Blanca Tejero, hermana de Coco, con discapacidad: "Gracias a ella, he aprendido a ser más tolerante, a escuchar"

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Blanca Tejero es codirectora del CEACOG, Centro Español de Accesibilidad Cognitiva, gestionado por Plena Inclusión

Cuando ella nació, Ángeles, conocida por todos como Coco, tenía seis años, así que Blanca no sabe cómo es vivir sin tener una hermana, ni con o ni sin discapacidad.

Ángeles tiene discapacidad intelectual y, a diferencia de lo que ocurre en otros casos, cuando los papeles se invierten, siempre ha ejercido de hermana mayor, “desde el minuto uno ha sido así, me ha defendido hasta las últimas consecuencias. Me cuentan mis padres que, cuando empecé el colegio, mi hermana fue a hablar con la profe y le preguntó, ‘¿y los compañeros y las compañeras juegan con Blanca?’. Siempre se ha preocupado mucho de que estuviera bien y ha ejercido de hermana mayor”, asegura.

Por su parte, Blanca, en su rol de hermana pequeña, nunca ha podido evitar sentir una gran admiración por Coco, para la que no tiene más que palabras bonitas, “es una artista, una gramola que lo canta todo, es una tía muy guay”, dice orgullosa.

Blanca, que ahora tiene 34 años, es la actual co-directora del CEACOG Centro Español de Accesibilidad Cognitiva, gestionado por Plena Inclusión. Sin lugar a dudas, siente que tener una hermana con discapacidad ha marcado de alguna manera su trayectoria profesional, pero no es algo que haya hecho a propósito. De hecho, aunque siempre ha llevado la parte social en los genes, ella estudió periodismo en Santiago de Compostela, “quería hacer algo relacionado con lo social, el reporterismo, la comunicación… que es algo que me sigue gustando”.

En 2013, su fue a Madrid a estudiar un máster en comunicación social, y poco a poco se fue en caminando al mundo de la discapacidad, “hice las prácticas en Médicos Sin Fronteras, en el área de comunicación. De ahí pasé a la Asociación Española de Fundaciones Tutelares, que ahora se llama Liber, una asociación de apoyo a la toma de decisiones, y después a Plena Inclusión”, cuenta. 

La ‘semilla’ de lo social

Como asegura, no sabe si fue antes el ‘huevo o la gallina’, pues en su familia, más allá de la discapacidad de su hermana, lo social siempre ha estado muy presente, “mi madre impulsó una entidad de personas con discapacidad vinculada a un proyecto de teatro e inclusión, mi hermana está activamente buscando un voluntariado para poder ayudar a personas en situación de vulnerabilidad y sinhogarismo, y yo llevo trabajando vinculado a lo social desde que me vine a Madrid. Los primeros trabajos que hice en la asociación fueron en el área de comunicación y relaciones institucionales y luego se sumó el proyecto de accesibilidad, vinculada a la discapacidad”.

Al final, la semilla de lo social, ya estaba sembrada, pero no duda de que su experiencia con Coco ha sido, aunque sea de manera inconsciente, el abono perfecto, “he visto de cerca que hay mucho que hacer, no tanto por situaciones que haya vivido mi hermana, que creo que ha sido afortunada por el entorno en el que ha vivido, sino porque creo que es una realidad que está encima de la mesa, y en la medida en la que yo pueda contribuir de manera profesional, lo haré”.

En su día a día, además, Blanca trabaja codo con codo con personas con discapacidad, un puesto en el que esta segura que la experiencia vivida con su hermana, le ayuda, “la suerte que tenemos en el centro y que también reivindica Plena inclusión, es la inclusión laboral en contextos ordinarios y naturales, que me gustaría que llegase también a Lugo, y que mi hermana lo pudiese disfrutar. En mi trabajo veo cómo vivir con mi hermana me ha ayudado, pues las experiencias vitales a veces superan en mucho lo que podamos estudiar o leer”.

Convivir con mi hermana me ha ayudado, no solo a tratar con personas con discapacidad, sino con el conjunto de la humanidad

Cree, de hecho, que su experiencia con ella podría ayudarle en cualquier trabajo, “me ha ayudado, no solo a tratar con personas con discapacidad, sino con el conjunto de la humanidad. Gracias a ella, he aprendido a ser más tolerante, a escuchar, a dejar espacio, a entender que la participación es de todas o no es participación, a respetar, a situarme en el mismo nivel que cualquier otra persona…. En todo esto, ha influido que en mi familia haya una persona con discapacidad, pero ya no solo por su condición de discapacidad, sino por cómo ella mira el mundo y por cómo trata al resto. Lo de mi hermana es fuera de serie”, asegura orgullosa.

