IDEQUO The Interior Design School estrena nuevo nombre y campus en pleno barrio de Chamberí de Madrid. Un espacio en el que reinan la fluidez, el uso del color como experiencia y una narrativa propia. El lugar ideal para enseñar diseño viviéndolo desde dentro.
Puertas abiertas
Igual que una casa es un perfecto ejemplo de la personalidad de su dueño, ocurre exactamente lo mismo con una compañía y su sede. Por eso, era el momento perfecto para que la antigua Escuela Madrileña de Decoración (ESMADECO) se mudase de hogar: hace solo unos meses que se rebautizó como IDEQUO The Interior Design School y acaba de estrenar campus en el madrileño barrio de Chamberí, en la calle Zurbano.
“Todo fue una evolución natural. Queríamos un lugar que respirara creatividad, que fuese reflejo de lo que defendemos: una formación viva, emocional y conectada con la realidad del diseño contemporáneo”, explica Aitor Viteri, director académico de la escuela y encargado de la nueva imagen de su sede.
Un nuevo campus desde una página en blanco
En el local, una antigua oficina de 500 m² en dos plantas, se partió de una página en blanco para crear una narrativa propia en la que cada departamento cuenta con mobiliario diseñado y una personalidad independiente, pero conviviendo en armonía.
En la planta principal se concentran las aulas —amplias y equipadas con tecnología de última generación— además de una zona polivalente que puede transformarse según las necesidades.
“Pero sin duda la joya del conjunto es el espacio central, el corazón de la escuela. Allí, una gran zona de descanso y creatividad se convierte en el eje de la vida diaria. Está presidida por una amplia materiateca, un sitio donde los alumnos pueden tocar, descubrir y experimentar con materiales, texturas y colores”, relata el interiorista.
Color, luz y psicología aplicada al diseño
El campus se ha ideado siguiendo principios de psicología del color, por lo que cada tono funciona como herramienta pedagógica: rojo, amarillo cálido, rosa suave, un techo azul cian que evoca el cielo.
“Es, sobre todo, un lugar sensorial. La luz, el color y la forma dialogan entre sí para despertar la creatividad”, resalta Viteri.
Otra clave es su distribución, que permite que reine la fluidez visual, dejando que todo respire y logrando que los alumnos sientan que son parte del entorno y no simples visitantes.
El reflejo de una escuela contemporánea
“El campus es el espejo de lo que somos hoy: una escuela abierta, digital, colaborativa y, sobre todo, humana”, concluye Viteri.