Al igual que descorchar cualquiera de nuestros vinos D.O. Rías Baixas marca el inicio de una experiencia inolvidable, el decantado es un acto milenario que invita a la pausa y a la contemplación. No es un ritual reservado solo para sumilleres o grandes celebraciones, sino una forma sencilla, aunque algo olvidada, de respetar el vino y de darle el espacio que necesita para expresarse con libertad. Un gesto que le aporta oxígeno, y que, a cambio, el vino nos recompensa con una mayor riqueza aromática y una textura más suave.
Decantar: ¿ciencia o arte?
Decantar es, en esencia, trasladar el vino de su botella a un recipiente de vidrio, el decantador, con un doble propósito: separar posibles sedimentos y favorecer la oxigenación. A simple vista, puede parecer un mero trámite técnico, pero en realidad es un diálogo silencioso entre el vino y el aire.
Cuando un vino lleva años encerrado en su botella, sigue manteniéndose vivo en un entorno oscuro y con oxígeno limitado. Al abrirlo, los aromas están todavía contenidos dentro de la botella, necesitan expandirse y el decantador permite esa aireación.
El oxígeno, en pequeñas dosis, actúa como un catalizador que libera los compuestos aromáticos, suaviza los taninos y redondea las texturas. Pero no es una fórmula matemática, decantar es un arte que se aprende con la experiencia y con la observación atenta de cada vino y servicio.
Desde el Imperio Romano hasta la actualidad
Aunque hoy los decantadores suelen ser de vidrio transparente, resultado de siglos de evolución y técnicas artesanales, esta herramienta tiene una historia milenaria. Sus orígenes se remontan al Imperio Romano, donde se usaban ánforas de barro para almacenar y servir vino. Fue allí donde se introdujo la técnica del soplado del vidrio, dando las primeras formas a las jarras y vasos que asentaron las bases de los decantadores modernos.
No fue hasta el Renacimiento cuando el vidrio consolidó su lugar como el material ideal para utilizar en la elaboración de esta herramienta. En Europa, lugares como Murano en Italia, Nuremberg en Alemania o diferentes talleres artesanales repartidos por España perfeccionaron esta técnica de vidrio soplado hasta convertir el decantador no solo en un objeto funcional, sino en una pieza de arte y tradición.
En la actualidad, los decantadores varían en forma y tamaño, adaptándose a las necesidades específicas del vino que se va a servir. Su forma va mucho más allá de la simple estética: está pensada para facilitar el contacto del vino con el aire y, al mismo tiempo, cuidar todas sus cualidades sensoriales.
Aunque existen numerosos diseños, en términos generales se pueden clasificar en dos grandes grupos:
Decantadores de alta oxigenación
Son los más comunes y están diseñados para permitir una mayor exposición del vino al oxígeno. Por lo general, tienen una base amplia que facilita la aireación y un cuello ancho que permite verter el vino con facilidad. Esta forma también ayuda a que los sedimentos, presentes sobre todo en vinos envejecidos, se depositen en los laterales del recipiente, evitando que pasen a la copa.
Decantadores de baja oxigenación
Estos modelos tienen una estructura más esbelta: su cuello es alargado y estrecho, lo que limita el contacto del vino con el oxígeno. Su diseño está pensado para vinos jóvenes o de elaboración reciente, que no necesitan tanta aireación para expresar sus características y que, en algunos casos, pueden perder frescura si se oxigenan en exceso.
Un ritual que no ha cambiado mucho con el paso del tiempo
Decantar no es complicado, pero requiere cierto cuidado y atención. Cada paso cuenta, y la forma de hacerlo influye directamente en el resultado final del vino, en su aroma y en su sabor.
Preparar la botella
Un vino cerrado necesita ciertos cuidados. Cuando hablamos de vinos con una crianza prolongada, es aconsejable colocar la botella en posición vertical horas antes de abrirla, para que los sedimentos se asienten en el fondo y sea más fácil separarlos.
El corcho, especialmente en vinos con años de reposo, puede estar frágil. Lo ideal es usar un sacacorchos de láminas o de doble palanca para evitar que se rompa.
Decantar con luz
Verter el vino sobre una fuente de luz permite detectar cuándo comienzan a salir los sedimentos, momento en el que se debe detener el vertido para no pasar impurezas al decantador.
Tiempo, temperatura y servicio
Una vez en el decantador, el vino necesita tiempo para expresarse. Puede variar desde unos minutos hasta una hora, dependiendo de la edad y estructura del vino. En Rías Baixas sabemos que no hay reglas fijas; lo mejor es probar y observar cómo evoluciona.
Recuerda que el decantador, al estar expuesto, puede hacer que el vino pierda su temperatura rápidamente. Mantenerlo a una temperatura adecuada o enfriar ligeramente, sobre todo en vinos blancos de crianza, es clave para un buen servicio.
¿Qué vinos D.O. Rías Baixas se deben decantar?
Una gran duda es qué vinos realmente necesitan decantarse. La imagen más común es la de un tinto de crianza con sedimentos, y es cierto: los vinos de crianza larga se benefician del decantado para eliminar posos y “despertar” tras años de reposo.
Pero los vinos tintos jóvenes también pueden ganar mucho al pasar por el decantador, no para separar sedimentos, sino para oxigenarse y expresar mejor sus aromas.
¿Y los vinos blancos?
Podría parecer que los blancos no necesitan decantarse, pero algunos elaboradores apuestan por vinos blancos más complejos, que ganan profundidad y expresividad tras un paso por el decantador.
Los vinos blancos de crianza fermentados en barrica o criados sobre lías desarrollan texturas sedosas y notas sorprendentes que el decantador amplifica, sobre todo en elaboraciones con varios años de guarda. Por lo que sí, el mito de que los blancos no pueden decantarse queda desmontado.
Más allá de lo técnico, decantar es un gesto de respeto y escucha. Es reconocer que el vino es un ser vivo, en constante evolución y que necesita tiempo para mostrarse en toda su plenitud. En cierto modo, es lo opuesto a beber de forma apresurada.
Además, no hace falta ser experto para decantar un vino, solo tener curiosidad, ganas de experimentar y dedicar unos minutos extra a cada botella. Con el tiempo, empezarás a notar esos pequeños cambios, a identificar cuándo un vino necesita aire y cuándo no y a disfrutar la diferencia entre servir directamente de la botella o pasar por el decantador.
Ahí es donde comienza lo verdaderamente interesante: cuando el gesto se convierte en costumbre, y la costumbre, en placer 😉