Cuando las aves anidan en la literatura. Por Joaquín Araújo - SEO/BirdLife

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Cuando las aves anidan en la literatura. Por Joaquín Araújo

Cuando las aves anidan en la literatura. Por Joaquín Araújo

Publicado: 17 abril, 2025

“Pajarito mandón”. Así define a Dios Julio Cortázar en su libro La vuelta al día en ochenta mundos.

Solo por esas dos palabras merece la pena avestar. Uso esta palabra, de momento inexistente en los diccionarios, como propuesta para calificar nuestra pasión por contemplar a los pájaros en cualquier lugar, momento o desplegando cualquiera de sus conductas. Evoca, por supuesto, al verbo avistar pero cuando cambias la “i” por la “e” aflora esa peculiaridad de los que avistamos sobre todo aves. También entre los renglones de las no pocas obras maestras del arte de escribir, el parentesco es insoslayable desde el momento en que la imaginación también es elevación sin peso y, por tanto, con capacidad para los más altos vuelos. Si añadimos que las palabras pronunciadas también viven en el aire parecen quedar pocas dudas sobre la condición ornitológica de algunas de las formas de comunicar. O, si se prefiere, que con su solo estar ahí las aves ya son poesía. Algo que viene siendo concretado en miles de poemas y otros géneros desde las primeras aportaciones de la literatura. El séptimo verso de “La Ilíada”, por ejemplo, ya incorpora a las aves. No es muy grata la aportación de Homero pues hace referencia a cadáveres humanos devorados por aves carroñeras, pero ahí están en uno de los primeros textos de nuestra cultura.

Todavía más estimulante, al menos para un avestador que lleva medio siglo escribiendo a diario, el que en la lengua de las palabras/idea, el chino, «escribir», el pictograma para identificar la capacidad humana de transmitir conocimientos y cultura, pero no menos para hacer literatura, incluya un trazo que representa a un ave.

Mucho más cerca, en el tiempo y el espacio, es decir entre los griegos más antiguos, también hay un vínculo entre los que vuelan y los que escribimos. ¿Cómo no recordar que las letras fueron inventadas por el dios Mercurio tras contemplar el vuelo de las grullas y su dibujar alfabetos evanescentes en el alto éter?

Antes aún, en no pocas cosmogonías –narraciones mítico/simbólicas del origen de lo viviente– también aparecen las aves. Resultan frecuentes las evocaciones a cluecas incubando… nada menos que los orígenes. Todo un esplendor literario poco superado porque conviene recordar que poco, o nada, más literario que las religiones, tengan o no textos sagrados. De hecho, casi todas las grandes doctrinas del mundo antiguo asocian el nacimiento del mundo con un huevo. Las almas, por otra parte, son pájaros para buena parte de los primeros textos hinduistas. Insoslayable resulta, en efecto, la comparación entre lo que se pretende ascensional o elevado con lo que ya lo es de forma espontánea, es decir por evolución dentro de la “Historia de la Vida”. ¿Tenemos, por tanto, un pájaro enjaulado en el pecho y otro mandón en lo más alto? Imaginarlo ya es pura literatura, acaso fantástica, acaso por descubrir algún día.

El hombre imitó con la voz el fluido trino de las aves” , sostiene Lucrecio en su “Rerum Naturae”.

SURCAR TODOS LOS CIELOS POSIBLES

Lucretius, De rerum natura Frontispicio de
una copia de De rerum natura escrito por un fraile agustino para el papa Sixto IV, c. 1483

Como defensores de todos los vuelos sin motor que se dan en este mundo, atendamos –pajareros, avestadores, ornitólogos– también a quienes sintieron la necesidad de expresarse artísticamente a su favor o fueron fertilizados/inspirados por siringes, aleteos o el vuelo de los colores. Los que alcanzaron a crear arte con el anterior, ese arte del aire que son las aves.

La palabra volar y lo que intenta nombrar, por supuesto sin conseguir atrapar su entera esencia, así sin más, ya es toda una manifestación poética. Que, por supuesto, no incluye lo que hacen los muchos artefactos que van por el aire. ¡Qué profundo abismo se abre entre el etéreo remar de las plumas, sin ruido, sin apenas gasto energético, y la estruendosa tortura de los aviones: ¡tan trallazo, siempre, tan tortura del aire!

