La Sala Cuarta Pared ha inaugurado el proyecto Temporada Verde, un ciclo de teatro que lleva al escenario los grandes desafíos del cambio climático. Entre noviembre de 2025 y marzo de 2026, el espacio madrileño propone una reflexión artística y urgente sobre las crisis ambientales que atraviesan nuestro presente y afectan a nuestros futuros. Los montajes —Solarpunk, de Ruth Rubio; Animales en Apnea, de Juan Asego; y Viernes I’m in love, de Sandra Arpa— proponen varias historias que interpelen al público sobre la urgencia de repensar nuestro momento actual y el mundo.
Solarpunk, el amor como acto político
La compañía Hernández & Fernández ha inaugurado la Temporada Verde con Solarpunk, una pieza que, desde su primera escena, deja claro que la distopía también puede ser un arma cargada de humor ácido y de realidad compleja. Inspirada en hechos reales —algo que hace aún más alarmante su premisa—, parte de una idea que parece imposible, aunque quisiera resonar con fuerza: la privatización de la luz solar. Desde ahí, se despliega un universo donde el poder juega a oscuras, las fake news se convierten en aliadas del capitalismo energético y las redes sociales dictan la temperatura social del mundo. Todo ello con una estética que oscila entre la comedia contemporánea, la sátira política y una ciencia ficción abiertamente conspiranoica e inquietante.
Lo más estimulante del montaje es su capacidad para reírse de la catástrofe sin banalizarla. Se evita la fábula moralizante y se apuesta por la inteligencia emocional del público. Veo una construcción de personajes que cargan con la burocracia, la ansiedad climática y la sobreinformación digital como quien arrastra un ventilador roto en plena ola de calor veraniega: con resignación, pero también con cierta forma rara de… ¿esperanza? La dramaturgia de Ruth Rubio encuentra su fuerza en esas fricciones: en la intimidad de seres que, atrapados entre la saturación y el desconcierto, siguen buscando una rendija de luz que no haya sido aún patentada.
Bajo la dirección de Mario Hernández, se apuesta por un ritmo ágil, casi cinematográfico, que permite que la sátira avance sin tropiezos y que cada escena conviva con una reflexión más profunda y que las capas se vayan viendo sin temor.
El reparto —Natalia Cobos Chapman, Sara Mata, Pilar Gómez y José Fernández— despliega un trabajo coral de gran precisión. Juntos conforman un ecosistema interpretativo, digno de una obra que dialoga con la tradición de la sátira política, pero también con la inquietud contemporánea por lo ecológico y lo digital.
No es casual que el texto de Ruth Rubio, premiado con el 34º Premio SGAE de Teatro Jardiel Poncela, sea el núcleo estructural de este montaje. Rubio construye un engranaje dramatúrgico que combina humor, delirio y pensamiento crítico que respira ficción y realidad y cuya mezcla, nada aleatoria, se agradece mucho para sorprender al patio de butacas.
Debemos recordar que las ficciones siguen siendo una herramienta esencial para comprender el mundo. Y por ello, la obra subraya la importancia de los relatos que se transmiten entre generaciones, esas pequeñas mitologías domésticas capaces de ordenar el caos y dar sentido a lo que se nos escapa. Aquí se hace a través del cuento de Juanito Carambola, una narración dentro de la narración, que actúa como brújula emocional y como recordatorio de que toda resistencia, contra el miedo, contra el poder, contra la oscuridad, etc., empieza contando una historia.
Solarpunk imagina futuros sostenibles desde la conciencia del colapso, pero sin renunciar a la risa ni al extrañamiento; es una distopía que brilla desde dentro, aunque el mundo que retrata esté siempre a punto de quedarse a oscuras.
¿Qué pasaría si la luz del sol dejara de ser un bien común y pasara a estar privatizada? En un mundo demasiado parecido al nuestro, un grupo de personajes se enfrenta a la mercantilización de lo más esencial: la energía, la verdad y hasta la esperanza. Todo el país está a oscuras y se recupera económicamente gracias a esta estrategia, respaldada por el gobierno con el impuesto al sol. Sin embargo, Rosa Olivares, una ministra tránsfuga, decide reunirse con Úrsula, una de las integrantes de la Red Roja. Un equipo compuesto por escritores de ciencia ficción cuyo propósito es el de diseñar los escenarios de los conflictos futuros. Lo que Rosa no sospecha, es que Úrsula ya ha comenzado su propia batalla y que pretende tumbar al imperio energético con un relato tan radical como un dato: un cuento para niños que lo explica todo.
Más teatro