El 1 de abril de 1988, Abel Azcona fue abandonado por su madre, una joven prostituta y adicta a la heroína, pocas horas después de nacer. Treinta y siete años más tarde, madre e hijo se reencuentran en una acción biográfica íntima y profundamente personal, un gesto que busca sanar las heridas de una vida marcada por el abandono. Este acto marca el final de una obra procesual que comenzó en octubre de 2023, cuando Isabel decidió contactar a su hijo.
Durante más de veinte años, el dolor del abandono y la ausencia materna ha sido uno de los pilares centrales en la obra de Azcona, un artista reconocido por explorar su historia personal de abuso, alienación y búsqueda de identidad. Este reencuentro no solo supone un encuentro biográfico entre madre e hijo, sino que se convierte en una obra de arte en sí misma, cargada de emoción y significado colectivo.
El interés de esta acción, comisariada por Semíramis González, va más allá de lo personal, pues pone de manifiesto cómo el arte puede servir como un medio para sanar heridas, visibilizar el dolor y ofrecer resistencia a las estructuras patriarcales. La performance propone un espacio de reflexión sobre las violencias sufridas por ambos: por un lado, la historia de Azcona, marcada por el abandono infantil, y por otro, el testimonio de Isabel, atravesado por la adicción, la prostitución y la vulnerabilidad frente a la violencia de género.
Esta acción es un paso final a un proceso emocionalmente cargado, en el que la performance se revela como un catalizador único para transformar el dolor y la emoción en una experiencia artística y social que invite al público a ser testigo de un reencuentro tan profundo.
El 1 de abril de 2025, exactamente treinta y siete años después del abandono, Abel Azcona y su madre se encontrarán por primera vez en persona, cerrando un ciclo vital y artístico de resonancia internacional.