Por esto mismo acaso convenga distanciar lo limpio de lo sucio con palabras diferentes. Algo así como que, si los aviones vuelan, las aves “cielean”. Inventar palabras para intentar comprender algo mejor también es tarea del escritor.

Pero no menos evocaciones simbólicas aletean en el hecho de volar, y poco permite tantos y excelentes vuelos que los libros. Escribir consigue que la imaginación surque todos los cielos posibles. Leer multiplica esos aleteos que no dejan de ser las palabras.

Cabe añadir, es más, que pocas metáforas de lo mejor que hacemos los humanos superan a la muy ornitológica de “anidar”. Los recuerdos anidan en la mente, los cantos de las aves, en nuestros tímpanos, y las pasiones, en ese todo que somos. También podemos anidar, en efecto, unos en otros, todos en un derredor respetado. Ojalá anidemos algún día en la sensatez de reconocer, como derecho universal, el que las aves tienden a anidar (aforismo recogido en el libro de mi autoría “111 aleteos” publicado por SEO/BirdLife). Nuestros queridos pájaros también anidaron en la mejor literatura de todos los tiempos.

En estos párrafos, incluyo solo unos chisporroteos de lo mucho que aportaron los escritores del pasado siglo.

ÉTICA Y LIBERTAD

A todo lo hasta aquí afirmado conviene añadir una bondad colateral: la “Natura” que vuela también convoca a la ética, es decir, a la mejor creación de la mente. Porque no solo la belleza cromática y las sonatas del bosque han movilizado literaturas, creencias y creaciones.

Desde algunos libros también estamos siendo interpelados por una compasión, casi siempre pendiente, hacia esas ternuras con plumas que son los pájaros. Apelación a su defensa desde el momento en que la merma de casi todas las bandadas de este mundo resulta demoledora. De ahí que convenga acordarse de que resulta difícil superar este suspiro/susurro ético/poético de Emily Dickinson:

Si pudiera impedir que un corazón se rompa no habré vivido en vano.

Si pudiera calmar el dolor de una vida, o hacer más llevadera una tristeza o ayudar a algún débil petirrojo a que vuelva a su nido no habré vivido en vano.

Que esa defensa de otras formas de vida dé sentido a cualquier trayectoria humana me parece de una altura moral insuperable.

Entre otros motivos, por lo que nos aportó William Blake: Un petirrojo enjaulado enfurece a todo el cielo.

Cuán lejos de ese pavoroso lugar común “de más vale pájaro en mano”. Destaquemos, por tanto, que nuestra confluencia con los que vuelan demanda siempre el que las aves sigan haciéndolo. Su libertad, sin duda, es parte de la nuestra. Nos afilia, en efecto, la filia por la aves. Su belleza casi ingrávida sugiere, con su solo escabullirse hacia lo alto burlando la gravedad, que son nuestra mejor referencia a la libertad que tanto hemos buscado y que también contagian amablemente las sustentadoras alas de las aves.

Buscaré la sabiduría en la trayectoria de las aves. Jorge Riechman hace florecer una lucidez no menos pendiente que la compasión de la Dickinson. Con un solo verso recupera el elogio de Goethe Por donde quiera que se la mire, la Naturaleza nos muestra siempre nueva sabiduría. Frase, ésta última, referida por cierto a ciertas consideraciones sobre las aves que ampliaremos más adelante.

MOMENTOS ESTELARES

En el consensuado como siglo de mayor y mejor gran literatura no podían faltar los vuelos en esa otra libertad del papel y la pluma. Recomiendo al respecto otro texto publicado en Aves y naturaleza sobre la importancia para la cultura de las plumas de las aves. Con ellas, en efecto, se escribieron millones de textos.

Y ahora, como exigido resumen, estas son las que considero tres aportaciones absolutamente magistrales de la literatura de y con pájaros.

San Juan de la Cruz, para no pocos críticos autor del mejor poema jamás escrito, su “Cántico Espiritual”, que incluye la mejor estrofa –lira garcilasiana– del, insisto, mejor poema de la historia:

 La noche sosegada

En pos de los levantes de la aurora

La música callada

La soledad sonora

La cena que recrea y enamora.

¿Quién inspira estas perfectas rimas?

Recapiti
Prensa SEO/BirdLife