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Dorotea de Armas. La última locera de El Mojón, escrito por Jaime Puig, hace el número 9 de la colección Islas de Memoria, editada por la Fundación César Manrique con el objetivo de rescatar personajes que hayan contribuido a construir la historia contemporánea de Lanzarote. Esta investigación —presentada el 25 de septiembre en la sala José Saramago— es la primera dedicada a una mujer dentro de esta serie de libros que, recientemente, también protagonizó Antonio Corujo, para el que al comienzo del acto se tuvieron unas palabras de recuerdo, pues había fallecido el día anterior. Así mismo, una vela encendida como símbolo de protesta y una luz de esperanza por Gaza presidió el acto.

Toño Armas, ceramista e investigador de la loza pintada de El Mojón, hizo una introducción a este tipo de cerámica “desconocida, tradicional, hecha a mano, guisada al aire libre y pintada”. Dijo que el oficio de locera era exclusivamente de mujeres y apuntó que se trata de la única loza pintada realizada en Canarias, con dos centros principales de producción: el principal, El Mojón, y, posteriormente, Muñique, con los antepasados de Dorotea, que llegaron desde el pueblo de El Mojón. Este tipo de cerámica coincide con la que se hacía en el norte de África, donde también se aplicaba el tegue o teigue, que se extrae de las tierras calizas.

Armas explicó el proceso de elaboración de esta cerámica destinada fundamentalmente a uso doméstico, que servía para dar respuesta a las necesidades básicas del hogar. Poco a poco fue desapareciendo en detrimento de otro tipo de cerámica más asequible —tanto en términos económicos como de accesibilidad—, por lo que la profesión se abandonó en los años treinta del siglo XX, hasta que Dorotea la recupera, con matices, a finales de la década de los sesenta con la llegada del turismo a Lanzarote.

Tras la exposición de Toño Armas, Myriam Ybot, prologuista del libro, mantuvo un diálogo con el autor, el periodista Jaime Puig, quien confesó haber redescubierto a Dorotea durante el proceso de investigación de su vida, previo a la escritura del libro. Señaló en este sentido que ya la había conocido en persona y entrevistado en varias ocasiones para la radio. “Había mucho material grabado, pero gran parte se perdió porque se grababa en cintas que se reutilizaban”.

Jaime explicó cómo la Dorotea que todo el mundo recuerda, “vestida de negro, tocada con sombrera, de calma mirada tras unas gafas de pasta igualmente oscuras”, ‘nace’ con casi setenta años. No se conocía su vida anterior (había nacido en 1899) y su misión fue intentar reconstruirla. Para ello, tuvo en cuenta tres aspectos: la protagonista en sí, la figura de la mujer rural, y su oficio. Aunque Dorotea no nació ni vivió en El Mojón, la memoria colectiva la vincula a este pueblo, principalmente por sus figuras más emblemáticas: los Novios de El Mojón. Siempre vivió en Las Montañetas, en Muñique. Para la escritura del libro, el autor estuvo en esa casa de Las Montañetas, hoy deshabitada, “un lugar donde ha quedado encerrada su esencia y que ahora solo son recuerdos”.

Dijo Puig que, ya que en El Mojón tampoco quedan en pie las casas de las loceras, se podría plantear ese espacio como un homenaje a la loza hecha en Lanzarote. También fue el lugar donde “ella tropieza, cae y empieza a dejar de ser feliz” y en el que se sentaba en el muro y recibía a todo el mundo, desde César Manrique a Alfredo Kraus, pero también a cualquier otra persona. Según Puig, “allí hablaba con todo el mundo”.

Dorotea de Armas, tuvo una vida de “sencillez, austeridad y sacrificio”, indicó Puig, como casi todas las mujeres del campo de Lanzarote en el siglo XX. Una vida casi heroica con siete hijos a los que mantener y escasos recursos. A este respecto, Ybot afirmó que este libro resulta una especie de homenaje a la mujer rural, a lo que Puig contestó que, aunque no era su intención inicial, es imprescindible reflejar “esas penurias que pasaron sin demasiadas quejas”. No obstante, no se trata de un relato de penurias, sino de una historia llena de amor. “La familia me transmitió que Dorotea, antes que nada, era todo amor”, puntualizó el autor.

Con el auge del turismo y animada por un joven Juan Brito —interesado en aprender a elaborar loza tradicional— Dorotea volvió al oficio de locera. Lo hizo adaptándose a los nuevos tiempos, realizando las nuevas piezas que demandaban los visitantes, con gran profesionalidad. “Cambió la cerámica, pero ella no cambió”, concretaron.

A Dorotea de Armas la nombraron Importante del Turismo en 1997, a título póstumo. A juicio del autor del libro muchos de los homenajes realizados en la Isla han servido más para el lucimiento del cargo público del momento que para el homenajeado, pero cree que sí es necesario que se ponga en valor a la gente, “porque los lugares son grandes por las personas que los habitan”. A Dorotea se le hizo algún homenaje y tiene una escultura con su figura en Mancha Blanca, pero, subrayó Puig, no está reconocida como Hija predilecta de Lanzarote.

Para concluir, Myriam Ybot animó al público a leer este libro que a su juicio está lleno de poética y amor hacia la protagonista. Por su parte, el autor indicó que espera que su lectura sirva “para creernos más lo que somos”, porque en Lanzarote, “bajo esa máscara de humildad, de modestia, no tiene por qué ocultarse que tenemos cosas únicas y muy admirables que hay que poner en valor”. “La humildad no está reñida con la grandeza que tenemos”, finalizó.

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