Hallazgos que desmontan mitos sobre los neandertales y revelan a una especie profundamente humana

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  • Durante décadas, los neandertales fueron pintados como brutos sin lenguaje complejo, condenados a la violencia y a la extinción. La evidencia arqueológica y genómica de los últimos años, sin embargo, obliga a reescribir esa caricatura: hubo arte antes de la llegada del Homo sapiens a Europa, cuidados a personas enfermas o vulnerables, estrategias de caza y procesado de recursos a gran escala y—sí—mezcla genética sostenida en el tiempo con nuestra propia especie. Como ha venido divulgando National Geographic (edición España) en sus recopilatorios de hallazgos, y confirman revistas como Science, Science Advances, PNAS y Antiquity, la imagen que emerge es la de una humanidad hermana, socialmente sofisticada y sorprendentemente cercana
  • Hubo un tiempo en que otra humanidad caminaba por las nieves y los bosques de Europa y Asia. Sus huellas aún laten en las cuevas, en los huesos fósiles y, silenciosamente, en nuestra propia sangre. Los neandertales, parientes y compañeros de viaje en la prehistoria, levantaron fuego en valles oscuros, cazaron bajo cielos glaciares y dejaron trazos de color en la roca. Sus restos, dispersos desde la Península Ibérica hasta las montañas de Asia Central, nos hablan de una existencia plena, marcada por la lucha contra el frío y la certeza de la memoria. No fueron una sombra pasajera, sino parte esencial de la historia del ser humano tal y como lo conocemos hoy

Eduardo Fernández / Terabithia Media

Si uno pusiera en fila los hallazgos de este siglo, el retrato deja de ser caricatura. Según los especialistas que investigan para las principales revistas técnicas de la materia el neandertal «era más sapiens» de lo que se creía hasta hace unos años. Según Nature, no fueron más violentos; según Science, pintaron antes de que llegáramos; según PNAS, criaron a sus hijos con tiempos de destete parecidos a los nuestros; según Science Advances, planificaron la explotación intensiva de recursos energéticos (incluida megafauna) y modificaron el paisaje; y además está confirmado con técnicas de análisis genético que se mezclaron repetidamente con nuestros ancestros, dejando huella viva en el ADN. Es difícil pedir una definición más humana.

No eran “más violentos”: los datos corrigen el estereotipo. La idea de que los neandertales sufrían mucha más violencia que los humanos modernos se ha ido desmontando. Según un estudio publicado en Nature, cuando se comparan de forma sistemática los cráneos de neandertales con los de humanos del Paleolítico superior (mismo contexto ecológico y con sesgos de conservación controlados), la prevalencia de traumatismos craneales es similar. Esto sugiere que los riesgos del Pleistoceno afectaban por igual a ambos grupos y que no podemos atribuir a los neandertales una vida “excepcionalmente peligrosa” por defecto.

El datado por uranio-torio de costras carbonatadas sobre pinturas en La Pasiega, Maltravieso y Ardales (España) sitúa algunas manifestaciones artísticas rupestres en >64.800 años, al menos 20.000 años antes de la llegada documentada de Homo sapiens a Europa. En ese marco temporal, los únicos habitantes de la península eran neandertales, por lo que la autoría del arte se atribuye a ellos. El hallazgo abrió un fuerte debate metodológico, pero sigue siendo un punto de inflexión en el reconocimiento del pensamiento simbólico neandertal.

Las pinturas rupestres de Carrícola, en la sierra de Benicadell, representan figuras humanas y animales trazadas hace más de 7.000 años. Su estilo esquemático refleja escenas de caza y rituales que ayudan a comprender cómo pensaban y se organizaban las comunidades del Neolítico en la Península Ibérica. de comunidades de la Prehistoria reciente —en torno al Neolítico y la Edad del Bronce—. Se estima que los neandertales pudieron desaparecieron hace unos 40.000 años, mientras que el arte esquemático levantino (como el de Carrícola, en la sierra de Benicadell, Valencia) se data aproximadamente entre los 7.000 y 3.000 años antes del presente. En esas pinturas se representan figuras humanas estilizadas, animales y escenas de caza o rituales colectivos, que forman parte del Arte Rupestre del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1998. Muestran un arte esquemático y narrativo: figuras humanas muy simplificadas en escenas de caza, danza o rituales, junto a animales de trazo geométrico. Más que decoración, eran un lenguaje simbólico colectivo que transmitía la vida, las creencias y la organización de aquellas comunidades.
Puntuaciones en color rojo realizadas con las yemas de los dedos (Ardales). Las muestras de pintura rupestre más antiguas del mundo, una serie de puntos, líneas y manos en negativo halladas en tres cuevas españolas -La Pasiega en Cantabria, Maltravieso en Cáceres y Ardales en Málaga-, habían sido creadas por neandertales hace 64.000 años. Sin embargo, el anuncio también tuvo detractores que dudaban de la metodología empleada y de que esa especie humana extinta, durante tanto tiempo considerada tosca y ruda, fuera capaz de dejar su impronta en las paredes. Para ello utilizaban pigmentos negros y sobre todo rojos, “posiblemente por la carga simbólica del color de la sangre”, sugiere Joao Zilhao, arqueólogo de la Universitat de Barcelona (UB) que ha participado en las dataciones de pinturas halladas en cuevas de Cantabria, Extremadura y Andalucía.

La Cueva de La Pasiega, en el complejo de cuevas de Monte Castillo (Puente Viesgo, Cantabria), conserva uno de los conjuntos de arte rupestre más ricos del Paleolítico europeo. Sus galerías, decoradas hace entre 20.000 y 14.000 años, muestran más de 700 figuras: caballos, bisontes, ciervos, cabras y signos abstractos en rojo y negro. Entre ellas destacan alineaciones de puntos, trazos lineales y símbolos rectangulares o en forma de escalera que, según investigaciones recientes, podrían remontarse incluso a 64.000 años y haber sido realizados por neandertales. Esta mezcla de representaciones naturalistas y signos enigmáticos convierte a La Pasiega en un testimonio excepcional del pensamiento simbólico y de la complejidad cultural de las comunidades prehistóricas de la cornisa cantábrica.

Las impresiones de manos en negativo descubiertas en la Cueva de Maltravieso, situadas en Cáceres, representan una de las formas más antiguas de arte rupestre del mundo. Realizadas hace más de 66 000 años, estas siluetas…, creadas mediante soplado de pigmentos sobre las manos apoyadas en la pared, fueron datadas mediante la técnica de uranio-torio, lo que indica que probablemente fueron realizadas por neandertales, mucho antes de la llegada del Homo sapiens a la Península Ibérica. Su simplicidad visual —manos y motivos puntuales— no resta valor simbólico y brindan el testimonio más antiguo conocido de expresión artística en un contexto humano. El simple hecho de que pintaran ya demuestra pensamiento abstracto, planificación y una forma temprana de expresión artística Imágenes: archivos oficiales de las CC AA / Terabithia Media

Cuidar a los vulnerables y tratar a los muertos, testimonios sobrecogedores

En la cueva de Shanidar (Kurdistán iraquí), excavaciones recientes han reavivado el debate sobre los enterramientos neandertales y su posible carga ritual. Según Antiquity y el proyecto universitario de Shanidar, la reaparición de restos articulados en la zona del célebre “entierro de las flores” ha permitido revaluar prácticas mortuorias y la idea de “lugares de memoria”, lo que implicaría una complejidad cultural notable.

Más allá de los rituales, varios trabajos de síntesis en revistas académicas describen casos de supervivencia prolongada de individuos con discapacidades severas (como el clásico “Shanidar 1”), algo difícil de explicar sin cuidados comunitarios y apoyo logístico del grupo. En palabras del marco interpretativo propuesto por la antropóloga Penny Spikins, la atención sanitaria neandertal no parece explicarse solo por cálculo “egoísta”: encaja mejor en normas sociales de cuidado.

En la cueva de Shanidar, situada en las montañas del Kurdistán, se han hallado algunos de los testimonios más sobrecogedores de la vida y la muerte neandertal. Fue allí donde, en la década de 1960, el arqueólogo Ralph Solecki documentó el famoso ‘entierro de las flores’, restos de un individuo rodeado de polen fosilizado que muchos interpretaron como la primera evidencia de un ritual funerario. Durante años, ese hallazgo alimentó la idea de que los neandertales podían haber practicado ceremonias simbólicas vinculadas a la muerte. Su trabajo en Shanidar, y el de su esposa Rose Solecki en el yacimiento cercano de Zawi Chemi Shanidar, proporcionaron importantes evidencias sobre la vida y la muerte de los neandertales y la vida proto-neolítica en la región.  Aunque el significado de la presencia de las flores sigue siendo controvertido, Solecki ayudó a desacreditar la idea de que los neandertales eran bestias, más cercanos a los animales que a los humanos. Muy al contrario, estos y otros descubrimientos han confirmado que, en realidad, eran muy parecidos al actual ser humano, rendían culto a los muertos, tenían lenguaje e incluso fueron artistas.

