Bisontes migratorios reactivan el ecosistema de Yellowstone

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Durante seis años, un equipo de científicos siguió la migración de unos cinco mil bisontes en el Parque Nacional de Yellowstone. El resultado de esta investigación, publicada en la revista Science, ha cambiado la forma de entender el papel de los grandes herbívoros en los ecosistemas: lejos de agotar los recursos, los bisontes se han revelado como auténticos arquitectos ecológicos, capaces de regenerar el suelo, enriquecer la vegetación y sostener la diversidad de vida del parque

Eduardo Fernández / Terabithia Press

A finales del siglo XIX, la caza masiva llevó a los bisontes al borde del colapso. De decenas de millones de ejemplares que poblaban Norteamérica, apenas sobrevivieron unos pocos cientos. En Yellowstone, la cifra descendió a poco más de una veintena en 1902. Gracias a los esfuerzos de conservación, la población se recuperó y hoy oscila entre 3 500 y 6 000 individuos, siendo este parque el último bastión donde los bisontes viven y migran en plena libertad.

Una migración que fertiliza y multiplica la vida

El estudio siguió con precisión el recorrido anual de los bisontes: cerca de mil seiscientos kilómetros, en una ruta migratoria de unos ochenta kilómetros. A simple vista, este constante pastoreo podría parecer una amenaza para el entorno. Sin embargo, la investigación demostró que ocurre lo contrario.

Allí donde se alimentan, los bisontes fertilizan el suelo con su excremento y orina, estimulan la actividad de los microbios y aceleran el ciclo del nitrógeno. El resultado es una vegetación más rica: las plantas en áreas pastoreadas llegan a contener hasta un ciento cincuenta por ciento más de proteína que en las zonas intactas, sin perder ritmo de crecimiento. El equipo científico combinó imágenes satelitales, collares GPS y parcelas experimentales para comparar zonas de pastoreo con áreas vedadas a los animales. El resultado sorprendió incluso a los expertos: en los lugares donde los bisontes se alimentan, las plantas crecen con la misma intensidad que en las áreas protegidas, pero su valor nutritivo es hasta un 150 % superior. El proceso responde a un ciclo ecológico que se activa con el movimiento constante de las manadas. El pisoteo y el ramoneo aceleran la descomposición de la materia orgánica y el reciclaje del nitrógeno, lo que repercute en pastos más nutritivos, una mayor biodiversidad y un ecosistema más resiliente.

Los autores principales del paper, titulado ‘Yellowstone’s free‑moving large bison herds provide a glimpse of their past ecosystem function’ [“Las grandes manadas libres de bisontes de Yellowstone ofrecen un vistazo a su antigua función ecosistémica”] son Chris Geremia (National Park Service, Yellowstone), Bill Hamilton (Washington and Lee University), y Jerod Merkle (Professor of Migration Ecology and Conservation, University of Wyoming),

Bill Hamilton lo resumió con claridad: “A medida que los bisontes se desplazan por el paisaje, amplifican la calidad nutricional y la capacidad de Yellowstone”. «Hemos demostrado que las migraciones de los bisontes no solo mantienen vivo el paisaje, sino que lo enriquecen, lejos de deteriorarlo como se había pensado en el pasado».

Los investigadores observaron que el paso de las manadas genera un paisaje heterogéneo, un auténtico mosaico de hábitats. Algunas áreas quedan convertidas en praderas cortas y frescas, mientras que otras permanecen intocadas. Esta variedad, lejos de ser un signo de desequilibrio, favorece la biodiversidad: permite la coexistencia de distintas especies de plantas, ofrece alimento diverso a otros herbívoros como alces y ciervos, y sostiene a los depredadores que dependen de ellos.

Jerod Merkle, otro de los responsables del trabajo, lo expresó así: “El regreso de una migración a gran escala aporta beneficios claros a los servicios ecosistémicos que sostienen Yellowstone. Lo que los bisontes parecen proporcionar es heterogeneidad”.

