Los meses de febrero y marzo son verdes en el Teatro de la Comedia. Desde la Joven Compañía de Teatro Clásico nos presentan una nueva versión de toda una obra cumbre de nuestra literatura. Don Gil de las calzas verdes de Tirso de Molina se reinventa en este 2025 con más ganas aunque con el lenguaje de siempre. Amores y enredos al gusto del espectador en un teatro histórico de Madrid.
La obra, bajo la dirección de Sarah Kane, muestra una típica historia dentro de la producción de nuestro Siglo de Oro. En ella, se cuenta la historia doña Juana y sus peripecias para poder recuperar a su amado. Este, que ha dejado su ciudad para venir a Madrid a un casamiento más ventajoso, y muchos otros personajes se ven envueltos en muchas pequeñas tramas que hacen que la obra sea un laberinto complejo. Hasta el punto de que la suplantación de identidad se ve aceptada y todos se enredan con todos, como es común en el género, con un final justo y parcial para cada uno de los personajes.
En esta versión de Brenda Escobedo y la ya citada Sarah Kane, se apuesta por lo seguro con tintes muy clásicos siguiendo la senda común y arriesgando en cuestiones como la escenografía o los colores fuertes en el vestuario. Todo lo demás sigue el cauce habitual, ni si quiera falta un duelo a espada, haciendo las delicias de los asiduos al género, pero dejando a la otra parte del público con ganas de una revisión más profunda. Como siempre nos ha tenido acostumbrados la Joven. Es de destacar la música en directo, realizada por los mismos actores, que da movimiento al montaje junto a bailes de época.
Todo ello se asienta en el trabajo coral de un equipo de actores y actrices que dan todo en la escena. Estos son los siguientes: Íñigo Arricibita, Xavi Caudevilla, Cristina García, Ania Hernández, Antonio Hernández Fimia, Pascual Laborda, Cristina Marín, Felipe Muñoz, Miriam Queba, María Rasco y Marc Servera. Ellos hacen que la pieza tenga sentido aportando luz y frescura a una obra muy clásica y difícil de digerir en estos tiempos. Sobre todo, destaca la sincronía que hay entre las tres actrices que dan forma a Juana en sus muchas vertientes, véase su transformación en don Gil de las calzas verdes o en Doña Elvira, estas son las ya citadas Cristina García, Ania Hernández y Cristina Marín. Se conjugan muy bien sus interpretaciones haciendo a la vez un único personaje.
En cuanto a las cuestiones técnicas, destacan el diseño de la escenografía y el vestuario. En cuanto al primero, de la mano de Elisa Sanz, se debe dejar claro su novedad y su carácter minimalista. Una estructura movible de color rojo hace las veces de estructuras palaciegas, de ventanal a hacia los grandes jardines y de otros muchos escenarios. No resuelve mal el cambio de espacios. El vestuario, realizado por Pier Paolo Alvaro y Roger Portal, está bien ejecutado aunque los colores y los maquillajes son excesivos. Son contemporáneos y hacen que las prendas se asemejen a disfraces y se pierda un poco el matiz realista de obra.
Don Gil de las calzas verdes es la nueva obra de la Joven Compañía de Teatro Clásico, una propuesta clásica que se podrá ver hasta el 28 de marzo. Las capas y las espadas están aseguradas.
Don Gil de las calzas verdes nos ofrece una de las miradas más completas y desacomplejadas que el Barroco español supo producir alrededor de las pasiones humanas. Intriga y enredo al servicio de unos personajes llenos de vida y procedentes de todos los rincones de la sociedad. Tirso de Molina ha leído a Maquiavelo y se sigue preguntando si el fin justifica los medios, y lo hace adoptando el disfraz y la confusión de la identidad que esta procura para hacernos reír y reflexionar sobre los límites éticos de nuestras pasiones.
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