Tradición, ilusión y anhelo de ganar: tres claves sociológicas de la lotería de Navidad en España:
Por Patricia Abad · Responsable de investigación cualitativa en GAD3.
Un año más, se aproxima el 22 de diciembre y con él, el Sorteo Extraordinario de Navidad de Lotería Nacional. En estos días muchos hemos visto ya la publicidad televisiva y los que tenemos cierta edad podemos, incluso, sentir cierta nostalgia al recordar los anuncios que protagonizaba Clive Arrindell, el actor británico que pasó a nuestra memoria colectiva como “el calvo de la lotería”. En nuestros círculos sociales hablamos sobre el sorteo, imaginando que ganamos algún premio –a poder ser, el “Gordo”–, mientras que en nuestros oídos resuenan las voces de los niños de San Ildefonso cantando: “Cuatro millooooneeees de eeeeuuroooos”. Y, por supuesto, también nos vienen a la mente esas imágenes de gente festejando en las administraciones de lotería, vestida con gorros navideños y brindando con champán. Después de conocerse el número agraciado y los lugares donde ha sido vendido.
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Un fenómeno social que va más allá del azar
Y es que este acontecimiento es uno de los hitos más reseñables de cada año en España y genera un interés social muy alto, más allá de las cifras. Así, según el estudio “Juego y Sociedad 2025” en torno a un 75% de la población tiene por costumbre comprar décimos para este sorteo, siendo el consumo ligeramente más frecuente entre mujeres, disparándose a partir de los 35 años y concentrándose en las clases medias (Consejo Empresarial del Juego, 2025). Esta cifra no es nada desdeñable si, por ejemplo, la comparamos con el porcentaje de participación en las elecciones a las Cortes Generales, cuya media en la serie histórica es de aproximadamente el 72% del censo electoral, según los datos del Ministerio del Interior.
Todos los años, por defecto (y ya casi como una tradición), surge el debate de por qué tantos españoles compramos lotería de Navidad, aunque seamos bien conscientes de lo poco probable que es ganar dinero así. De hecho, la probabilidad de que nos toque el premio “Gordo” es solo de 1 entre 100.000 (Bankinter, 2025). Sin embargo, aunque la estadística y el sentido común nos advierten de que gastar dinero en lotería es una inversión poco rentable, año tras año seguimos asombrándonos. Basta ver la paciencia estoica con la que centenares de personas hacen interminables colas a las puertas de Doña Manolita, con la esperanza de que el número elegido resulte premiado.
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¿Irracionalidad o lógica social? La mirada de Max Weber
Muchos dicen que este comportamiento es un buen ejemplo de que los seres humanos actuamos irracionalmente a veces, pero ¿y si no fuera así? Si recurrimos a la teoría de la acción social de Max Weber, uno de los autores fundamentales en Sociología, podemos argumentar que comprar lotería de Navidad no es en realidad un acto irracional, sino que responde a una combinación de distintas formas de racionalidad.
Por un lado, nos mueve a participar en este sorteo una racionalidad más tradicional que instrumental: es decir, no lo hacemos tanto porque vayamos a hacernos más ricos y esto nos sea útil –aunque, en parte, también–, como porque, comprando esta lotería, damos continuidad a una tradición que desde 1812 genera una comunidad. O, dicho de otro modo, muchas personas jugamos porque este sorteo es parte del folclore español y así, reflejando esta cultura en nuestras acciones, nos sentimos vinculados con los demás. De hecho, que cerca del 90% de compradores afirmen que juegan a la lotería Nacional por costumbre (Consejo Empresarial del Juego, 2025) parece confirmar esta idea.
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Ilusión, emoción y “envidia preventiva”
Pero también la racionalidad afectiva, de carácter más emocional, influye (y mucho). Por una parte, es muy común oír eso de que jugamos por si al de al lado le toca y a nosotros no, algo que los autores del estudio llaman “envidia preventiva” y creen que probablemente sea una de las principales motivaciones, como ya destacaban en la edición de 2019. Por otra parte, este sorteo despierta nuestra ilusión. Un sentimiento estrechamente ligado a las expectativas que proyectamos sobre el futuro, aunque sea incierto por definición, y que nos invita a imaginar una vida mejor.
Ante la perspectiva de que nuestro patrimonio aumente, proyectamos ideas sobre lo que haríamos con un premio tan cuantioso como 400.000 € al décimo. Es más, lo que verdaderamente dispara nuestra ilusión y nos empuja a jugar no es ganar el premio como fin en sí mismo, sino poder darle un uso que nos permita mejorar nuestras condiciones vitales. Y aquí vuelve a asomar esa visión de utilidad, cerrando el círculo en el que se mueve nuestra racionalidad colectiva e individual.
Así, por ejemplo, hay mensajes cada vez más frecuentes en el discurso público que nos dan algunas pistas sobre cómo la gente gastaría el premio, en caso de ganarlo. Y es interesante que nos preguntemos si ha habido un cambio en las preferencias sociales, porque puede que nos hayamos vuelto algo más pragmáticos y menos hedonistas. Hace años, en las conversaciones cotidianas sobre la lotería de Navidad, la gente solía comentar que usaría el dinero para hacer un buen viaje. Era una forma de asociar el premio al disfrute y al ocio. Hoy, ante la creciente preocupación por el acceso a la vivienda, se escucha cada vez más: “Si me tocara el Gordo, lo primero que haría sería comprar una casa”.
No obstante, con la actual inflación en los precios y el mantenimiento de los premios en los mismos niveles desde hace años, ahora ni siquiera ganar el premio más cuantioso permitiría ya ese acceso (Saltos, D., Martín. E, 2025).
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Tradición y emoción pesan más que el dinero
Alguien podría esperar, por tanto, que en poco tiempo disminuya el número de gente que juega en este sorteo, si ya tampoco le ve una utilidad práctica al premio. Sin embargo, en esto de la lotería hay muchos factores en juego (nunca mejor dicho) detrás de nuestra decisión y los tradicionales y emocionales parecen inclinar más la balanza que los económicos. En todo caso, si han llegado hasta aquí leyendo, sean cuales sean sus motivaciones para jugar y la racionalidad que les inspire, les deseamos mucha suerte y una feliz Navidad.