Nuevas tecnologias en neurorrehabilitación ¿A qué precio?
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En los últimos años, a nivel mundial y muy especialmente en los países desarrollados, ha habido un aumento de la esperanza de vida, aumentando los años que la población vive, pero con alguna enfermedad crónica o con alguna discapacidad (la esperanza de vida libre de incapacidad (EVLI) no ha aumentado).
Todo ello compromete los planes sanitarios y sociales de los distintos países, necesitando una mirada más holística, integral y transdisciplinar a la salud de la población. Haciendo falta planes socio-sanitarios que hagan frente a todo el ciclo vital, y que incorporen de forma específica otras variables vinculantes con la salud.
Es importante que la población viva más años, pero la calidad de vida y la satisfacción vital deben ser variables imprescindibles a tener en cuenta en una sociedad que cuida o que pretende cuidar a su población.
Este creciente aumento de la supervivencia ha ido de la mano de importantes avances en la neurorrehabilitación, me atrevería a denominar las 3 últimas décadas, como las décadas de la Neurociencia y las 2 últimas, el boom de la neurorrehabilitación, ofreciendo hoy una esperanza real en la recuperación de muchas patologías. Sin duda una maravillosa noticia.
Son muchos los recursos destinados hoy a este fin, sin embargo, debemos cuestionarnos alrededor de estos temas si las piezas realmente encajan.
¿Qué avances hemos constatado en los últimos años?
En las últimas décadas hemos visto como la neurorrehabilitación ha conseguido importantes avances tanto en el proceso de evaluación de los pacientes como en la intervención; desde la investigación hasta la práctica clínica, además hemos puesto el foco, la mirada, en los entornos, haciéndolos accesibles y manejando la neuroarquitectura en pro de la intervención y la optimización de los recursos.
La evidencia científica ha permitido ir a la diana del tratamiento más eficiente y más eficaz en cada caso. Una neurorrehabilitación basada en el razonamiento clínico, buscando la máxima potencialidad del paciente, y alineados con la búsqueda de la máxima plasticidad cerebral tanto en recuperación como en compensación de funciones. Siendo éste un gran avance.
También hemos conseguido avanzar en una neurorrehabilitación no solo en personas con lesiones sobrevenidas (como fue en sus orígenes), sino una neurorrehabilitación en cualquier patología, ya sea del neurodesarrollo, sobrevenida y en todo el ciclo vital. Dándole igual importancia a las mismas.
Además, ha llegado la era de la tecnología y, los centros en mayor o menor medida, con más o menos protagonismo en sus herramientas, en el cómo. Hemos incorporado la RV (Realidad Virtual) o RA (Realidad Aumentada), los dispositivos o ecosistemas de kinet (existen varios en el mercado) para facilitar la repetición de movimientos o de tareas, TDCS (Estimulación transcraneal por corriente directa), la robótica, la gamificación terapéutica (incorporar los juegos como medio de adherencia al tratamiento), plataformas de tratamiento neurocognitivo y funcional que permiten un análisis más individualizado del paciente, midiendo no sólo el punto de partida sino la evolución del mismo.
La tecnología nos ha permitido mejorar en la individualización de los tratamientos, en la evaluación y en la medida evolutiva del objetivo del tratamiento; objetivamente sí pero, ¿siempre es así?. La tecnología es positiva sí, pero supone un coste, que debe ser tenido en cuenta y no por ello, hacerla más protagonista de lo que es.
Nunca puede sustituir al terapeuta u optimizar el recurso a costa de hacer al dispositivo o a la herramienta, protagonista por encima del paciente. La tecnología tiene un coste, la neurorrehabilitación específica centrada en la persona también (siendo ésta absolutamente imprescindible) y sólo desde el equilibrio seguiremos avanzando incorporando la tecnología como herramienta (en el cómo del programa) y nunca como objetivo en sí mismo.
Por tanto, la tecnología sí y al servicio del terapeuta, ¿pero es suficiente?
