¿Qué hay detrás de la baja autoestima? - Instituto Ángeles Wolder

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Todos los seres humanos hemos venido a esta tierra a practicar una vida con amor. Para ello aprendemos a reconocer el amor con el que ya fuimos creados para experimentarlo incondicionalmente y cuanto más lo hagamos más crecerá. Pero para lograr esto nos tenemos que amar a nosotros mismos en primer lugar, practicar la autoestima, y luego amar a los demás, no porque sea una condición de vida sino porque sin la experiencia de “amarnos” no podemos reconocer lo que se siente al “amar” a otro.

Cuanto menos uno cree ser, más soporta. – Antonio Porchia

Y por “amar a los otros” me refiero al amor hacia todos los seres: amar a los animales, amar a las plantas, respetar a todo ser vivo, aceptar las diferencias, disponer de una mirada amorosa y no atrapada en juicios o críticas hacia todos y todo. También tener una relación amorosa con todo ser vivo y no una relación de valor por lo que hago/hace, tengo/tiene o poseo/posee, que es completamente distinto.

Autoestima: nuestra naturaleza es amorosa 

Experimentamos nuestra verdadera naturaleza, que es ser AMOR, cuando integramos que somos perfectos, únicos, irrepetibles, maravillosos así como somos, y que venimos a jugar la gran partida de la existencia con capacidades y debilidades, fortalezas y flaquezas.

También que el poder interior radica en sentir la totalidad de lo que somos, no solo una parte, aceptando aquello que no nos gusta queriendo erradicarlo para poder ponernos en acción para cambiar lo que no es de nuestro agrado. No querernos nos lleva a tener síntomas, a vivirnos con estrés, a tener el cortisol a mil ante cada mirada o palabra que no nos gusta de nosotros, a la enfermedad.    

La enfermedad es falta de amor y está en nosotros cambiar la manera de vivir para que nuestra vida y la vida que hay más allá de nosotros, en el planeta, pueda mejorar con nuestra existencia y no empeorar debido a nuestras acciones.

¿Cómo tratas a los demás?

Ver cuánto amor tienes y cuánto de esa hermosa emoción ofreces a la vida comienza por preguntarte cómo tratas a los demás. Por ejemplo: ¿Aceptas la diferencia?, ¿Cómo miras a los que son distintos? ¿Aceptas a la gente de otra religión? ¿De otro nivel sociocultural y/o económico? ¿A los que tienen una enfermedad mental o física como sida, lepra, problemas de piel? ¿Qué rechazas de los otros? ¿Qué juicios emites cada día? ¿Qué criticas? ¿A quien acusas y de qué? ¿Si tienes un mal día, quiénes pagan por ello? ¿Te sientes separado/a de los otros? ¿Dónde están tus “agresores”? ¿La gente está por ti o contra ti?

También puedes observar qué conductas y comportamientos dañan tu vida, tu cuerpo, tu psique, tus relaciones y lo primero es saber cuánto cuidado depositas sobre tu mismo/a. ¿Llevas una vida sana? ¿Te nutres o solo comes por comer? ¿Cultivas tus pensamientos o ellos te tienen atrapada/o? ¿Disfrutas y te regalas momentos de placer? ¿Practicas conductas y consumos tóxicos? ¿Te reconoces a nivel emocional? ¿Sabes parar y hacer silencios? ¿Canalizas sanamente el estrés?

¿De 1 a 10 cuál es tu nivel de autocrítica?

¿Qué es la autoestima?

La autoestima es la idea que tenemos de nosotros mismos y de cuál es la valía que nos damos. Esto es el autoconcepto y se refiere a la evaluación subjetiva general del propio valor, es decir, la autoestima global, y no un reflejo de las habilidades o atributos reales de uno, sino más bien una evaluación subjetiva de estas cualidades. 

La adquirimos a lo largo de nuestra vida mediante ideas que absorbemos de nuestros cuidadores. Una idea es un pensamiento que se materializa en una creencia cuando esta se repite; las creencias sobre lo que valemos, por lo general, han surgido en la infancia en contacto con los padres, los familiares, los compañeros y los maestros de la escuela.

Con ellos y gracias a ellos somos como somos y también tenemos o sentimos las limitaciones y/o facilidades que experimentamos. Por este motivo lo que creamos en tiempo presente se basa en pensamientos del pasado que no hemos reciclado. Tienen su origen en la infancia temprana cuando nos dicen, por ejemplo, que no servimos para hacer determinadas cosas o eres bueno para nada.

