Tras casi 30 años de negociaciones, la Unión Europea y MERCOSUR están cerca de cerrar uno de los acuerdos comerciales más ambiciosos firmados por Bruselas. El pacto eliminará progresivamente aranceles sobre más del 90% de los productos, beneficiando sectores clave como el acero y la automoción, y simplificará trámites aduaneros y normas de inversión. Representa una oportunidad estratégica en un contexto global marcado por tensiones comerciales.
Como Odiseo, que tras la victoria aquea en Troya tardó una década en regresar a Ítaca, la Unión Europea (UE) y los países del MERCOSUR han recorrido un viaje diplomático aún más largo. Quizás la épica no sea igual, pero también hubo enfrentamientos con cíclopes proteccionistas, cantos de sirena que desviaron el rumbo de las conversaciones y múltiples naufragios. Tras casi 30 años de negociaciones, el acuerdo final entre ambos bloques por fin emerge en el horizonte. ¿Cuáles serán las claves para el sector?
Este acuerdo no es uno más, sino uno de los más ambiciosos firmados por Bruselas, comparable a los asumidos con Canadá (CETA), Japón o Reino Unido. De ratificarse, constituirá una de las áreas comerciales más grandes del mundo, uniendo a casi 800 millones de personas que representan cerca del 20% del PIB mundial.
La Comisión calcula que la supresión de los derechos arancelarios sobre más del 90% de las mercancías supondrá un ahorro anual de unos 4.000 millones de euros para las empresas. España, por su historia, sus lazos históricos y culturales está especialmente bien posicionada para aprovecharlo.
En el sector del acero, por ejemplo, un fabricante europeo paga actualmente un arancel promedio del 12%, como se puede ver en la tabla 1 (14% en el caso de los tubos), lo que contrasta con sus homólogos del MERCOSUR. Estos aranceles desaparecerán en 15 años como máximo, según el cronograma acordado (según el tipo de producto), lo que mejorará la competitividad de las exportaciones industriales europeas.
Otros sectores industriales como la automoción o la fabricación de bienes de equipo, importantes consumidores de acero, también se enfrentan a barreras elevadas (gráfico 1), por lo que, al ser más atractivos para el mercado latinoamericano, podría disparar su demanda.
Un acuerdo más allá de los aranceles
Pero los beneficios no acaban en la liberación comercial. El acuerdo UE-MERCOSUR simplifica los trámites aduaneros, establece reglas de origen claras, mejora el acceso a las materias primas (como mineral de hierro o níquel) y facilita la inversión, el comercio de los servicios y la contratación pública[1]. También se incluyen compromisos ambientales y laborales alineados con el Acuerdo de París y la Organización Internacional del Trabajo, constituyendo un pacto de valores compartidos.
Sin embargo, como toda travesía, el acuerdo también presenta desafíos. Uno de ellos es un mecanismo de requilibrio en caso de disputas (propuesto a última hora por MERCOSUR), que se podría activar si una parte cree que una medida adoptada por la otra reduce los beneficios esperados del acuerdo (como el CBAM). Aunque el tratado puntualiza que se refiere a medidas que no se hayan previsto durante las negociaciones, la distinta interpretación entre los equipos negociadores añade un elemento de incertidumbre. Asimismo, los beneficios del desarme arancelario para la UE no serán inmediatos.
Los pasos hacia la ratificación y el fin de la odisea
La ratificación de este tipo de tratados es un proceso complejo. En la UE requiere la doble verificación del Parlamento y el Consejo Europeo y, de al menos 15 parlamentos nacionales que representen el 65% de la población. La parte comercial, sin embargo, podría adelantarse ya que sólo necesita la aprobación de las instituciones comunitarias, por lo que si sigue el mismo camino que el CETA podría empezar a aplicarse de forma provisional en 2026. Al otro lado del Atlántico sólo requiere el visto bueno de los parlamentos de cada país miembro (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay).
En definitiva, el acuerdo UE-MERCOSUR tiene un gran potencial para las empresas: menos papeleos y menores costes, mejor acceso a materias primas y reglas más claras para operar. Pero como en la Odisea, el tramo final suele ser el más incierto.
En última instancia, el acuerdo manda un mensaje claro en un mundo sacudido por las tensiones geopolíticas y las guerras arancelarias: todavía es posible construir un futuro basado en la cooperación y el comercio multilateral, un balón de oxígeno para el sistema heredado de Bretton Woods. La Comisión debe acelerar su adopción, no sólo por los beneficios económicos, sino para mitigar el riesgo potencial del conflicto comercial con Estados Unidos (al menos la beligerancia de Trump está provocando que Francia comience a reconsiderar su tradicional oposición).
¿Llegaremos finalmente a Ítaca?
Foto de Portada Fuente: Comisión Europea