En un tiempo en el que la incorrección parece estar de moda, y en el que el racismo y la xenofobia aún marcan los cuerpos y las oportunidades, resulta más necesario que nunca preguntarnos cómo configuramos una identidad propia y colectiva que defina también nuestro papel en una sociedad democrática. Desde esa mirada nace el proyecto Afroconciencia, con la intención de poner el foco donde pocas veces se mira: en una identidad democrática que reconozca lo afrodescendiente como parte esencial de lo común.
Nuestra identidad —aquello que nos define como personas y como comunidad— se va moldeando a través de las interacciones cotidianas, las experiencias compartidas y el entorno que habitamos. Cuando esos procesos se ven atravesados por prejuicios, racismo o xenofobia, lograr un sentido de pertenencia que nos refleje y represente plenamente se vuelve una tarea compleja.
Afroconciencia ha sido un espacio de aprendizaje en el que se han generado intercambios que dieron lugar a una incomodidad productiva. En el marco de nuestro trabajo por una conciencia colectiva y una educación para la ciudadanía global, estudiantes, profesorado, sindicalistas y activistas nos hemos mirado de frente para repensar los silencios incómodos y cómplices que sostienen el racismo estructural.
En las bibliotecas y universidades valencianas con las que colaboramos, las voces afrodescendientes resonaron a través de la oralidad africana, los relatos endowe y las conversaciones críticas. “Es la primera vez que me siento parte de una conversación sobre quiénes somos”, dijo una estudiante, resumiendo el sentido profundo del proyecto.
La acción sindical, entendida como defensa de la igualdad, la memoria y la diversidad cultural, no puede desvincularse de los derechos políticos y laborales que garantizan una democracia activa. Por eso, Afroconciencia se sitúa dentro de la Educación para la Transformación Social y la Ciudadanía Global, como un proceso que impulsa la organización, el pensamiento crítico y la acción conjunta frente a los retos sociales y raciales que nos afectan a todas y todos.
Este ha sido un proceso humano, transformador y vivo, en el que se entrecruzan realidades, emociones y poder.
Abrimos ahora una fase de evaluación en la que, además de valorar el impacto alcanzado, seguiremos tejiendo una red de voces, saberes y vínculos para avanzar hacia una sociedad donde las identidades no se jerarquicen, sino que dialoguen.
Una sociedad que reconozca que, sin justicia racial, no hay justicia social.