O frases duras como: se saca más de un cerdo que de ti, no eres bueno para nada, deja que ya lo hago yo o solo sirves para que se limpien los pies en ti.

Estas duras palabras son el inicio de una vida cargada de dolor emocional, sintiendo que no hay valor propio. Es una energía bloqueada que, como un loro, sigue diciendo lo mismo dentro de nuestras cabezas: no vales, no sirves, no aprenderás nunca, no podrás, nadie te querrá, eres una vergüenza para esta familia, vivirás sola/o y amargada/o, eres malo/a, no te mereces nada, eres culpable, eres feo/a, te hundirás, igual que fulano o sultana que eran inútiles.

La lista la puedes hacer crecer tú en una primera instancia, según lo que oíste sobre ti en la infancia.

La autoestima puede entenderse a partir de cuatro pilares fundamentales:

  1. Autoconcepto: representa lo que pensamos de nosotros mismos. Esta percepción influye en cómo nos hablamos internamente y determina nuestro nivel de autoexigencia.
  2. Autoimagen: se refiere a cuánto nos gustamos y nos aceptamos tal como somos. Es importante sentirnos a gusto con nosotros mismos sin depender de factores externos.
  3. Autorrefuerzo: implica reconocer nuestros logros, valorar lo que hacemos bien y sentirnos orgullosos de ello. A menudo tendemos a castigarnos por nuestros errores, pero también es necesario dar espacio a lo positivo y premiar nuestros aciertos.
  4. Autoeficacia: se refiere a la confianza en nuestras capacidades, es decir, cómo de capaces nos sentimos de alcanzar nuestros objetivos.

Por lo tanto, la autoestima no es una cualidad fija, sino dinámica; cambia a lo largo de las distintas etapas de la vida y, lo más importante, es algo que podemos trabajar y fortalecer.

Oxitocina: su papel fundamental en la autoestima 

El amor forma parte de la supervivencia y de la propagación de la especie, porque desde que nacemos, un torrente de la hormona oxitocina, un neuropéptido, se vuelca tanto en el cerebro de la madre, como en el del niño, provocando un baño que enamora.

También facilita la conformación de una familia, lo que comienza por el enamoramiento de la pareja y la decisión firme de construir una familia. Esa descarga hormonal es absolutamente necesaria, ya que una de sus funciones es disminuir la actividad del sistema nervioso simpático y del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, que participan en situaciones de estrés. 

Al desactivar el eje de estrés se produce una sensación de bienestar, tranquilidad y relajación, que ayuda a vivir desde emociones positivas y activa comportamientos sociales de afecto, compasión, gratitud, generosidad, ayuda a reconocer a las personas, a formar relaciones sanas y disminuye el miedo y la desconfianza. Solo puede secretarse cuando se dan las condiciones de calma y contacto seguro; si no, será inhibida por las hormonas del estrés.

Además, la oxitocina juega un papel fundamental en la relación vincular madre e hijo, lo que favorece el cuidado y la atención necesaria para la supervivencia del bebé y la construcción de una base segura relacional. Si como bebés no conseguimos enamorar a mamá, y si mamá no se enamora de nosotros, no lograríamos la supervivencia, ya que venimos a la vida en un estado de debilidad en nuestra construcción, sin estar “acabados”, por lo que necesitamos de ayuda durante un período prolongado de la infancia para poder salir adelante.

Dependemos de los demás para continuar vivos. Un bebé podría sentir que no vale nada si sus necesidades no son importantes para los adultos, porque no son atendidas. Imaginar un bebé que llora y llora y no obtiene nada, aprenderá a relegar sus necesidades. En cambio, avanzará con seguridad en la vida en la medida en que se vaya haciendo con herramientas que le acerquen a la autonomía. Por todo esto decimos que la evolución se ha producido gracias al amor.

La importancia del apego y los vínculos

Fue John Bowlby, psicoterapeuta del siglo pasado, quien le llamó a esa relación inicial que iba a basar la estructura de seguridad de la persona para toda su vida “apego” o “vínculo afectivo”.

El apego es lo que permite al niño sobrevivir y para ello tiene que aprender a llamar para intentar cubrir sus necesidades básicas. Luego va a ir repitiendo el acercamiento a sus padres, lo que le permite calibrar la relación y sobre todo sentir la seguridad de que ellos van a estar ahí si algo sucede. Las formas de apego resultante pueden ser seguro, ansioso o ambivalente y evitativo o frío. El tipo de apego determina en el niño el conocimiento del mundo y la construcción de mapas de representación internos sobre los que plasmará sus significados. 

Un significado posible es: La vida es un lugar seguro para aprender y otro es no hacer las cosas bien es fracasar. 

