Dos mutaciones genéticas hicieron del caballo un animal domesticable y cabalgable, según revela Science

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Un estudio internacional publicado en la revista Science ha identificado dos cambios genéticos decisivos en la historia del caballo. La primera mutación, ocurrida hace unos cinco mil años, favoreció la docilidad de los animales, y la segunda, entre hace cuatro mil setecientos y cuatro mil doscientos años, les dotó de la estructura física necesaria para ser montados. Estos hallazgos explican el origen del linaje DOM2, del que descienden casi todos los caballos modernos, y muestran cómo la genética marcó un giro civilizatorio

Texto y fotos: Eduardo Fernández / Terabithia Press

Hace más de cinco milenios, en algún lugar de las estepas euroasiáticas, un cambio diminuto en el código genético del caballo empezó a transformar la historia humana. Un estudio publicado el 28 de agosto de 2025 en la revista Science, firmado por Xuexue Liu, Yaozhen Jia, Jianfei Pan, Yanli Zhang, Ying Gong, Xintong Wang, Yuehui Ma, Nadir Alvarez, Lin Jiang y Ludovic Orlando, ha identificado dos mutaciones clave que permitieron primero domesticar y después montar a estos animales, abriendo una revolución en la movilidad, el comercio y la guerra. El trabajo, titulado Selection at the GSDMC locus in horses and its implications for human mobility (DOI: 10.1126/science.adp4581), reconstruye a partir de datos genómicos antiguos y experimentos con modelos animales cómo el caballo pasó de ser un herbívoro salvaje a convertirse en un motor de civilización.

Los investigadores analizaron centenares de genomas equinos y localizaron señales de selección en varios genes, pero dos destacaron por su trascendencia. El primero, ZFPM1, empezó a expandirse hace unos cinco mil años y está asociado con la reducción de la ansiedad y la docilidad. En modelos de laboratorio, se ha relacionado con un comportamiento más tranquilo y menos reactivo al estrés. En la práctica, los primeros criadores habrían favorecido de forma intuitiva a aquellos caballos más fáciles de manejar, estableciendo así las bases de la domesticación. El segundo, GSDMC, sufrió un barrido genético fulminante entre hace cuatro mil setecientos y cuatro mil doscientos años. Esta mutación está vinculada con la conformación corporal y, en particular, con la proporción entre el tronco y las extremidades, la fuerza muscular y la resistencia. Experimentos realizados con ratones modificados muestran que los ejemplares con alteraciones en este locus desarrollaban espaldas más rectas y extremidades delanteras más robustas, cualidades decisivas para soportar el peso de un jinete o arrastrar cargas. En pocas generaciones, la variante pasó de ser marginal a casi universal en los caballos, un indicio de la fuerza con la que los humanos seleccionaron este rasgo.

La difusión de culturas ecuestres

El hallazgo permite reinterpretar el origen del linaje DOM2, al que pertenecen prácticamente todos los caballos domésticos actuales. La combinación de docilidad y montabilidad generó animales capaces de multiplicar la capacidad de desplazamiento de las comunidades humanas, lo que dio lugar a nuevas rutas de intercambio, a una expansión sin precedentes de las comunicaciones y a un uso militar que transformó las formas de conflicto. La arqueogenética muestra que esta presión selectiva coincidió con la aparición de carros, con la difusión de culturas ecuestres y con la consolidación de sociedades que encontraron en el caballo un aliado indispensable para el dominio territorial.

Los autores subrayan que seguramente hubo otros factores —innovaciones culturales, técnicas de adiestramiento, mutaciones que no dejaron huella— que también influyeron en este proceso. Sin embargo, el rastro de ZFPM1 y GSDMC constituye una prueba sólida de cómo la intervención humana puede dirigir de manera decisiva la evolución de una especie. “Over just a few hundred years, a variant of this gene exploded in frequency and went from barely detectable to present in almost all horses”, resume el análisis citado por Science News, donde se destaca también que los caballos portadores de la mutación en GSDMC tuvieron hasta un veinte por ciento más de descendencia, lo que explica la rapidez con la que se extendió el cambio.

Una revolución histórica

El impacto cultural y social fue incalculable. Montar un caballo significó acelerar el comercio a largas distancias, redefinir estrategias bélicas, transportar ideas y objetos con rapidez inédita y expandir civilizaciones enteras. En palabras del genetista Laurent Frantz, comentarista en Science, “los primeros jinetes inauguraron una revolución que cambió el mundo, demostrando cómo pequeños cambios biológicos pueden desencadenar inmensas corrientes históricas”. El estudio de Liu y sus colegas no solo ilumina un capítulo esencial de la historia compartida entre humanos y caballos, sino que también recuerda que detrás de grandes giros de la civilización se esconden, a menudo, mutaciones invisibles en el ADN.

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