El lenguaje inclusivo importa. Mucho más de lo que solemos pensar. Porque no se trata solo de hablar de forma “correcta”, sino de construir realidades más justas desde las palabras. Lo que decimos, cómo lo decimos y a quién incluimos (o excluimos) con nuestro lenguaje, marca la diferencia.
En Asprona, trabajamos cada día por una sociedad donde todas las personas tengan voz, presencia y oportunidades. Y creemos que el lenguaje inclusivo es una herramienta clave para avanzar hacia esa inclusión real. Por eso, en este artículo queremos explicarte qué es, por qué es importante y cómo puedes empezar a usarlo en tu día a día de forma natural y respetuosa.
¿Qué es el lenguaje inclusivo?
El lenguaje inclusivo es una forma de expresarse que busca visibilizar y respetar a todas las personas, sin excluir a nadie por su género, su diversidad funcional, su orientación sexual, su origen o cualquier otra característica.
No se trata solo de evitar expresiones ofensivas (que también), sino de usar un lenguaje más justo, más consciente y más representativo. En otras palabras: no se trata de hablar “raro”, se trata de hablar mejor.
¿Por qué es importante el lenguaje inclusivo?
Porque el lenguaje moldea el pensamiento. Si desde pequeños oímos que “los niños” son los que juegan, aprenden y sueñan, ¿dónde quedan las niñas? Si hablamos siempre de “los trabajadores”, ¿quién representa a las mujeres, a las personas no binarias, o a quienes no encajan en esas etiquetas?
El lenguaje inclusivo no es una moda ni una corrección política innecesaria. Es una herramienta poderosa para construir igualdad. Y cuando hablamos de personas con discapacidad, todavía más. ¿Por qué? Porque el lenguaje ha estado lleno de estigmas, etiquetas negativas y términos que hoy debemos revisar.
Ejemplos de lenguaje que excluye (y cómo mejorarlo)
Hay expresiones que usamos sin pensar, pero que tienen un impacto real en quienes las escuchan. Aquí van algunos ejemplos comunes y cómo transformarlos en lenguaje inclusivo:
- “Sufre de discapacidad” → “Persona con discapacidad”.
- “Retrasado” → “Persona con discapacidad intelectual”.
- “Minusválido” → “Persona con diversidad funcional” o simplemente “persona con discapacidad”.
- “Los discapacitados” → “Las personas con discapacidad”.
¿Notas la diferencia? El lenguaje inclusivo pone a la persona en el centro. No define a nadie por su condición. Porque la discapacidad no es lo que eres, es solo una parte de tu realidad.
¿Y con el género? ¿Cómo usamos el lenguaje inclusivo?
Este es, quizá, el punto más visible (y debatido) del lenguaje inclusivo. Tradicionalmente, se ha usado el masculino como “neutro”. Pero esto deja fuera a muchas personas, sobre todo a las mujeres.
El lenguaje inclusivo propone diferentes estrategias para evitar esa invisibilización:
- Usar el desdoblamiento: “los alumnos y las alumnas”, “las personas usuarias y los usuarios”.
- Usar términos genéricos: en lugar de “los ciudadanos”, decir “la ciudadanía”; en vez de “los trabajadores”, decir “la plantilla” o “el personal”.
- Usar construcciones inclusivas: “quienes participan”, “el equipo docente”, “la comunidad educativa”.
Algunas personas optan también por símbolos como la arroba (@), la X o la E (todxs, todes, etc.). En Asprona optamos por la claridad, la accesibilidad y la inclusión, priorizando fórmulas que puedan entender y pronunciar todas las personas, incluidas las que usan lectores de pantalla o tienen dificultades de comprensión lectora.
¿El lenguaje inclusivo es solo una cuestión de palabras?
No. El lenguaje inclusivo va más allá de cómo escribimos o hablamos. Es una actitud. Es preguntarnos constantemente: ¿a quién estoy dejando fuera con mis palabras?, ¿estoy siendo respetuoso con todas las personas?, ¿estoy visibilizando a quienes históricamente han sido invisibles? Por eso, también es importante revisar:
- La forma en la que escribimos informes, correos o publicaciones.
- Las imágenes y ejemplos que usamos.
- El tono con el que nos dirigimos a diferentes públicos.
- La coherencia entre los que decimos y lo que hacemos.
Porque no sirve de nada hablar en lenguaje inclusivo si luego nuestras prácticas excluyen.
Beneficios del lenguaje inclusivo
Adoptar el lenguaje inclusivo tiene muchos beneficios, tanto a nivel individual como colectivo. Aquí te dejamos algunos:
- Promueve la igualdad: visibiliza a colectivos tradicionalmente ignorados.
- Fomenta el respeto: demuestra sensibilidad hacia la diversidad.
- Evita malentendidos y ofensas: especialmente en entornos profesionales o educativos.
- Fortalece el compromiso social: alinea nuestro discurso con nuestros valores.
- Mejora la comunicación: porque conecta con más personas y de forma más empática.
En Asprona lo tenemos claro: si queremos una sociedad inclusiva, necesitamos un lenguaje que también lo sea.
¿Cómo empezar a usar lenguaje inclusivo?
No hace falta saberlo todo ni hablar perfecto. Lo importante es tener voluntad de aprender y mejorar. Aquí van algunas recomendaciones prácticas:
- Revisa tus hábitos lingüísticos: ¿qué palabras usas sin pensar?, ¿hay términos que puedes sustituir por otros más inclusivos?
- Escucha: aprende de personas que usan lenguaje inclusivo de forma natural. Observa cómo lo hacen.
- Lee y consulta fuentes fiables: muchas instituciones ofrecen guías prácticas.
- Pregunta con respeto: si no sabes cómo referirte a alguien, pregunta. No pasa nada por equivocarse si hay voluntad de respeto.
- Sé coherente: aplica el lenguaje inclusivo en tus redes, en tus documentos, en tus reuniones. No lo uses solo cuando “toca”.
El papel de las entidades sociales
Las entidades del tercer sector, como Asprona, tenemos una gran responsabilidad: ser ejemplo de buenas prácticas. Por eso, en todos nuestros canales de comunicación usamos lenguaje inclusivo de forma intencionada y consciente.
Porque sabemos que los que decimos tiene impacto. Y queremos que ese impacto sea positivo.
El lenguaje inclusivo no es una tendencia. Es una necesidad. Es una forma concreta de cuidar a las personas, de reconocerlas, de nombrarlas con respeto. Usarlo no es complicado, pero sí requiere intención.
En Asprona te animamos a revisar tu forma de comunicarte, a cuestionarte lo aprendido y a dar pasos hacia una comunicación más empática y justa. Porque cada palabra cuenta. Y porque cuando hablamos bien, incluimos mejor.