Por Néstor Santana, Incubator and Accelerator Manager
¿Os imagináis con 21 años siendo CEO de vuestra propia empresa? En mi caso, a esa edad pensaba en muchas cosas… pero desde luego no en liderar un proyecto real, con clientes, equipo y facturación. ¡Qué pena que LEINN no existiera entonces!
Este es el segundo artículo de la serie sobre nuestros programas de Incubación y Aceleración en LEINN. A lo largo de los cuatro años, el programa está lleno de piezas que acompañan la evolución natural del emprendimiento, pero una de las más decisivas llega en el último curso: el Programa de Aceleración de Startups (SUP) y el de Intraincubación Corporativa (COP). Si en el artículo anterior hablábamos del COP —donde trabajamos con empresas en retos de innovación—, hoy el foco está en el SUP (Startup Process): nuestro camino de aceleración, diseñado para que los proyectos de los LEINNers crezcan de forma sostenible, con criterio y sin perder su razón de ser.
El SUP comienza cuando los proyectos ya han sobrevivido a varios inviernos. Entre primero y tercero, los LEINNers han descubierto lo que realmente significa emprender: lanzar, cerrar, iterar, frustrarse y celebrar pequeñas victorias. Puro learn by doing, conviven con la incertidumbre y trabajan con el fracaso rozándoles los talones.
Llegan a cuarto curso con prototipos convertidos en productos, primeras ventas reales y modelos que empiezan a demostrar su viabilidad. Son proto-startups con raíces firmes, pero que todavía necesitan estructura para crecer de forma sostenible. Ahí es donde entra el SUP: un proceso diseñado para profesionalizar, consolidar y escalar. Acompañamos a cada equipo a afinar su modelo, validar su crecimiento y avanzar con propósito, transformando proyectos prometedores en negocios con visión y estructura. Y no es tarea fácil: acelerar una startup de formación en IA como Sapinn no se parece en nada a hacerlo con una marca de moda como ONE DILEMMA o una agencia de live shopping como ForLives . La complejidad —y la riqueza— del programa está precisamente en eso: en adaptar marcos y herramientas al contexto de cada proyecto sin perder la exigencia ni la esencia del aprendizaje.
Cada sprint dentro del SUP pone el foco donde más duele, pero también donde más transforma. Los equipos vuelven una y otra vez a la raíz: propósito, propuesta de valor y modelo de negocio, revisando por qué existen, qué impacto generan y si su proyecto realmente lo refleja. Desde ahí, las conversaciones se expanden hacia la experiencia de cliente, el marketing y la estrategia de crecimiento, explorando qué significa realmente aportar valor. Una startup de formación para jóvenes en zonas rurales como MYCOOP puede preguntarse si su mensaje llega con claridad, mientras un estudio creativo que convierte espacios en experiencias visuales como Dale Color se plantea cómo construir comunidad. En cada caso, lo importante es aprender a escuchar, interpretar señales y ajustar el rumbo con sentido.
Y más allá del producto o el mercado, trabajamos también lo que sostiene cualquier proyecto a largo plazo: organización, alianzas y financiación. No solo desde lo técnico, sino desde lo estratégico y lo ético. ¿Estamos preparados para escalar sin perder el propósito? ¿Necesitamos inversión externa o es momento de fortalecer la base? ¿Nuestra estrategia nos permite crecer ofreciendo nuevos servicios o solo repetimos lo que ya funciona? Y, entre tanto debate, siempre aparece una pregunta que parece pequeña pero lo cambia todo: ¿Cuál debería ser nuestro sueldo?
En el fondo, el SUP no es una receta para acelerar rápido en cuatro meses, sino una conversación continua entre visión y evidencia, entre propósito y sostenibilidad, entre el “esto pinta genial” y el “estoy hasta las narices, necesito que me dé el aire”. Es un espacio donde los equipos aprenden que escalar no significa correr más rápido, sino hacerlo con conciencia, consistencia y propósito… y sí, entre medias, también con pizzas, cervezas y muchas risas para sobrevivir a las semanas más duras.
Lo que realmente buscamos es que, cuando acabe LEINN, esta forma crítica de pensar les siga acompañando. Que el proceso deje posos, como el buen café, y que cada uno de ellos se lleve consigo esa mentalidad inconformista y reflexiva para todo lo que venga después.
En definitiva, toda esta aventura es lo que más nos inspira a acompañarlos y luchar junto a ellos. Cada año vemos nuevos LEINNers que, con la misma naturalidad con la que comparten unos tuppers y unos Monsters en jornadas agotadoras, toman decisiones difíciles, gestionan la incertidumbre y aprenden a levantarse tras cada tropiezo. Ser emprendedor a esa edad no es un juego ni una moda; es un acto de valentía y madurez poco común. Como dijo una vez uno de nuestros team coaches, “los LEINNers no son resilientes, son anti-frágiles: cada caída les hace mejorar y ser más fuertes.” Sinceramente yo alucino con ellos muchas veces…
Por eso, este cierre no podía ser otro que una felicitación sincera a todos los LEINNers que transitan este camino:
A quienes siguen creyendo en sus ideas cuando nada parece fácil, A quienes aprenden, caen, se reinventan y vuelven a intentarlo. Tenéis toda mi admiración y respeto. No solo por lo que estáis construyendo, sino por cómo lo estáis haciendo: con esfuerzo, propósito y una determinación que inspira.
Y para terminar, una pequeña pregunta, si volvieras a tener 21 años ¿En que te gustaría emprender? ¿Sería en lo mismo que ahora?…
¡Nos vemos en el próximo articulo! ¡Gracias por tu tiempo!
Y, por supuesto, gracias a todos los leinners y profesionales que están compartiendo este camino.
Noticias relacionadas: