¿Será este el tiempo en el que, tras la reciente aprobación por parte del Gobierno de la ley de prevención del consumo de alcohol en menores, se abra por fin un debate incómodo, necesario e impopular ante el arraigo que tiene el alcohol en nuestras sociedades?
Vicente Ordoñez, profesor de filosofía de la UNED, reflexiona sobre estos asuntos en su reciente ensayo “Alcohólatras. Ebriedad, idiocia, control” (Altamarea), que nos trae en diálogo con David Sánchez Usanos, también profesor de filosofía de la UAM y coordinador de investigación de la Escuela SUR.
Más allá de los alcohólicos, los alcohólatras serían esos bebedores ocasionales, que encuentran en el alcohol ese plus de placer, de deseo, de evasión, de seguridad, de alegría, incluso de vigor sexual… que tanto ha explotado la industria cultural a través del cine, las series, la publicidad o la literatura. Que tire la primera piedra aquel o aquella que no se refiera a quedar con una amistad con la frase: «Nos vemos y nos tomamos una copa/cerveza/vino».
Indudablemente, el consumo del alcohol tiene lazos sociológicos, económicos, culturales o jurídicos de enorme arraigo y tradición. En nuestra sociedad está abiertamente instaurado su consumo en celebraciones y normalizado en televisión y en nuestros propios hogares, donde, por ejemplo, brindamos con un cava o un champán en Fin de Año. Llegamos a tal punto que convertimos «el primer trago en familia (del chaval o la chavala)» en una suerte de rito iniciático trascendental, en esa «entrada al club».
¿Por qué el alcohol es tan protagonista de nuestras relaciones? ¿Por qué se bebe en Occidente de forma constante y masiva? ¿Produce y reproduce el alcohol alguna forma de dominio? ¿Desde cuándo se han instaurado estos patrones sociales en relación con el alcohol? Del «yo controlo» al «no vuelvo a beber» hay un paso, ¿estamos preparados para hacernos estas y otras muchas preguntas incómodas?