Contrariamente a lo que a menudo se cree, perder peso no depende solo de la fuerza de voluntad. La obesidad es una enfermedad compleja y multifactorial, por lo que hay que romper con los prejuicios sociales que culpabilizan a las personas que la padecen.
La obesidad
La obesidad es un problema de salud crónico que afecta a unos 800 millones de personas en todo el mundo, y que causa un mínimo de 2,8 millones de muertes al año; una cifra tan alarmante que ya se considera una pandemia. Esta enfermedad, definida como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede resultar perjudicial para la salud, se produce por la combinación de una predisposición genética y el efecto del entorno (un acceso casi ilimitado de alimentos poco saludables, una vida cada vez más sedentaria, etc.). Sin embargo, suele ser más frecuente entre las clases desfavorecidas.
Los riesgos asociados
En los últimos 30 años, el número de personas afectadas por la obesidad se ha duplicado, convirtiéndose en uno de los principales retos de salud pública. Esta enfermedad se asocia a un mayor riesgo de sufrir otros problemas crónicos como enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, algunos tipos de cáncer, hipertensión, artrosis o gota. Por eso es fundamental abordarla de forma integral y preventiva.
Una enfermedad compleja
Las personas con obesidad siempre han sido estigmatizadas. Ahora bien, existe una razón evolutiva que explica por qué es tan difícil adelgazar: el cuerpo está diseñado para acumular el máximo de energía, ya que el humano nunca sabía cuándo volvería a encontrar alimento. Por eso, cuando restringimos y cambiamos una dieta, aumenta el apetito.
Posibles tratamientos
Tratar la obesidad no es fácil. Fármacos como el Ozempic han cambiado la percepción de la enfermedad, mostrando buenos resultados en la pérdida de peso y el control del apetito. Sin embargo, su alto coste y la falta de financiación pública limitan su acceso. Solo está cubierto por la Seguridad Social en casos de diabetes y no cuenta todavía con el consenso médico para ser financiado como tratamiento de la obesidad.
De lo contrario, pensar que tratar la obesidad equivale a la prescripción de un fármaco es un error, dado que hay otros muchos factores que deben controlarse: como la alimentación, la actividad física, el dormir bien, el estrés o la ansiedad.
La obesidad es, por tanto, una enfermedad multifactorial que requiere un abordaje integral y personalizado. Por eso, no se puede reducir a una cuestión de voluntad ni a una única solución farmacológica. Juzgar a las personas que padecen esta enfermedad solo alimenta el estigma y la culpa, dificultando aún más su acceso a un tratamiento adecuado.
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