La Fundación Étnor lamenta profundamente el fallecimiento de Antonio Duato Gómez-Novella, una de las figuras esenciales en la creación de nuestra institución y coartífice decisivo de los primeros años de vida de la Fundación. Su pérdida supone la desaparición de uno de los custodios más fieles del espíritu fundacional que dio origen a Étnor hace ya más de tres décadas.
Un protagonista decisivo en el nacimiento de Étnor
Antonio Duato formó parte del grupo de académicos, empresarios y profesionales que, en 1994, impulsaron la creación de la entonces innovadora Fundación para la Ética de los Negocios y de las Organizaciones. Aquel núcleo inicial —integrado por personalidades como Emilio Tortosa, Adela Cortina, Jesús Conill, José María Blasco, Carlos Turró o Emerit Bono— compartía la convicción de que la ética debía convertirse en un componente estructural de la vida empresarial y de la calidad institucional.
Duato desempeñó un papel activo y determinante en todo el proceso de constitución. Fue él quien actuó en nombre de la Fundación para tramitar su inscripción oficial ante la Generalitat Valenciana, y su nombre figura expresamente en la resolución de creación publicada en el Diari Oficial de la Generalitat Valenciana (DOGV) como primer secretario del Patronato inicial de Étnor, junto al presidente Emilio Tortosa y al resto de miembros fundadores Étnor.
Cuando una celebración personal se convirtió en el punto de partida de Étnor
Entre las muchas historias que conforman la memoria íntima de Étnor, una ocupa un lugar especialmente singular: la anécdota de la boda de Antonio Duato, donde surgió, casi de manera espontánea, la idea que más tarde se convertiría en la Fundación.
Allí, en un ambiente distendido y festivo, una conversación entre varias de las personas que después serían fundadoras —entre ellas el propio Antonio— derivó en una reflexión compartida sobre la necesidad de crear un espacio donde la ética pudiera dialogar con la empresa, la economía y la vida pública.
Aquel intercambio, nacido del azar y de la cercanía humana, encendió la primera chispa del proyecto. Antonio supo ver entonces el potencial de esa intuición colectiva, y desde ese mismo momento se implicó con claridad y convicción en dar forma a lo que acabaría siendo Étnor.
Esa escena —mezcla de amistad, compromiso y visión ética— forma parte del patrimonio emocional de la Fundación, y Antonio la recordaba siempre con afecto y humor.
Una figura clave en la construcción del proyecto ético fundacional
Los primeros estatutos de Étnor establecieron con claridad un objetivo que entonces resultaba pionero: “Promover el reconocimiento, la difusión y el respeto de los valores éticos implicados en la actividad económica y en la calidad de las organizaciones e instituciones públicas y privadas”.
Duato fue uno de los principales impulsores de esa orientación inicial, ayudando a transformar la intuición compartida por el grupo fundador en un proyecto sólido, organizado y capaz de proyectarse socialmente.
Su labor como secretario fue siempre generosa, rigurosa y discreta: articuló los primeros documentos, formalizó gestiones fundamentales y contribuyó a fijar las bases institucionales que permitieron a Étnor consolidarse y crecer. La Fundación nació con humildad —con una dotación inicial aportada conjuntamente por sus entidades fundadoras—, pero con una enorme ambición moral. En ese equilibrio entre prudencia y grandeza ética, la mano de Antonio Duato fue determinante.
La memoria escrita de los comienzos: “En el nacimiento de Étnor”
En el número 116 de la revista Debats, Duato dejó un testimonio muy valioso sobre los orígenes de la Fundación: el artículo “En el nacimiento de Étnor”, donde relata con lucidez y cercanía el clima intelectual, la diversidad del grupo promotor y la profunda convicción de que la ética debía ser una fuerza transformadora en la vida pública.
Ese texto, junto con los artículos de Adela Cortina y Emilio Tortosa en la misma publicación, constituye hoy una auténtica crónica fundacional, indispensable para comprender qué significó para aquel grupo de personas crear, desde Valencia, una institución que uniera empresa, universidad y sociedad civil en un compromiso común con los valores éticos.
Un legado humano y moral que trasciende el tiempo
Más allá de su labor institucional, quienes lo conocieron recuerdan a Antonio Duato como una persona afable, dialogante, profundamente comprometida con el civismo, y dotada de una sensibilidad humana que dejaba huella. En los primeros años de Étnor fue un referente silencioso pero imprescindible: alguien que ayudaba, que conciliaba, que hacía posible el trabajo común y que entendía la ética como una práctica cotidiana.
Hoy, la Fundación Étnor quiere expresar su gratitud más profunda a Antonio Duato.
Gracias, Antonio, por haber estado desde el principio impulsando el proyecto.
Gracias por tu palabra, por tu serenidad y por tu manera ética de estar en el mundo.
Tu legado permanece en el corazón de Étnor.
Descansa en paz.