Con motivo del Día del Superviviente de Cáncer, la doctora Lourdes Piñán cuenta su experiencia como paciente
La doctora Lourdes Piñán Setien estudió en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cantabria y se especializó en Medicina Familiar y Comunitaria en la Unidad Docente de Cuenca. Durante diecisiete años trabajó en el «Servicio de Emergencias 061 Cantabria», realizando labores asistenciales y de coordinación, pero desde hace diez años trabaja en el equipo de Atención Primaria del SCS, actualmente en el Centro de Salud Sardinero. También ha estudiado psicología en la UNED, en este momento está pendiente de realizar el TFG para obtener la licenciatura. Sin embargo, en esta entrevista para el COM Cantabria, la doctora Piñán no hablará de su destacada trayectoria profesional sino de una parte de su vida personal que, inevitablemente, también ha marcado su actividad laboral: la supervivencia al cáncer que ha sufrido y del que, en la actualidad, está rehabilitada. Y es que la próxima semana se celebra el Día del Superviviente de Cáncer y los médicos son testigos excepcionales de la realidad de la enfermedad.
–El 3 de junio se celebra el Día Mundial del Superviviente de Cáncer. Tú eres médica y paciente ¿cómo se afronta la enfermedad cuando la padece la que normalmente diagnostica?
Los médicos, en general, nos atribuimos una supuesta inmunidad frente a la enfermedad, como si tuviéramos un escudo protector que nos hiciera invulnerables a ella. Cuando nos toca, en mi caso, ha supuesto una cura de humildad. Además de los duelos comunes de la salud, está el de la apariencia física, la vida social y familiar, el futuro…
Los médicos tenemos nuestro particular duelo porque quizás la enfermedad es lo último que se espera de nosotros, así que se puede vivir incluso como un fracaso, y a veces es difícil alcanzar el equilibrio y saber en qué lugar tenemos que estar como pacientes.
-¿Te ha ayudado a entender mejor a tus pacientes?
Cuando te sientas al otro lado de la mesa en la consulta y cambias la bata por el camisón del hospital, entiendes perfectamente lo que es la vulnerabilidad, la indefensión, el miedo , la incertidumbre, y todas esos sentimientos y sensaciones que tienen, o tenemos, los pacientes con cáncer. Como médico de familia nuestro trabajo es la valoración integral del paciente y su entorno; desde un abordaje preventivo hasta la atención al final de la vida, incluyendo la fase de diagnóstico y la continuidad asistencial, y por eso, en ese sentido estoy agradecida a mis pacientes, de los que más he aprendido. Recordar su coraje me da fuerza, son ellos los que me han ayudado a mí a entender la enfermedad.
-¿Has notado algún déficit como paciente de cáncer en el sistema público?
Nuestro sistema público es excepcional sobre todo por la calidad humana de los profesionales que trabajan en él, pero hay una importante presión asistencial y una cada vez mayor sobrecarga burocrática, que retrasan la realización de pruebas diagnósticas, la comunicación de resultados, la información sobre planificación de posibles tratamientos, etc.
Debería haber una adecuada coordinación y una comunicación fluida y dialogante entre atención especializada y atención primaria,
para agilizar citas, disminuir la incertidumbre que suponen los tiempos de espera, evitar duplicidad de analíticas y pruebas solicitadas por diferentes especialistas etc. Respecto a esto, sería interesante que hubiera una figura de referencia que coordinara entre niveles asistenciales y fuera accesible.
Por otra parte, el diagnóstico de cáncer produce un terrible impacto a nivel psicológico, creo que es fundamental ofrecer ayuda psicológica tanto al paciente como a la familia durante todo el proceso, especialmente al inicio, minimizando los tiempos de espera.
-Esta experiencia ¿te ha dado más herramientas para abordar la enfermedad con tus pacientes?
Como decía Albert Jovell , yo también he tenido dos carreras de Medicina: la vertical como médico y la horizontal como paciente, en la vertical ves la enfermedad y en la horizontal la vives. En todos los pacientes, hay un antes y un después del diagnóstico de cáncer, y en mi caso, no solo como persona sino también como médico, también lo ha habido.
Me ha hecho darme cuenta de lo importante que es la afectividad, la empatía, la compasión (el segundo latido del corazón), el tener una serie de habilidades de comunicación -no solamente de información-, el respeto a la autonomía y a las creencias de cada persona y la confianza como elemento fundamental de la relación médico-paciente. Pero, sobre todo, a preguntar, además de por síntomas y signos, por temores, dudas, expectativas, por el miedo y por la soledad.
-Y con respecto al componente humano de los médicos que te han tratado ¿cómo lo has visto?
La Medicina es un arte, no solo consiste en interpretar datos y pruebas de imagen, sino en considerar que detrás de ellos hay una persona con sus experiencias, temores, esperanzas y necesidades.
El tener formación médica, conocer el lenguaje y ciertos privilegios por ser médico me han facilitado mucho las cosas. Quiero dar las gracias a todos los profesionales que me han atendido: mi médico de familia, oncólogo, cirujanos, radioterapeuta, rehabilitación… a toda la Enfermería, auxiliares, celadores, administrativos y a la maravillosa Unidad de Mama, a todos por su calidad y calidez humana, aquí hablo desde mi experiencia, no me he sentido juzgada, ni me han quitado la esperanza, ni me han hablado de estadísticas. Las palabras y los gestos tienen un poder que ni nosotros mismos conocemos.
-¿Cuáles son tus planes a corto y medio plazo?
El cáncer es un acontecimiento que cambia la vida. A veces, paradójicamente, la finalización del tratamiento puede dar lugar a una etapa estresante: controles periódicos cuando antes estabas sana, miedo a la recidiva, a la aparición de nuevos tumores, estado de alerta continuo etc…, además de todos los efectos secundarios de los diferentes tratamientos de los que poco se habla y sus secuelas. Y todo esto unido al impacto emocional y social que genera: ansiedad, depresión, fobias, aislamiento…
Ahora estoy en un proceso de recuperación física y mental, intentando devolver a la vida lo que me ha dado y trabajando sobre ello. La enfermedad también es un duelo para la vida activa y la reintegración laboral es una tarea ardua porque a veces ese retorno a la vida anterior es frustrante por nuestra propia vulnerabilidad e inseguridad. El sistema actual tampoco favorece mucho la incorporación progresiva
ni la flexibilización ni la readaptación del puesto de trabajo ni la media jornada laboral y sinceramente es una pena.
-Y para terminar, como superviviente de cáncer ¿qué consejo darías a los que afrontan en la actualidad la enfermedad?
El Instituto Nacional del Cáncer define a una persona con cáncer como un superviviente desde el momento del diagnóstico hasta el final de su vida. No me atrevo a dar ningún consejo a nadie, pero sí a decir que la recuperación paulatina de la vida no es un proceso fácil, de ahí la importancia de seguir concienciando sobre la enfermedad desde la prevención, fomentando hábitos saludables y la participación en los programas de cribado.
Consultar síntomas o signos de alarma o persistentes, confiar en nuestro sistema sanitario y sus profesionales haciéndoles llegar también todas nuestras dudas y temores, cuidar la alimentación y el descanso, hacer ejercicio físico según nuestras posibilidades, cuidar nuestra esfera emocional, social y a nuestros cuidadores y, sobre todo, pedir ayuda, tanto psicológica como económica, asesoramiento laboral,
jurídico etc, a través de organizaciones o asociaciones como la AECC, que es un hogar para todos los pacientes con cáncer. Y lo más importante: vivir, porque no solo somos cáncer.