¡El FOMO ha vuelto! (Si es que alguna vez se marchó)

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Unos antecedentes:

Hace muy pocas semanas, mi nieta (de catorce años de edad) nos sorprendió a toda la familia con la expresión “posmoderna” de: “Estoy fluyendo en el F.O.M.O.” (“I´m flowing in F.O.M.O.”). Dada mi curiosidad innata y viniendo la frase de mi nieta, volví rápidamente sobre la misma para indagar algo más sobre dicho tema.


Mis conocimientos de inglés son suficientes para saber lo que significa “flowing” (fluir, flujo, caudal, etc.), pero no estoy muy ducho en cuestión de acrónimos, por lo que pedí ayuda en mi particular “Lost in translation”.


Rápidamente nuestra nieta me sacó de dudas: F.O.M.O. significa: “Fear of missing out”; es decir, miedo a perderme algo. Lo que en mis años mozos se entendía por: “Estar (o no estar) en la pomada”, o lo que decían algunos aún más antiguos: “Andar en el ajo”.


Desde tiempo inmemorial, tanto la información, como el conocimiento; han sido elementos de preponderancia, de poder. El dueño del canuto era el que sabía hacer las oes perfectas. (De ahí la expresión: “Es tan tonto que no sabe hacer la “o” con un canuto”).


El mencionado “fomo” siempre ha existido en el entorno del ser humano, y no sólo en el empresarial. Se puede decir que, desde que el mundo es mundo, cualquier jefe (que no líder) ha estado rodeado de informantes (“correveidiles”) que le ayuden a superar este síndrome del “fomo”, a no perderse nada, por inútil que pueda ser, o pueda parecer. Empezando por el clásico “chismorreo”, cantado inclusive en las letras de algunas conocidas zarzuelas, hasta el miedo a no enterarte de lo que se “cuece” en el entorno de la máquina del café, o el misterio con el que nos comentan algo que “saben de buena tinta”.


Los franceses tienen expresiones como: “Bruit de couloir” (Ruido de pasillo), “Le téléphone arabe” (creo que no necesita traducción); y los ingleses acuñaron una muy sutil: “I knew it from the horse´s mouth” (Lo supe de la boca de los caballos) aludiendo a información confidencial sobre las apuestas en carreras ecuestres.


En el entorno celtibérico no hay cosa peor que un compañero/a de trabajo te diga: “¡Pero, ¿aún no te has enterado?!”. Automáticamente surge el temor, casi pánico de intuir que nos estamos perdiendo algo importante, que deberíamos conocer o que puede ser importante para nuestra carrera profesional. Los acontecimientos van a tal velocidad que, “si pestañeas”, te puedes perder algo importante.

En el transcurso de estas pocas semanas he podido constatar que este acrónimo está deseando tomar carta de naturaleza y convertirse en otro referente más en este mundo de palabrejas, acrósticos, eslóganes y jeroglíficos de “gurús”, que lo único que pretenden es epatar al personal con nuevas modas; o estas “in”, o estas “out”. ¡Como si hubiéramos redescubierto la rueda o la pólvora!


Aparecen artículos relacionados con el mundo empresarial, como si se tratara de un descubrimiento que va a cambiar el modo de entender las relaciones dentro de una organización o que va a revolucionar las formas de gestionar una empresa.

El F.O.M.O. en las organizaciones:

Pero las nuevas tecnologías, las conocidas como TIC (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones) y, sobre todo, la facilidad de acceso a Internet y a las mal llamadas “redes sociales”; sí que han cambiado, de forma radical, el modo de interactuar en el seno de las organizaciones (empresas, instituciones, etc.). Sin entrar en aquello que nos pueda deparar el futuro de la Inteligencia Artificial (o A.I. en sus siglas en inglés), como fuente de información y conocimiento.


Gracias al conjunto de estas novedades, el acceso a la información se ha hecho más rápido (casi instantáneo), más barato (casi gratis) y sobre todo más global, más universal. Como ejemplo vivido personalmente: un profesor, impartiendo una clase presencial, se puede ver sorprendido por un alumno/a con un comentario sobre el tema por el mero hecho de haber encontrado otra información parecida, distinta o discrepante, que ha encontrado en “Wikipedia” o en el “Chat GPT4”. Pues lo mismo puede ocurrir en el seno de una empresa.


Este rápido y cómodo acceso a la información facilita mucho la ejecución de las tareas inherentes cada puesto de trabajo, pero obligan a la dirección de las empresas a cuidar mucho de su salvaguardia, en evitación de que los datos, entendidos como confidenciales, caigan en manos de personas ajenas a la misma. De ahí el auge de la ciberseguridad y, consecuentemente, de los ciberataques para acceder a dicha información estratégica para la empresa.


