Las ciudades exitosas integran acción climática en su estrategia

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  • Según un estudio en el que se analizan 63 ciudades de todo el mundo, el 76% de las ciudades analizadas ya cuentan con estrategias de adaptación climática, y el 90% ha fijado objetivos vinculados a energías renovables. 
  • España aparece en el estudio como un caso relevante por los avances que ya están realizando algunas de sus principales ciudades.  
  • Madrid se consolida como referente en adaptación urbana con proyectos como “Madrid + Natural” y «Madrid Nuevo Norte». 

En la era denominada como antropoceno, caracterizada por los efectos del cambio climático, la prosperidad de una ciudad ya no se mide únicamente por su PIB o su capacidad para atraer capital, sino también por su resiliencia climática y social. Así lo revela el nuevo informe City Competitiveness Redefined, elaborado por Arup en colaboración con C40 Cities, que analiza 63 ciudades de todo el mundo y redefine el concepto de competitividad urbana en función de su capacidad para afrontar los impactos del clima, proteger a las personas y atraer talento e inversión.

El estudio propone un nuevo marco de evaluación basado en 37 indicadores agrupados en cuatro dimensiones clave —habitabilidad y apego de los habitantes, activos e infraestructura, atractivo para la inversión y gestión y gobernanza—, introduciendo una visión más holística y sostenible del progreso urbano. Los resultados son contundentes: el 76% de las ciudades analizadas ya cuentan con estrategias de adaptación climática, y el 90% ha fijado objetivos vinculados a energías renovables. Además, casi la mitad (47%) ha designado una figura responsable de sostenibilidad o resiliencia, reflejo de cómo el cambio climático ha pasado de ser un desafío ambiental para convertirse en un criterio central de gestión y de inversión.

La resiliencia, un indicador al mismo nivel que la productividad o la innovación tecnológica  

Según el informe, más de un tercio de las ciudades estudiadas enfrenta riesgos altos o muy altos de inundaciones o estrés térmico, lo que exige un cambio estructural en la forma en que se planifican y gobiernan los entornos urbanos. Las ciudades más preparadas no son necesariamente las más ricas, sino aquellas que han apostado por infraestructuras verdes y azules, movilidad baja en carbono, participación ciudadana y gobernanza climática sólida.

La inversión en adaptación no solo protege la salud y la seguridad de las personas, sino que también preserva los activos urbanos, reduce el riesgo financiero y refuerza la confianza de los inversores. En este sentido, el informe destaca que la resiliencia se ha convertido en un nuevo indicador de competitividad global, al mismo nivel que la productividad o la innovación tecnológica.

Madrid, un ejemplo de ciudad que se adapta

España aparece en el estudio como un caso relevante por los avances que ya están realizando algunas de sus principales ciudades. Madrid sobresale por su visión integral de habitabilidad y su apuesta por incorporar la sostenibilidad en la planificación urbana. Esta ambición se refleja también en los análisis térmicos urbanos: según el estudio Urban Heat Snapshot elaborado por Arup, la capital registra la mayor diferencia térmica entre su centro y áreas menos urbanizadas de entre las ciudades estudiadas internacionalmente, con picos de hasta 8ºC entre barrios como Malasaña y zonas verdes como Casa de Campo. El estudio demuestra cómo el diseño urbano influye directamente en el efecto isla de calor, reforzando la importancia de integrar soluciones basadas en la naturaleza en la planificación de la ciudad.

Por otro lado, destacan iniciativas como Madrid + Natural, que promueve la integración de zonas verdes en edificios e infraestructuras para reducir las temperaturas urbanas y mejorar la calidad del aire, o la plataforma Decide Madrid, que permite a los ciudadanos participar activamente en la toma de decisiones, representan ejemplos de cómo las políticas de adaptación pueden reforzar la cohesión social y la gobernanza. 

Asimismo, proyectos de regeneración urbana como Madrid Nuevo Norte demuestran que el crecimiento económico y la sostenibilidad pueden avanzar de la mano. Este desarrollo contempla más de 400.000 m² de nuevas zonas verdes y una planificación que prioriza la movilidad sostenible, la eficiencia energética y la integración de la naturaleza en el entorno construido. Todo ello contribuirá a crear un distrito más resiliente, saludable y atractivo tanto para sus habitantes como para la inversión internacional.

Tecnología y datos como principales aliados 

En esta misma línea, el informe de Arup y C40 enfatiza que las ciudades más competitivas serán aquellas que logren reconciliar la tecnología con la naturaleza. Las infraestructuras verdes y azules —como parques urbanos, cubiertas vegetales, corredores fluviales o sistemas de drenaje sostenible— son ya componentes esenciales de la nueva planificación urbana. Está demostrado que aumentar la cobertura arbórea hasta un 30% podría evitar más de 2.600 muertes anuales por calor en Europa, según un estudio publicado en The Lancet.

En paralelo, la tecnología y los datos se consolidan como aliados de la adaptación. Un ejemplo es la aplicación EXTREMA, desarrollada en el marco de un proyecto europeo y ya operativa en Mallorca, que utiliza información satelital en tiempo real para estimar la temperatura y el riesgo de cada zona urbana. De este modo, los ciudadanos pueden identificar rutas seguras y puntos de agua cercanos durante olas de calor, mientras que las administraciones disponen de una herramienta eficaz para gestionar emergencias climáticas con anticipación.

Gobernanza climática, inclusión social y liderazgo colaborativo, tres pilares clave 

En última instancia, el estudio concluye que la competitividad urbana del siglo XXI se construirá sobre tres pilares: gobernanza climática, inclusión social y liderazgo colaborativo. Las ciudades más exitosas serán aquellas que integren la acción climática en su estrategia económica, inviertan en soluciones basadas en la naturaleza y fomenten una ciudadanía activa y comprometida.

“El valor de una ciudad ya no se mide solo en términos económicos, sino en su capacidad de generar confianza, bienestar y seguridad frente a la incertidumbre climática. Las ciudades que integren la naturaleza como infraestructura esencial, planifiquen con datos y lo hagan con participación de su ciudadanía serán las que atraigan inversión, talento y calidad de vida. No se trata de elegir entre economía y clima, sino de diseñar para que ambas prosperen juntas”, señala Juan Cortés, responsable de Sostenibilidad y Cambio Climático de Arup en Europa.

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