En la Sala de la Princesa, hay unos curiosos personajes que salen a escena con anchas caderas, grasa en los muslos y una pequeña chepa. Son un añadido a los cuerpos femeninos del elenco. Son de mentira, se pueden dislocar. Pero en la vida real, no. En la vida real están presentes y son muy difíciles de eliminar. Es lo primero en lo que me fijo al empezar la obra GRRRL en el Teatro María Guerrero. Y enseguida, esas cargas visibles e invisibles me conectan con las que se dibujan en otro escenario, en el de la casa de Los nuestros, en el Teatro Valle-Inclán.
Sara García Pereda ha escrito y dirige junto a Xus de la Cruz una obra con 13 relatos en forma de grito de resistencia. El texto es una muy buena exposición de experiencias reales que podremos reconocer en nuestras carnes o en las de otras, sin temor y con esperanza. La dirección tiene fuertes subidones para que la ironía y el humor ayuden a conjurar el mensaje de “hasta aquí”. El resultado de GRRRL es un reparto que se abraza constantemente para que no haya dudas de cuál es el camino, para que entendamos que Carmen Díaz, Esperanza Elipe, de Pablo, Paula Mira, Silvana Navas, Alba Recondo, Eva Santolaria, David Castillo y Raúl Fernández no podrían haberlo hecho mejor.
En otro teatro, recibiendo al público con una impecable escenografía de Pablo Chaves Maza, se levanta una gran torre de alfombras, cojines, sillas, mesas y demás bártulos que podrían configurar una vida, o varias… o las de una familia entera, con sus intrahistorias del pasado y del futuro. Lucía Carballal escribe y dirige una pieza en forma de legado (teatral, familiar o personal… aún lo tengo que descubrir) que, para mí, tiene la maternidad y la paternidad como tema central. Los nuestros es mirar por una mirilla a las y los descendientes de Dinorah y quedarse embelesada con Miki Esparbé, Marina Fantini, Mona Martínez, Manuela Paso, Ana Polvorosa y Gon Ramos por todo lo que dicen y, sobre todo, por lo que callan, por cargar y ponerse aún más sobre sus vidas de lo que pueden soportar.
Qué suerte tener ahora en cartelera estas dos piezas para cruzar pensamientos sobre lo que queremos heredar, lo que hemos heredado sin querer y sobre aquellas vidas que queremos construir sin más anclajes que el atrevimiento de intentar no cometer los mismos errores. ¿Será posible?
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