Yellowstone renace

Yellowstone está ubicado en Estados Unidos, principalmente en el noroeste de Wyoming, aunque también se extiende hacia Montana y Idaho. Es el primer parque nacional del mundo (fundado en 1872) y ocupa más de 8.900 km² de montañas, ríos, cañones y géiseres. La mayor parte del parque —incluida la zona donde habitan los bisontes— se encuentra en Wyoming, pero alrededor de un 3 % está en Montana y un 1 % en Idaho. La recuperación del bisonte es, en sí misma, un símbolo de resistencia. Pero lo más revelador es que su migración libre ha devuelto al parque una dinámica ecológica perdida durante generaciones. En lugar de ser una especie que simplemente sobrevive gracias a la protección, los bisontes han pasado a ser protagonistas de la regeneración natural de Yellowstone.

Su papel recuerda al de los ñus en el Serengeti, cuya recuperación transformó aquel ecosistema africano y fortaleció la cadena trófica. En Yellowstone, los bisontes cumplen una función similar: restauran equilibrios profundos, fertilizan el suelo y devuelven vitalidad a las praderas.

Un mensaje para la conservación

La mayoría de programas de conservación actuales mantienen a los bisontes en manadas pequeñas y cercadas, lo que limita su impacto ecológico. El caso de Yellowstone demuestra que permitir la libre migración de grandes herbívoros no solo asegura su supervivencia, sino que multiplica los beneficios para todo el ecosistema.

Hoy, los bisontes de Yellowstone son más que supervivientes: son arquitectos silenciosos de la regeneración. Han regresado del borde de la extinción para enriquecer la tierra, sostener la diversidad y recordarnos que la naturaleza, cuando se le da espacio, tiene una capacidad extraordinaria de resiliencia y renacimiento. El hallazgo ofrece una lección que va más allá del emblemático parque norteamericano: recuperar el comportamiento migratorio de los grandes herbívoros es una de las claves para revitalizar los ecosistemas. Lo que en Yellowstone se observa con bisontes podría aplicarse en otras regiones del planeta con especies autóctonas, desde el reno en Escandinavia hasta el ñu en África.

Yellowstone conserva la manada de bisontes más importante de Estados Unidos. Descubre más sobre la casi extinción y posterior recuperación de estos animales extraordinarios, cómo logran sobrevivir a los duros inviernos y qué nos dice su resistencia sobre nuestra capacidad de compartir el territorio con otra especie.

Yellowstone es el único lugar en Estados Unidos donde los bisontes (Bison bison) han vivido de manera continua desde tiempos prehistóricos. Los bisontes de Yellowstone son excepcionales porque constituyen la mayor población de bisontes del país en tierras públicas. A diferencia de la mayoría de las demás manadas, esta población cuenta con miles de individuos a los que se les permite deambular con relativa libertad por el extenso paisaje del Parque Nacional de Yellowstone y algunas áreas cercanas de Montana. También muestran comportamientos salvajes similares a los de sus antiguos ancestros, congregándose durante la época de apareamiento para competir por parejas, además de migrar y explorar en busca de nuevas áreas de hábitat. Estos comportamientos han permitido la exitosa restauración de una población que estuvo al borde de la extinción hace poco más de un siglo.

Sin embargo, algunos bisontes de Yellowstone están infectados con brucelosis, una enfermedad del ganado que puede transmitirse tanto a bisontes y alces silvestres como al ganado vacuno a través del contacto con tejido fetal infectado. Para evitar conflictos con la ganadería y otras actividades fuera del parque, el Servicio de Parques Nacionales (NPS) trabaja junto con otras agencias federales, estatales y tribales en la gestión y el desarrollo de políticas sobre el acceso de los bisontes a hábitats en Montana. La conservación de los bisontes silvestres es uno de los temas de gestión de recursos más complejos en Yellowstone. Todas las partes implicadas aportan a este debate sus propios valores y objetivos, tan diversos como contrapuestos.

Material gráfico cortesía de Yellowstone National Park

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