Lo que necesitamos es devolver la capacidad de decisión a las personas.
El problema no es nuevo, pero sí cada vez más urgente. En España, acceder a una vivienda se ha convertido en una auténtica carrera de obstáculos. Y no me refiero solo a los jóvenes —que por supuesto son los grandes damnificados—, sino también a muchas familias trabajadoras, autónomos y perfiles que, pese a tener ingresos estables, no consiguen ni acercarse a una hipoteca.
Llevo más de quince años al frente del Registro de Demandantes de Vivienda y Suelo de CONCOVI, y si algo tengo claro es que el sistema necesita un cambio estructural. Uno que no se limite a promesas o parches puntuales, sino que plantee una alternativa real, eficiente y, sobre todo, viable. Y esa alternativa existe: se llama cooperativas de vivienda en cesión de uso o en propiedad a precio de coste.
Lo primero que hay que entender es que aquí no hay negocio. Hay necesidad de acceder a una vivienda y crear un hogar.
Cuando alguien se suma a una cooperativa no está comprando un producto inmobiliario, está construyendo su hogar junto con otras personas en su misma situación. Se elimina el sobrecoste que imponen las promotoras tradicionales, y se accede a la vivienda a un precio justo, transparente y controlado. Sin márgenes especulativos. Sin sorpresas.
Y no se trata de teoría. En nuestras plataformas: COOPERACTIVATE.ORG, COOPEROPEN.ORG y COOPERALQUILA.ORG; ya hemos canalizado miles de solicitudes, agrupando a ciudadanos con voluntad de cooperar y facilitando el acceso a proyectos concretos a muchos ciudadanos que demandan su vivienda y la encuentra a través de nosotros.
Lo segundo que hay que saber es que esto no es nuevo. Pero nunca habíamos tenido tantas herramientas.
En los años 60 y 70 ya se construyeron miles de viviendas bajo este modelo. Hoy, gracias a la tecnología, la financiación ética y la profesionalización del sector, el cooperativismo está más preparado que nunca para dar una respuesta de impacto.
Y por supuesto, si hablamos de financiación, no podemos dejar de hablar de SERFICOOP, la cooperativa de crédito que canaliza el ahorro ciudadano hacia estos proyectos. ¿El resultado? Financiación ética, sin especulación, donde cada euro sirve para construir, no para inflar márgenes.
El acceso a la vivienda no es solo una cuestión económica. Es también una cuestión de dignidad.
Las cooperativas no ofrecen vivienda social en el sentido estigmatizado del término. Ofrecen vivienda asequible, de calidad, con diseño, con eficiencia energética, en localizaciones razonables y construida desde la corresponsabilidad. Es otro modelo de hacer ciudad, más sostenible, más humano y, sinceramente, más sensato.
Porque, reconozcámoslo, hoy en día comprar una vivienda en propiedad es, para muchos, una quimera y los alquileres tampoco ofrecen garantías a largo plazo.
Lo que necesitamos es devolver la capacidad de decisión a las personas.
Y eso es lo que hacemos desde el Registro de Demandantes de Vivienda y Suelo de Concovi: organizar la demanda, conectar con la oferta de suelo, activar la colaboración público-cooperativa y dar forma a una vivienda que no solo se pueda pagar, sino también habitar con orgullo.
Porque no hay mayor garantía que un grupo de ciudadanos comprometidos construyendo su propio futuro.
Hay quien todavía ve el modelo cooperativo como algo alternativo. Yo creo que es la opción más realista que tenemos ahora mismo.
Es más: si las administraciones apuestan con decisión por este modelo, podríamos resolver una parte muy significativa del problema de acceso a la vivienda en menos de una década. Con políticas que prioricen el uso del suelo público, con financiación cooperativa, con herramientas digitales y con voluntad de construir desde la base.
El acceso a una vivienda digna no debería depender de tu suerte, ni de tu herencia, ni de cuánto estés dispuesto a endeudarte. Debería ser un derecho ejercido en comunidad. Y eso, precisamente, es lo que representa una cooperativa de vivienda: comunidad, dignidad y solución real.