El papel de la persona como eje de su proceso. Variables de buen y mal pronóstico en el proceso rehabilitador.
Todo lo escrito anteriormente es importante, mucho, debemos ponerlo en valor, pero no es suficiente y en ocasiones, ni si quiera es clave en el proceso de recuperación y de reinvención personal. El eje del proceso siempre es la persona, es ella, la que, a través de sus objetivos de vida, debe marcar su camino en el proceso de reinvención tras un daño cerebral adquirido/sobrevenido.
Se hace imprescindible una mirada a la historia de vida del paciente (recordemos no trabajamos con el cerebro del paciente y sus déficits y sus fortalezas, trabajamos con la persona) por tanto debemos empezar conociéndola en profundidad, con un análisis exhaustivo de su historia de vida, sus aprendizajes vitales antiguos y sus aprendizajes vitales significativos.
Además, debemos conocer como era su rutina previa y especialmente como eran sus rutinas Neuro-bio-psico-saludables (como cuidaba su cerebro previamente).
Con un especial interés en las variables de salud cerebral que debemos analizar: sueño, alimentación, actividad física, actividad neurocognitiva, interacción social, bienestar emocional, técnicas de meditación y actividades lúdicas/ocio. Todas ellas determinantes en el estado de salud general y especialmente en el cerebral. Cómo estaban previamente a la lesión todas estas variables afecta al proceso y por tanto, debemos analizarlas y ser exhaustivos en su medición.
Además, un conocimiento integral de la persona, cómo eran las características de personalidad, los propósitos de su vida, su “ikigai”, su sistema de valores, su estructura familiar y su estructura relacional, sus vínculos personales, sus aficiones y sus metas.
Su entorno forma parte del sistema dañado, por tanto, debemos intervenir sobre él no sólo indirectamente sino directamente siendo parte activa del proceso.
Habitualmente no son pocos los foros de debate sobre la frecuencia e intensidad de la intervención en neurorrehabilitación, y no les quito valor porque también son importantes.
Pero debemos poner la mirada en un análisis más holístico de la persona, incorporando su historia, su pasado, sus rutinas, y prestando especial atención en positivo, en variables de buen pronóstico: el continuo terapéutico, el abordaje transdisciplinar, controlar/anular la sobreprotección, el ajuste de expectativas, controlar los factores de salud general y las variables emocionales.
Paralelamente valorar la incorporación de terapias que, aunque no gozan aún de una evidencia científica de primer nivel, los pacientes nos refieren como beneficiosas. Entre ellas se encuentran la música, el yoga, la TAA (terapia asistida con animales) …
Es complejo ese equilibrio entre mantener el criterio de la evidencia científica, pero dejar abierto el proceso a otras terapias que puedan ayudar sin perder de vista la importancia del ajuste de expectativas.
Por último, siguiendo en estas variables de mejor pronóstico: no debemos olvidar las variables intrasujeto: optimismo, tolerancia al esfuerzo físico y mental, la tolerancia a la frustración, el afrontamiento vital adaptativo, la reserva cognitiva y la resiliencia.
Poner en valor estas variables tanto o más como la frecuencia, la intensidad y la duración de la terapia, es esencial para una neurorrehabilitación que no olvide a la persona. Y la ponga en el centro de la intervención.
Conclusión
Todos los profesionales que trabajamos y que trabajen en un futuro deben tener conocimientos actualizados de la evidencia científica de todas las técnicas, herramientas, sistemas evaluación, además de tener un equipo multidisciplinar formado por disciplinas como la neuropsicología, la fisioterapia, la medicina de la rehabilitación, la logopedia, la terapia ocupacional, el trabajo social, la neurología, la psiquiatría, la optometría, entre otras.
Debemos ser capaces de trabajar en equipo y diseñar programas de intervención individualizados que partan de un conocimiento del paciente.
La formación en neurorrehabilitación debe de contemplar siempre todas los avances y estar centrada en la persona de forma holística e integral