Herodoto, del siglo V a.C., es considerado el primer historiador de la historia (valga la redundancia). En sus Nueve libros de la Historia, describe lo ocurrido en el mundo antiguo “para que no se desvanezcan con el tiempo los hechos de los hombres, y para que no queden sin gloria grandes y maravillosas obras (Herodoto, 1982, p. 11)”. Así, desde un momento muy temprano, ya el Ser Humano demostró cierto interés por que perdurara su recuerdo. No obstante, aun siendo el primero, el autor griego tuvo que establecer alguna base metodológica para llevar a cabo sus investigaciones y exposiciones. Este es el aspecto más relevante para esta serie de columnas, pues de ello se deriva una conexión con la economía.
En la actualidad, así como en la historia reciente del mundo, el término hegemón se ha hecho crucial a la hora de entender la política internacional. Es el economista norteamericano Kindleberger (1985) el que desarrolla una idea primeriza a través de su teoría de la estabilidad hegemónica, mediante la cual defiende que, para tener una situación económica estable a nivel mundial, hace falta una hegemonía. El ejemplo clásico es Estados Unidos, que lleva un siglo siendo el motor del desarrollo económico global.
Para él, uno de los motivos de la extensión en el tiempo de la Gran Depresión del 1929 es que la nación norteamericana tuvo reticencias para tomar el relevo de Reino Unido como hegemón. Al existir un vacío en dicho puesto, la economía tuvo problemas para estabilizarse, agudizando la crisis de los años 30.
Sea como sea, estas teorías económicas parecen tener una ligera reminiscencia en la obra de Herodoto. En términos coloquiales, el primer historiador se niega a casarse con nadie, algo que demuestra a la hora de exponer los motivos del conflicto entre los griegos, persas y fenicios. Ese rechazo a posicionarse viene, en parte, por el reconocimiento de que el hegemón es cambiante.
En concreto, tras contar varias versiones sobre los raptos de mujeres mutuos entre las diferentes civilizaciones de la época, Herodoto (1982) concluye diciendo: “Así lo cuentan al menos los persas y los fenicios. Yo no voy a decir si pasó de este o del otro modo (p. 13)”. Una imparcialidad que inspira, como es evidente, a aquellos historiadores posteriores que se toman su trabajo como una ciencia rigurosa.
Después de eso, el griego comenta: “Llevaré adelante mi historia, reseñando del mismo modo los estados grandes y pequeños. Pues muchos que antiguamente fueron grandes han venido después a ser pequeños, y los que en mi tiempo eran grandes fueron también pequeños (p. 13)”. Convencido está, pues, de que el hegemón es cambiante, de que el poder va por turnos.
Un poder que relaciona de forma directa con la economía: “Persuadido, pues, de que la prosperidad humana jamás permanece en un mismo punto, haré mención igualmente de los unos y de los otros (p.13)”. Esta es la metodología de Herodoto a la hora de hacer historia. De la misma manera que en el 1929, según Kindleberger (1985), se produjo un proceso de cambio de hegemón, en la época de la Antigua Grecia los puntos de poder y estabilidad cambiaban. Al ver esto, el primer historiador consideró que era importante transmitir los hechos de los más irrelevantes, pues todos eran potencialmente un hegemón, todas las comunidades políticas eran candidatas.
De hecho, antiguamente, los hegemones tendían a someter económicamente a otros países. Tal y como se explicó en un artículo anterior, en la antigüedad, la forma de doblegar a otros pueblos eran los impuestos. En aquella ocasión, se expuso como una serie de tribus invadieron el imperio sumerio-arcadio, estableciendo impuestos que fueron abolidos cuando un héroe los expulsó y restauró la paz (Ur-Nammu, el conocido como “príncipe salvador”).
Es decir, los impuestos eran el resultado de la conquista, algo común también al tiempo de los sumerios pero, también, al de los antiguos griegos. Esto se sabe gracias a Herodoto (1982), que deja claro como los bárbaros sometieron a “algunos pueblos griegos, haciéndolos tributarios (p. 13)”. No será hasta la modernidad que los impuestos dejarán de asociarse con la conquista y el sometimiento, al menos vulgarmente y en el relato de los Estados.
Bibliografía
- Herodoto. (1982). Los nueve libros de la Historia. Orbis.
- Kindleberger, C.P. (1985). La crisis económica: 1929-1939. Editorial Crítica.
Serie La economía a través del tiempo
- (I) El estudio de la historia del pensamiento
- (II) Individuo y colectivo, comunidad y sociedad
- (III) El Estado y las formas de intervención
- (IV) La primera disciplina fue la economía
- (V) La educación y el trabajo para los sumerios
- (VI) Los impuestos para los sumerios
- (VII) La riqueza para los asirios
- (VIII) Urakagina, el primer Juan de Mariana
- (IX) La meritocracia y el ahorro para los egipcios
- (X) Los egipcios se adelantaron a Weber
- (XI) Los egipcios se adelantaron a Aristóteles
- (XII) La política económica de los egipcios
- (XIII) Jóvenes y estabilidad política para los egipcios
- (XIV) Riqueza y divinidad en la antigüedad
- (XV) Grecia y la economía como ciencia
- (XVI) Del oikos a la polis griega
- (XVII) Grecia, Hesíodo, la escuela austríaca y el buen conflicto
- (XVIII) La escuela austríaca y los sofistas
- (XIX) El error de Marx con el comercio griego
- (XX) Marx y el capital en la antigua Grecia
- (XXI) Adam Smith, Grecia, y la economía de guerra
- (XXII) Adam Smith y la riqueza del maestro griego
- (XXIII) La Ilíada y el poder del más fuerte
- (XXIV) Homero y la visión negativa del comercio
- (XXV) El comercio aristocrático griego en Homero y Hesíodo
- (XXVI) La edad de oro
- (XXVII) Hesíodo y la caja de Pandora
- (XXVIII) Los griegos y la indignidad del holgazán
- (XXIX) Los límites de la riqueza en Hesíodo
- (XXX) Hesíodo y la economía familiar
- (XXXI) La cigarra y la hormiga
- (XXXII) Esopo y la responsabilidad del poderoso