Algo que también cree que es algo innato en ella, es el tema de los cuidados, un pulso que siente, ya no solo por su hermana, también por su familia, y por todo el que la rodea, “el tema de la distancia también me preocupa, por eso entre sus prioridades está ir acercándose poco a poco a Galicia, o buscar fórmulas que me permitan estar cerca de mi familia”, reconoce.

Otra de las cosas que reconoce tener en la cabeza es el tema de los cuidados de su hermana cuando, en caso de que los necesite, sus padres ya no puedan atenderla, “no pienso en el futuro todo el rato, pero sí en cómo vivirá mi hermana, cómo se puede organizar, en acompañarla en su futuro y en lo que quiera hacer, etc. todas esas preguntas que de alguna manera nos surgen a la familia, sobre todo a ella”.

Una relación como la de cualquier pareja de hermanas

Blanca asegura que, aunque con matices, la relación que ha tenido con su hermana ha sido como la de cualquier otro. Fueron al mismo colegio, un centro ordinario que tenía una metodología de enseñanza un poco diferente, “con oportunidades para todos los alumnos independientemente de las características que tuviesen”, y eso contribuyó, según cree, a que tuvieran una relación normalizada, tanto ella con Coco como con Coco con su grupo de amigas, que no tenían discapacidad.

Tampoco ha pensado nunca que lo de su hermana le pese, aunque sí recuerda temporadas complicadas, sobre todo en la adolescencia, cuando veía que, en determinadas situaciones, no trataban a su hermana como a los demás, “mi hermana tenía menos planes y, además, se daban algunas situaciones que yo lo veía como con injusticia o incluso mi madre me decía, ‘bueno, ¿y por qué no vas con coco?’. Y era como, jo, tengo que meter a Coco en mis planes…  pero creo que también forma parte de una etapa vital en la que yo me estaba descubriendo. Además, me pesaba mucho lo que le pasara a mi hermana, veía a mi hermana llorando y pasándolo mal y eso me provocaba mucha frustración”, recuerda.

También echó en falta, en aquella época, que la hubieran tenido más en cuenta como hermana de una persona con discapacidad, “mis padres sí recibieron algún tipo de información o recursos, tenían ciertos espacios para compartir, charlar… pero yo no tuve. En ese momento en el que tú sientes un montón de frustración, de dudas, que te enfadas con ella… me hubiera ayudado poder compartirlo con alguien que tuviera una situación parecida. Sobre todo, para naturalizarlo y saber que no eres mala hermana si te enfadas, por ejemplo”.

Un sector cada vez más profesionalizado, pero aún precario

Cuando se ‘escarba’ un poco en el mundo de la discapacidad, no hace falta profundizar mucho para darse cuenta de que, casi siempre, tras una iniciativa relacionada con la discapacidad, rara es la vez no está detrás una persona que la ha vivido de cerca. Por eso, el sector, nos encontramos, entre terapeutas, fundadores, etc. tantos familiares de personas con discapacidad. Esto ocurre, como explica Blanca, porque el mundo asociativo de la discapacidad surgió por una necesidad no cubierta que tenían las familias, tuvieron que crear ellas mismas recursos que no existían. 

Ahora, aunque el sector está más profesionalizado y la mirada de la sociedad está cambiando, sigue teniendo mucho de vocacional, porque, por desgracia, aunque no sea su caso, es un mundo muy precarizado, “a no ser que estés concienciado, es muy difícil que alguien solo viva con su vocación y esté dispuesto a tener unas condiciones que a veces no son las mejores frente a otro tipo de trabajos”, reconoce.

No pienso en el futuro todo el rato, pero sí en cómo vivirá mi hermana, cómo se puede organizar, en acompañarla cuando lo necesite...

A esto se suma que, muchas veces, es un sector que ni siquiera se conoce, “por ejemplo, la accesibilidad es algo que nos atraviesa a todos y que está en todas las capas de nuestro día a día, pero no es algo que se estudia, ni con una carrera específica que te hable de accesibilidad universal, ni tampoco de manera transversal, y lo mismo pasa con la discapacidad. Y si no sabemos que existe, no nos lo vamos a plantear formar parte de él”, insiste.

Para cambiar esta realidad, la clave sería precisamente esa, darles visibilidad, tanto al sector como a las propias personas con discapacidad, “cada vez más, son las propias personas con discapacidad las que hablan por sí mismas. Contar con referentes que puedan explicar cuáles son sus retos, sus roles… ayuda a que otras personas con y sin discapacidad vean en este sector una oportunidad laboral, y eso es también es una oportunidad para impulsar el sector, para seguir garantizando y ensanchando derechos”.

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