- Los manglares han pasado de ser ecosistemas olvidados a convertirse en protagonistas de la lucha global contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Pero la urgencia por recuperarlos ha provocado errores: plantaciones masivas en lugares inadecuados, monocultivos que fracasan al poco tiempo, proyectos que ignoran a las comunidades locales. Para evitar estos tropiezos, una nueva guía internacional establece cómo debe hacerse la restauración de manglares para que sea efectiva, justa y duradera.
- El programa de restauración de manglares de Iberostar en Playa Bávaro demuestra que el sector turístico puede convertirse en agente de protección costera y climática si actúa con ciencia, alianzas públicas y métricas claras. Es un ejemplo caribeño de cómo las soluciones basadas en la naturaleza protegen la línea de costa —reduciendo oleaje y erosión—, generan beneficios económicos (daños evitados, menor gasto en obra gris), fortalecen ecosistemas y aportan a la descarbonización corporativa. Replicarlo —con adaptaciones locales y transparencia de resultados— es, más que deseable, una necesidad para un Caribe que quiere seguir siendo destino, hogar y barrera natural frente a un océano cada vez más energético.
Eduardo Fernández / República Dominicana / Madrid
Las guías editoriales y audiovisuales de las Best Practice Guidelines for Mangrove Restoration, presentadas en el marco del Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de Ecosistemas y respaldadas por la Alianza Global de Manglares, incluye un documento que reúne la experiencia de científicos, ONG, gobiernos y comunidades costeras de todo el mundo y ofrece una hoja de ruta clara: restaurar manglares no significa simplemente plantar árboles.
La guía insiste en dos principios básicos: la restauración debe estar guiada por la ciencia y debe involucrar a quienes viven en las zonas costeras. Sin estos ingredientes, el fracaso está casi garantizado.
Las directrices recuerdan que la plantación masiva, sin tener en cuenta factores como la salinidad, la hidrología o el tipo de suelo, suele acabar en mortandades tempranas. Lo fundamental es recuperar primero las condiciones naturales: el flujo del agua, la sedimentación y la conectividad con otros ecosistemas. Solo entonces los manglares pueden volver a crecer y ofrecer sus múltiples servicios ambientales.
Ciencia y comunidad
La otra clave es la participación social. Los proyectos que se diseñan y gestionan junto a las comunidades locales no solo tienen más éxito, sino que generan beneficios directos: pesca, turismo, protección costera y medios de vida sostenibles. En cambio, cuando se excluye a la población, los conflictos de uso del suelo o los derechos de acceso pueden arruinar la restauración.
El documento funciona como un antídoto frente a los fallos más comunes. Entre ellos, destaca la obsesión por mostrar resultados rápidos con hectáreas plantadas, aunque sean en sitios donde los manglares nunca prosperarán. La guía advierte: “no se trata de números, sino de ecosistemas vivos y funcionales”.
También alerta sobre los monocultivos, que pueden ser fáciles de plantar pero empobrecen la biodiversidad y reducen la capacidad de adaptación al cambio climático. En su lugar, recomienda diversificar especies autóctonas, respetar la zonificación natural y trabajar con viveros de calidad.
Retos ambientales, sociales y políticos
Los beneficios de una restauración bien hecha son enormes: captura de carbono, defensa natural frente a tormentas y huracanes, refugio de biodiversidad marina y terrestre. Pero los obstáculos también son significativos.
La falta de financiación a largo plazo, la debilidad de marcos legales y los intereses económicos en las zonas costeras (acuicultura, urbanización, infraestructuras) siguen siendo las principales amenazas. La guía reclama que los gobiernos refuercen sus políticas de protección y que las inversiones privadas incluyan cláusulas de calidad, transparencia y monitoreo.
El mensaje final es claro: recuperar manglares no es una cuestión estética ni un reto de cifras, sino un proceso complejo que combina ecología, comunidad y política. Solo con diagnósticos rigurosos, objetivos claros, monitoreo continuo y verdadera participación social será posible devolver la vida a estos ecosistemas.
En un momento en que la crisis climática acelera y el nivel del mar amenaza costas enteras, las directrices publicadas marcan un antes y un después: por fin existe un estándar mundial para que la restauración de manglares sea algo más que una foto de árboles recién plantados.
‘Wave of Change’, la estrategia global de sostenibilidad de Iberostar y el renacer de los manglares caribeños
EF / Playa Bávaro / RD
En el noreste de República Dominicana, frente a las aguas turquesas del Caribe, los hoteles suelen ser noticia por sus playas infinitas, pero en Playa Bávaro hay un complejo turístico que ha decidido contar otra historia. El grupo Iberostar, que reúne cinco establecimientos en esta franja de arena blanca, ha convertido su frente costero en un laboratorio de restauración ambiental. Allí, donde el turismo de sol y playa convive con la amenaza creciente del cambio climático, se está desarrollando un ambicioso programa de recuperación de manglares que ya se cita como referencia de buenas prácticas en todo el Caribe.
El proyecto nació como parte de la estrategia global de sostenibilidad de la cadena, conocida como Wave of Change, y tiene un objetivo concreto: devolver la vida a más de treinta mil metros cuadrados de humedales degradados en el complejo Bávaro. Hasta ahora, se han restaurado miles de metros y plantado más de mil quinientos mangles de diferentes especies. Pero lo más importante no es la cifra, sino la filosofía: restaurar manglares no significa llenar el paisaje de árboles jóvenes, sino corregir antes las condiciones hidrológicas y sedimentarias que permiten que crezcan y prosperen.
