Mientras la comunidad internacional discute cómo fortalecer la acción climática global, uno de los grandes desafíos radica en cómo transformar un sistema de financiamiento que, aunque crece en compromisos, no logra responder a las necesidades de quienes están en la primera línea de batalla: las comunidades locales.
La necesidad de implementar un financiamiento a gran escala fue una de los acuerdos que hicieron los países en la reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2025 (COP30) en Belém, Brasil, que se realizó entre los pasados 10 y 21 de noviembre.
Expertos consultados por EFE enfatizaron, sin embargo, que el diseño de los fondos de Naciones Unidas y de los mecanismos nacionales fue creado para interactuar principalmente con gobiernos y no contempla las ayudas económicas necesarias para las comunidades que implementan las soluciones en el territorio.
“Los fondos multilaterales son creados por gobiernos nacionales y son diseñados para ser utilizados por ellos. No están diseñados para aterrizar a la realidad de una comunidad local”, dijo a EFE Andrés Mogro, gerente programático de la Fundación Avina, organización sin fines de lucro que busca apoyar el desarrollo sostenible en América Latina.
Estas comunidades, que son las que ponen el cuerpo a la lucha cotidiana contra el cambio climático y las que sufren de forma más directa el impacto de esta problemática, son también las que más obstáculos encuentran para acceder a fuentes de financiamiento.
«Los recursos rara vez llegan a las comunidades y territorios que realmente protegen y regeneran los ecosistemas y biomas. Esto se ha manifestado de diversas maneras, especialmente en los territorios amazónicos y otras regiones del sur global», aseguró a EFE Raimundo Alves, coordinador ejecutivo de la Asociación Comunitaria de Educación en Salud y Agricultura (ACESA) de Brasil.
Experiencias comunitarias
Alves mencionó el caso del proyecto ‘Barraginhas‘, implementado en la Amazonía brasileña y coordinado por él, que describió como un
ejemplo exitoso de cómo las comunidades combaten el cambio climático.
Se trata de una experiencia comunitaria que involucra a 240 familias de agricultores de Maranhão a cargo de pequeñas represas de tierra que filtran el agua de lluvia, regeneran el suelo, recargan las fuentes de agua y fortalecen la biodiversidad.
La implementación de las ‘barraginhas’ fue posible gracias al apoyo de la Iniciativa BASE, impulsada por distintas organizaciones y coordinada por Avina, que busca promover un mayor acceso al financiamiento climático para las comunidades locales.
Gracias a este proyecto en la Amazonía, la vegetación se fortaleció, los manantiales que antes estaban enterrados se regeneraron, las familias adoptaron sistemas agroforestales y se observó una disminución considerable del uso de pesticidas.
«Estas pequeñas represas demuestran que acciones sencillas y de bajo costo, basadas en el conocimiento local, pueden generar profundos impactos en la adaptación climática«, explicó Alves.
Además, instó al sistema internacional a «reconocer que la innovación no solo se encuentra en laboratorios o grandes centros urbanos, sino también en prácticas ancestrales y tecnologías sociales desarrolladas e implementadas por comunidades y territorios tradicionales».
Trabas burocráticas
Uno de los desencadenantes de este problema, explicaron los expertos, es la dificultad de los pequeños actores locales de medir el impacto de su trabajo y aportar lo que se conoce como evidencia climática, elementos necesarios para acceder a financiamiento.
«Aunque hoy existe evidencia robusta sobre la eficacia de soluciones locales, los fondos siguen exigiendo pruebas técnicas», resumió Sandra Guzmán, coordinadora del Grupo de Financiamiento Climático para América Latina y el Caribe (GFLAC).
«Muchos quedan fuera del financiamiento porque no encajan en marcos metodológicos», explicó Guzmán y agregó: «Necesitan pruebas, evidencias, contactos y muchos documentos que son parte fundamental de la estructura burocrática de una institución».
El proyecto ‘Tonelada Justa‘ de la Fundación Avina busca mitigar esta problemática al medir el impacto del trabajo de los recicladores de base en América Latina a partir de indicadores verificables.
Los recicladores, explicó a EFE Mogro, «no hablan el idioma de los científicos climáticos» pero aún así están «en la primera línea de acción frente a la crisis» y su contribución debe ser valorada. EFE