ERZSÉBET BÁTHORY. La condesa sangrienta

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El terror y el relato sobre la vida de una mujer se convierten en obra, durante esta temporada, en las tablas de La casa de Rovodorovsky. Desde esta sala íntima en el corazón de Malasaña, se viaja a la Hungría del siglo XVII para adentrarse en la historia de una de las más enigmáticas y sangrientas personas que ha visto la luz en la humanidad. Erzsébet Báthory (la condesa sangrienta) nos presenta sus momentos felices y sus miserias desde el último lugar que la vio en pie. ¿Quién se atreve a escuchar el lamento de una auténtica vampira?

Esta obra, escrita y dirigida por Francisco J. De los Ríos, nos sitúa en la prisión, que fueron sus propias habitaciones, en la que fue reclutada esta mujer por sus crímenes los últimos momentos de su vida. Se le atribuyen más de seiscientas víctimas, todas ellas mujeres, que fueron torturadas y maltratadas hasta que dieron su última gota de sangre. Todo con el fin de conseguir la eterna belleza; algo que hoy en día sigue latente como se puede ver en muchas campañas de publicidad o en historias como las de La sustancia. Eso, unido a la enfermedad y a escenas vividas, como la de la criada que fue torturada con miel e insectos, hicieron que Báthory se convirtiera en el monstruo que fue y será. Quedando viva para toda la eternidad y siendo interpretada por actrices muy buenas como es el caso de Jennifer Baldoria en este montaje.

Así, con estos antecedentes, Los del Sótano, como buenos expertos de trabajos de terror, resucitan la figura de la condesa y de sus fantasmas, para poner en su boca sus vivencias desde su encierro y presentarse ante el público con su verdad. De este modo, y desde vistas al pasado, el espectador es participe de toda su vida para terminar con varios pensamientos en su mente. El buen teatro que quiere agitar al espectador es así.

La nota discordante, a todo este discurso positivo, es que en los primeros momentos cuesta seguir el montaje si no vienes de antemano sabiendo un poco de la historia de Báthory. Los cambios de luces, de la mano de Giorgio Pozo, trasportan al público del presente al futuro pero se hace difícil seguir en un principio pudiendo perder a parte del público de esta manera.

Todo ello se sustenta en el trabajo de tres actores que son: la ya citada Jennifer Baldoria, Alberto Úbeda y Miriam Iglesia. Todos hacen que la obra esté muy viva y que enganche. Además de enfrentarse a retos como el cambio en la voz o el uso de máscaras, haciendo de más de un personaje en la representación. De todos ellos, destaca el caso de Baldoria que se mete en el papel de Báthory con tal maestría que puede causar pánico en las escenas más duras como las que versan sobre los hijos de la aristócrata.

En cuanto a las cuestiones técnicas, hay una parte positiva y una negativa que se deben destacar. La parte dedicada al escenografía, creada por León Korda, y la de las máscaras, realizada por Xenia Uría, se merecen una ovación. En cuanto al vestuario, de la mano de Edna Brugat, se debe decir que se ven luces y sombras. El personaje principal está bien tratado pero los secundarios necesitan una revisión en objetos como uñas de metal o en la calidad de algunos ropajes. Detalles pequeños, pero que sacan por momentos al espectador de la trama.

Erzsébet Báthory (la condesa sangrienta) es un drama lleno de terror que habla del pasado y también del presente, digno de ser calificado como gran obra sobre la escena madrileña.

En 1610 la condesa Erzsébet Bathory fue acusada de vampirismo y brujería y pasó cuatro años emparedada en su habitación por haber asesinado a más de seiscientas jóvenes y niñas. Enloquecida y extenuada, recuerda los acontecimientos más significativos de una vida marcada por su enfermedad mental y su adicción a la sangre, en una época oscura y violenta, donde la superstición y el miedo controlaba la mente de los hombres.

Sonia López

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