se entrenan valores y se construyen futuros más fuertes y seguros.