‘Dibujo de un zorro herido’; la ternura como resistencia

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El Teatro María Guerrero acoge Dibujo de un zorro herido / Dibuix d’una guineu ferida, una propuesta afilada y poética que se adentra en los pliegues de la memoria y la identidad. Con una escritura en la que está muy presente la ternura y la rabia, la obra —escrita y dirigida por Oriol Puig Grau con precisión y hondura— propone una reflexión sobre la herencia emocional, la violencia del pasado y la posibilidad de reconciliarse con las propias heridas. En un espacio que es madriguera y trinchera a la vez, el único intérprete en escena da vida a un relato fragmentario y sensorial que transforma la Sala de la Princesa en un espacio para (re)construir la imaginación y la realidad.

El texto ha sido gestado en el marco del programa de Residencias Dramáticas del Centro Dramático Nacional 2023-2024 y presenta a un protagonista —una figura que oscila entre la vulnerabilidad y la extrañeza— que mira el mundo con la distancia de quien aún no ha aprendido del todo a pertenecer. En ese mismo acto, se descubre a sí mismo con una mezcla de pudor y asombro. Todo ello, en el contexto de una escuela infantil, donde las reglas del juego social comienzan a dibujar sus primeros límites. Así, la obra se contextualiza desde la infancia para hablar de las máscaras que uno adopta para ser aceptado, enmarcado o expulsado. Es, en definitiva, el relato de alguien que, “jugando a ser otro, parece habitarse a sí mismo por primera vez”, en palabras de Puig Grau. Además, desde una observación íntima de la soledad y de cómo esta se instala en las acciones más cotidianas, aparece un misticismo sobre el deseo, a través del cual la identidad se construye entre la ficción y la revelación.

Eric Balbàs sostiene sobre sus hombros la complejidad y la belleza de una dramaturgia que pide entrega total. Su interpretación es un ejercicio de metamorfosis constante; encarna a una multitud de personajes con una naturalidad que desarma y, a medida que avanza la función, aprende a jugar con ellos, a convivirlos, a hacerlos suyos. Con una presencia delicada pero firme, Balbàs nos toma de la mano como público y nos guía por un territorio emocional donde cada silencio tiene peso y cada gesto revela una grieta. Su trabajo invita a disfrutar sin prisa, a dejarse llevar por el ritmo pausado de una historia que se despliega durante casi dos horas sin perder ni un ápice de tensión. Dibujo de un zorro herido / Dibuix d’una guineu ferida me atrapa y lo hace porque hay verdad en la entrega, porque hay que ir, hay que mirarse, hay que abrir la herida.

Salí del teatro con la sensación de haber asistido a algo profundamente honesto, de un tipo de obras que abren espacios de resonancia interior. Espero recordar durante mucho tiempo la mirada de Eric, quecondensa todo el pulso de la pieza; la necesidad de comprenderse, de aceptar la herida sin temor, de encontrar belleza en lo que duele. Dibujo de un zorro herido / Dibuix d’una guineu ferida es, al final, una invitación a reconciliarse con la propia sombra.

Dibujo de un zorro herido / Dibuix d’una guineu ferida arranca con Ferran, un profesor de infantil, descubriendo el autorretrato de un pintor de su misma edad en una galería de arte. El cuadro fue pintado hace cuatro años, y el artista —Daniel Gómez Mengual— murió un año después en un accidente de coche. Camino a casa, Ferran encuentra el autorretrato en Instagram y se pierde entre las fotos aterciopeladas de la vida del pintor. Una vida que terminó de golpe. Comienza la obsesión. Los vídeos de fiestas navideñas y baladas al piano se entrelazan con los de experimentos de choque entre coches: airbags, dummies volando por los aires, cristales estallando. El cuerpo de Daniel después del accidente se convierte en un interrogante que persigue a Ferran día y noche. ¿Cómo quedó después del choque? ¿Qué partes cambiaron? Preguntas que lo acercan a un cuerpo que no es el del pintor, sino el suyo. Identidad, trauma y deseo, pintados al óleo.

Amanda H C

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