En los últimos años, Europa se ha enfrentado al desafío de impulsar su desarrollo económico, poniendo a la sostenibilidad en el centro de su estrategia. La Taxonomía Ambiental Europea nace como una herramienta para dar respuesta a este desafío, permitiendo alinear las inversiones y actividades económicas con los objetivos climáticos y ambientales de la Unión Europea. 

En 2018, la Comisión Europea lanzó el Plan de Acción para las Finanzas Sostenibles como parte del Acuerdo Verde Europeo (European Green Deal), para hacer de Europa el primer continente climáticamente neutro para 2050. Hasta entonces, la falta de criterios unificados dificultaba la transparencia en el mercado y facilitaba la proliferación de prácticas como el greenwashing.

Para ello, era necesario crear un sistema de categorización que permitiese identificar qué actividades que contribuyen a crear un modelo económico circular y sostenible. Con este ánimo, en el año 2020, la Comisión Europea publica el informe: Categorisation System for the Circular Economy – A contribution to the future EU Taxonomy, un informe que sentó las bases para el futuro de la taxonomía ambiental, identificando una serie de 14 Categorías de circularidad divididas en 4 Grupos, a las que las empresas pueden contribuir con su actividad. 

Posteriormente, ese mismo año se publicaría el marco jurídico central que regula esta Taxonomía Ambiental Europea, el Reglamento (UE) 2020/852 conocido como «Reglamento de Taxonomía». Este reglamento define los criterios técnicos para determinar qué actividades económicas pueden considerarse “ambientalmente sostenibles”

Los seis objetivos ambientales de la taxonomía

Esta taxonomía verde tiene el objetivo de impulsar las finanzas sostenibles, es decir, dirigir los flujos de inversión en base a nuevos parámetros alineados con el desarrollo sostenible.

Para ello, la taxonomía ambiental funciona como un sistema de clasificación de actividades económicas que son sostenibles en el contexto del Pacto Verde Europeo. Una actividad económica sólo puede considerarse sostenible si contribuye de manera sustancial a por lo menos uno de los seis objetivos ambientales definidos por la Unión Europea, sin causar prejuicio significativo a los demás. Estos principios son:

  1. Mitigación del cambio climático: las actividades deben contribuir a reducir o evitar la generación de emisiones de gases de efecto invernadero. Desarrollo de energías renovables, eficiencia energética, o tecnologías de captura y almacenamiento de carbono.
  2. Adaptación al cambio climático: actividades que aumenten la resiliencia frente a los impactos climáticos. Desarrollo de infraestructuras frente a fenómenos climáticos extremos, o planes de gestión de riesgos climáticos en sectores agrícolas o industriales.
  3. Uso sostenible y protección de los recursos hídricos y marinos: Las actividades deben promover la gestión eficiente del agua, evitar su contaminación y proteger ecosistemas acuáticos. Tratamiento de aguas residuales, procesos de recirculación de agua y medidas de protección a la biodiversidad marina.
  4. Transición a una economía circular: actividades que contribuyan a alargar la vida útil de los activos y materiales, fomentando el reempleo, la reutilización y el reciclaje, o el diseño circular. La reutilización de equipos industriales, el desmantelamiento selectivo en la construcción o el reciclaje avanzado de materiales.
  5. Prevención y control de la contaminación: las actividades deben minimizar las emisiones de sustancias contaminantes al aire, agua y suelos, gestionando de forma adecuada sus residuos. Una fábrica que implanta sistemas de depuración de gases, o trata sus propios residuos como subproductos. 
  6. Protección y restauración de la biodiversidad y los ecosistemas: actividades cuya contribución se centra en evitar la degradación de hábitats naturales, o genera impacto positivo en su restauración. Actividades que cuentan con proyectos de reforestación, o planes de conservación de áreas protegidas. 

Alineación ODS en la Taxonomía Ambiental Europea – Pacto Mundial ONU

De esta manera, solo se considerará que una actividad económica es sostenible acorde a los principios de la Taxonomía cuando:

  1. Contribuye sustancialmente a al menos uno de los seis objetivos ambientales definidos anteriormente.
  2. No provoque ningún daño significativo (DNSH) hacia ninguno de los otros principios restantes.
  3. Se lleve a cabo la actividad bajo unos estándares éticos y laborales mínimos.

¿Qué sectores y actividades se incluyen en la Taxonomía Europea?

La Taxonomía Ambiental Europea no se aplica de forma indiscriminada a todas las actividades económicas, se centra en aquellos sectores con mayor impacto ambiental y, por tanto, con más potencial para contribuir a los objetivos de sostenibilidad. Dentro de cada sector se definen unas actividades concretas, a las que se aplican criterios técnicos detallados para determinar si son sostenibles.

El listado actual cuenta con 16 sectores, cada uno con sus actividades representativas, y puede consultarse en la web de la Comisión Europea en la Brújula de la Taxonomía de la UE.

La siguiente tabla muestra a modo de resumen, una agrupación de los sectores que se contemplan en los actos delegados, así como algunas de las principales actividades que podrían considerarse como ambientalmente sostenibles aplicando los criterios recogidos en toda la normativa expuesta:

Importancia de la taxonomía para la transición sostenible

La Taxonomía Ambiental Europea es una de las grandes apuestas de la Unión Europea para acelerar la transición hacia un futuro más sostenible. Es mucho más que una norma, constituye un pilar estratégico para guiar la transición hacia una economía baja en carbono, resiliente e inclusiva.

Al proporcionar un lenguaje común de sostenibilidad, moviliza capital hacia proyectos con impacto ambiental positivo, reduce el riesgo de inversiones no alineadas y fortalece la confianza del mercado. Además, impulsa la innovación y la competitividad verde, armoniza criterios en toda la UE y ofrece transparencia frente al greenwashing.

La taxonomía es una herramienta que permite a la sostenibilidad dejar de ser un concepto abstracto, para convertirse en una hoja de ruta clara para las empresas, inversores y gobiernos.


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