En lo más personal, cabría destacar el peligro que puede llegar a generarse si algunos adolescentes recurren a la I.A., en general, o al Chat GPT en particular, como si fueran un oráculo de consulta para los temas más íntimos y personales, confiando en que sus respuestas serán la panacea universal para sus dudas y temores.


A nivel particular y a modo de ejemplo cercano, ¿por qué los “amigos de lo ajeno” tienen tanto interés en tener nuestros datos personales?


La información vuelve a ser sinónimo de poder, si es que ha dejado de serlo en algún momento. De ahí el interés innato del ser humano de intentar “estar en la pomada” de forma continuada, de no tener que sufrir el síndrome ahora conocido como “fomo”.

Una empresa que quiera destacar por un estilo de gestión ágil, eficaz, participativo, deberá poner a disposición de cada empleado aquella información y conocimientos mínimos, suficientes e idóneos para desarrollar su actividad de forma eficiente y competente. Por su parte, el empleado deberá ser lo suficientemente curioso (intelectualmente hablando) como para llegar a acceder, siempre de forma legítima, a aquella información y conocimiento que considere necesarios para a ver bien su trabajo y progresar en su carrera profesional.


Para evitar este “nuevo síndrome” (ahora hay síndromes para todo, incluido el “temido” regreso de las vacaciones), la Comunicación Interna vuelve a retomar el preponderante papel que siempre ha tenido, o debido tener.


Una buena Comunicación Interna (C.I.), con sus correspondientes canales (descendente, ascendente y transversal), supone que los empleados no tienen que recurrir a los métodos mencionados anteriormente (máquina del café, ruidos de pasillo, teléfono árabe, etc.), para estar debidamente informados, sino que tienen la certeza de que su jeje (líder) les mantiene puntualmente al corriente de toda la información y conocimiento necesarios para un correcto desempeño de sus funciones y responsabilidades.

Las dos caras de la moneda:

Como la mayor parte de las cosas de esta vida, existe la parte positiva y la parte negativa; el “ying” y el “yang” que dirían los asiáticos orientales.


El síndrome del “fomo”, si es que se le puede llamar así, tiene dos aspectos:

  • El “temor a perderte algo” puede llegar a ser un acicate, un aliciente para despertar la curiosidad intelectual del individuo o para mantener ese instinto infantil de conocer el “por qué” de las cosas. Obviamente, con la premisa de saber distinguir y separar lo esencial de lo accesorio, es decir, interesarnos sólo por aquello que merece la pena hacerlo y que esté relacionado con nuestros intereses personales y profesionales. Saber separar el grano de la paja.
  • La parte más negativa ya está insinuada. Podemos caer en la trampa de exagerar dicho síndrome y exacerbar nuestro interés por “no perdernos nada” y llenar nuestro “disco duro” de información banal e inútil. Perder nuestro precioso tiempo en investigar sobre: “El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas” (curiosa película del año 1972 y dirigida por Paul Newman). Este impacto negativo puede incidir en varios aspectos, a saber:
    • Disminución del compromiso con la función y con la empresa.
    • Descenso de la productividad por dispersión de la atención.
    • Consecuente generación de un clima laboral tóxico.
    • Toma de decisiones erróneas por falta de calidad en la información.
    • Pérdida de interés por los objetivos (personales y empresariales) por falta de precisión en la información.
    • Pérdida de atención/enfoque en lo esencial por exceso de atención a lo superfluo.
    • Inclusive un incremento de rotación («turnover«) no deseada.

¿Qué se puede hacer para convertir un “fomo” negativo en otro positivo?

Sin ánimo de ser exhaustivo, he aquí algunas ideas que pueden ayudar a esta conversión en el seno de las empresas.

  • Identificar los focos de generación de información innecesaria, incluso de bulos, para erradicarlos rápidamente.
  • Buscar el equilibrio y conexión entre los objetivos de la empresa y los de sus empleados.
  • Crear un clima de trabajo y convivencia que conviertan a la empresa (o institución) en el mejor sitio donde trabajar (“The best place to work”).
  • Fomentar la Igualdad y la Conciliación, eliminando cualquier sesgo de discriminación.
  • Establecer sistemas y procesos de Comunicación Interna ágiles y efectivos que discriminen rápidamente a los bulos frente a la información útil y generativa de progreso.
  • Fomentar la mutua confianza entre la dirección y los empleados marcando objetivos claros, relistas y alcanzables. Impulsar la desconexión digital.
  • Apoyar la formación continua que facilite la empleabilidad de la plantilla, desarrollando una cultura corporativa que fomente la credibilidad en los objetivos de la empresa.

Y, sobre todo:

No olvidar que la curiosidad (sana o insana) del ser humano no se puede erradicar mediante un “decreto-ley”; habrá que seguir conviviendo con ella, e intentar erradicar la insana para convertirla en curiosidad sana, positiva, productiva.

Recapiti
Jose Vera Brusca