Un enterramiento ¿ritual?: costillas, la muñeca y los dedos de Shanizar junto a El Entierro de las flores y una imagen de los años Sesenta de los trabajos en la cueva. Fuente: Revista Antiquy

Los huesos cuentan historias de ternura en medio de la dureza del Pleistoceno. En La Chapelle-aux-Saints (Francia), apareció el esqueleto de un anciano neandertal —conocido como ‘el viejo de La Chapelle’— que había perdido la mayoría de los dientes y presentaba graves problemas articulares. Pese a ello, sobrevivió años gracias a que alguien lo alimentaba y lo acompañaba. En Shanidar (Irak), el individuo conocido como Shanidar 1 mostraba una fractura en el brazo, ceguera parcial y una lesión incapacitante en la pierna, pero vivió hasta una edad avanzada, lo que sugiere cuidados prolongados del grupo. Algo semejante se ha documentado en El Sidrón (Asturias), donde análisis de ADN y fósiles infantiles revelan prácticas de crianza compartida: los niños eran destetados en torno a los seis meses —como confirman estudios isotópicos publicados en PNAS— y probablemente recibían atención de varios miembros del clan. Lejos de la imagen de seres brutales, estas pruebas arqueológicas, respaldadas por investigaciones en Antiquity y en el Journal of Human Evolution, muestran a comunidades donde la cooperación, el cuidado de los enfermos y la protección de la infancia eran parte esencial de su vida social

Excavaciones recientes dirigidas por la Universidad de Cambridge y publicadas en la revista Antiquity han recuperado nuevos restos articulados en la misma zona, lo que ha permitido reexaminar aquellas interpretaciones. Los análisis sugieren que Shanidar no fue solo un lugar de inhumación aislada, sino un verdadero ‘lugar de memoria’, visitado y reutilizado por distintas generaciones, donde los cuerpos eran depositados con cuidado y quizá con intención de perpetuar la identidad del grupo. Esta práctica, lejos de ser anecdótica, apunta a una notable complejidad cultural: respeto hacia los muertos, transmisión intergeneracional de tradiciones y, posiblemente, una temprana concepción simbólica del más allá.

Hipercarnívoros, “fábricas de grasa” y elefantes

La dieta es otro de los pilares que anclan a los neandertales en el paisaje ecológico del Pleistoceno. En el eco helado del Pleistoceno, los neandertales se definieron también por lo que pusieron en sus bocas. Su dieta, tejida entre la caza de gigantes de la estepa y el hallazgo de raíces, semillas y médulas escondidas en los huesos, fue el puente que los sostuvo en un mundo feroz. Cada huella de fuego, cada resto de carne desgarrada o de grano carbonizado, es hoy un fragmento de su retrato: un banquete de supervivencia que los ancla para siempre en el paisaje ecológico de su tiempo.

  • Según PNAS y revisiones recientes, los altos valores de δ¹⁵N en hueso y colágeno—además de análisis por aminoácido—colocan a muchos grupos neandertales en niveles tróficos propios de superdepredadores, con fuerte dependencia de la carne (y posibilidad de consumo de larvas u otros recursos animales que también elevan el δ¹⁵N).
  • Como documenta Science Advances, en el paisaje lacustre de Neumark-Nord (Alemania) se han encontrado evidencias de procesado masivo de nutrientes intraóseos (tuétano, grasa) y caza/procesado de grandes mamíferos; algunos trabajos hablan de más de un centenar de individuos de megafauna aprovechados en aquel entorno interglaciar. La imagen que emerge es la de equipos coordinados, logística, y conocimiento del recurso graso como reserva energética clave.
  • En la misma línea, otro estudio de Science Advances liderado por Sabine Gaudzinski-Windheuser analiza el aprovechamiento de elefantes de colmillo recto (Palaeoloxodon antiquus) hace ~125.000 años: fauna enorme que exige planificación, cooperación y tecnología eficaz para su caza y troceado.

¿Significa esto que solo comían carne? No necesariamente: hay pruebas de flexibilidad (incluido consumo vegetal en algunos yacimientos), pero la señal isotópica predominante respalda una economía orientada a proteína y grasa animal en buena parte de Eurasia.

El canibalismo neandertal no fue universal, pero sí documentado. El conjunto de Moula-Guercy (Ardèche, Francia) muestra marcas de corte, fracturación para extracción de médula y patrones de descarne indistinguibles de los aplicados a fauna, lo que indica consumo humano en un contexto funcional, no ritual. Aunque los motivos últimos (escasez, prácticas puntuales) se discuten, la taphonomía del yacimiento es contundente.

Otros enclaves, como El Sidrón (Asturias), han aportado evidencias compatibles con procesado antrópico de restos humanos en momentos de estrés. La literatura especializada resume ya varios sitios europeos con señales convergentes.

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