Este planteamiento, basado en la ciencia, coloca el programa de Bávaro a la vanguardia regional. La experiencia demuestra que las plantaciones fallan si se hacen en suelos demasiado salinos, sin flujo de agua adecuado o sin aporte de sedimentos. Iberostar ha optado por trabajar primero en la recuperación natural de la dinámica de inundación y, después, introducir las especies autóctonas —el mangle rojo, el mangle botón o el mangle blanco—, que se adaptan a cada franja de la costa. Se evita así el monocultivo y se fomenta un ecosistema diverso, capaz de cumplir su función ecológica completa.
Una defensa natural frente a los ciclones
La función de los manglares va mucho más allá de la estética. Sus raíces aéreas forman una muralla natural frente al mar: disipan la energía de las olas, frenan la erosión y estabilizan la línea de costa. Estudios internacionales demuestran que cinturones de manglar de varios cientos de metros pueden reducir hasta tres cuartas partes de la fuerza del oleaje, un escudo natural frente a tormentas y huracanes cada vez más intensos. A esto se suma su capacidad para capturar carbono, lo que convierte a estos bosques en aliados directos contra el calentamiento global.
La restauración tiene, además, un fuerte componente social y económico. Los manglares son viveros de peces y crustáceos, refugio de aves y fuente de biodiversidad. Su recuperación garantiza recursos pesqueros para comunidades locales y, al mismo tiempo, refuerza la oferta turística con un entorno natural más rico. Iberostar ha incorporado a su personal en tareas de formación, plantación y seguimiento, lo que ha creado nuevas capacidades técnicas en la propia comunidad laboral del complejo.
Otro aspecto que convierte a esta iniciativa en un ejemplo es su integración en la política pública. El programa se desarrolla en colaboración con el Ministerio de Medio Ambiente de República Dominicana y con entidades internacionales, lo que asegura coherencia con los planes nacionales de conservación. Esa alianza público-privada resulta esencial para que el esfuerzo no dependa solo de una empresa, sino que se sostenga a largo plazo como política de país.
La apuesta también es estratégica para el propio sector turístico. En un escenario de subida del nivel del mar y erosión acelerada, proteger la playa es proteger el negocio. Cada metro de costa defendido por un manglar reduce la necesidad de costosas infraestructuras grises, como muros o espigones, que muchas veces agravan los problemas. En Bávaro, la cadena hotelera demuestra que invertir en naturaleza es también invertir en resiliencia empresarial.
Secuestro de Carbono
Los beneficios colaterales son múltiples. Los manglares almacenan hasta cuatro veces más carbono que los bosques tropicales terrestres, por lo que su restauración contribuye a la neutralidad climática que Iberostar se ha fijado como meta para 2030. A la vez, funcionan como aulas vivas de sensibilización: huéspedes y visitantes descubren in situ la importancia de estos ecosistemas, integrando el turismo en una experiencia educativa y responsable.
El proyecto de Bávaro aún tiene camino por recorrer, pero ya ofrece lecciones replicables para todo el Caribe. Entre ellas, la necesidad de planificar con criterios técnicos, establecer metas medibles, trabajar con especies autóctonas, involucrar a comunidades y alinear esfuerzos con políticas nacionales. Sobre todo, demuestra que la restauración costera no es una moda, sino una necesidad urgente para asegurar la supervivencia de playas, hoteles y comunidades frente a un mar cada vez más poderoso.
En un Caribe que se enfrenta a huracanes más intensos, erosión crónica y una creciente presión turística, el ejemplo de Iberostar en Playa Bávaro señala un camino posible: apostar por los manglares como primera línea de defensa, como reserva de vida y como inversión en futuro. Un recordatorio de que el turismo, lejos de ser solo un consumidor de recursos, puede convertirse en actor clave para conservar el territorio que lo sustenta.
Más INFO Iberostar Wave of Change – Grupo IBEROSTAR
Lecciones de Bávaro para el Caribe
Lo que funciona
- Alinear proyectos con marcos públicos: coordinación con ministerios y municipios para permisos y mantenimiento a largo plazo.
- Metas claras y trazabilidad: superficie definida, especies nativas seleccionadas, cronograma y avances verificables (36.470 m² en Bávaro).
- Ciencia aplicada al diseño: restaurar primero hidrología y sedimentos; evitar monocultivos; monitoreo ecológico constante.
- Visión de destino: gestionar todo el frente costero —los cinco hoteles— como una sola unidad socioecológica.
- Comunicar y educar: huéspedes y comunidades valoran más un humedal vivo que un metro de césped; la sensibilización asegura continuidad.
Lo que falta por reforzar
- Transparencia de resultados: medir supervivencia de plantaciones a 1, 3 y 5 años; calcular oleaje atenuado y erosión evitada.
- Conectividad ecosistémica: integrar manglares con praderas marinas y arrecifes como defensa natural completa.
- Financiación a largo plazo: presupuestos plurianuales y mecanismos de carbono azul creíbles para sostener el mantenimiento.
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