Hay una relación directa entre independencia sana y buena construcción de vínculos al nacer y en la primera infancia. Que los padres reciban al niño de forma amorosa va a permitir que ese ser humano, futuro adulto consiga su propia autonomía o no. La dependencia del bebé en el inicio de la vida es parte de la condición biológica de todo ser humano: esta conexión emocional entre personas no es una cuestión de comprensión o empatía. Por el contrario, es una cuestión de biología, habla de vivir o morir.

¿Qué pasa cuando hay trauma?

Pero ¿qué pasa cuando hay padres que por sus propios traumas no han conseguido resolver los temas de sus vidas? ¿Cómo van a tener una relación sana de apego con sus propios hijos si no han tenido una relación sana de apego con ellos mismos?

Pongamos un caso: la pérdida de un padre ejemplifica esto a la perfección. Un niño pierde a su padre cuando tenía 10 años. Esta pérdida le impide sentir la seguridad de contar con el otro y de mantener una relación amorosa que le facilite el contacto con el mundo. Cuando esa pérdida no ha podido ser elaborada en su momento, probablemente le impida a la persona tener una relación sana con sus hijos. Quizás, incluso el resultado sea el de un padre ausente: como tuvo un padre ausente, es un padre ausente. No porque quiera, sino porque “estar” para su cerebro y su instinto de supervivencia, puede significar “pérdida”. 

¿Qué quiere decir esto? Que antes de que me abandonen, abandono yo.

¿Y qué pasará, por ejemplo, en los niños que tienen unos padres con una autoestima por los suelos? Si los padres no se valoran a sí mismos, ¿pueden aportar valor a sus hijos? ¿Pueden ayudarles a crecer con valor propio?

Cada uno de nosotros necesita obtener la seguridad para forjar los pilares de una  personalidad de forma sana. Si no lo conseguimos traducimos el mensaje a un “yo no valgo para mis padres”, o “si yo les decepciono como soy, ¿qué valor voy a tener?”

¿Cómo nos damos cuenta de la baja autoestima?

Porque el sentir de una persona con baja autoestima es el de creer que nunca conseguirá nada y que no vale lo suficiente para ser amado ni por él mismo.

Si de verdad te quieres, ¿porque soportas que te insulten, que te menosprecien? ¿Que te invaliden, que abusen de ti en muchos aspectos?

¿Te has sentido no reconocido, no merecedor de X, no válido para conseguir X, incapaz de hacer algo o de obtener algo en la vida?

¿Qué ocurre en ti cuando alguien te regala un cumplido? ¿Lo aceptas? ¿Te avergüenzas?

Siguiendo la idea de no tener autoestima y el mensaje de Antonio Porchia podemos introducir su frase completa: 

Cuanto menos uno cree ser, más soporta. Y si cree ser nada, soporta todo.  Antonio Porchia

Los síntomas también pueden aparecer en forma de enfermedad. Esto lo veremos en el siguiente apartado. 

Descodificación Biológica de la autoestima

La Descodificación Biológica nos guía hacia la manera en que se ha interpretado determinados eventos en la vida. Cuando éstos tienen la coloración o matiz de sentirte menos, no valer, no ser nada para nadie, ser menos que otros (comparación), vivir en desvalorización, te degradas, devalúas, te autodesprecias o sientes y crees que nunca llegarás a un resultado programado, hablamos de conflictos de rendimiento que en los humanos le podemos llamar baja autoestima

Son conflictos que sólo viven los humanos, ya que los animales sólo pueden vivir el resultado como conseguido o no conseguido, pero nunca se desvalorizan por ello. En una cacería, por ejemplo, un animal no logró cazar nada y sin embargo no se desvaloriza, sino que si puede pensar se debe decir: tengo que espabilar la siguiente vez. Ningún animal se desvaloriza. Los humanos sí, y llevamos una existencia como de arrastrar los pies por no sentir que somos únicos e irrepetibles. El tema central de la autoestima es la comparación, que podríamos decir es una comparación inútil.

En descodificación decimos: “Vayamos a ver lo que se puede reconocer que ha estado en el origen de una determinada conducta o comportamiento. Revisa el conflicto y busca tus puntos fuertes, y hacerlo aumenta los recursos que ya llevas dentro”. 

El hombre vive midiéndose y tiene que comprender en algún momento que no es medida de nada ni tan siquiera de sí mismo. (Porchia).

Síntomas o acciones en relación con la falta de autoestima

Algunos síntomas tienen que ver con no aceptar la imagen o tener una autoimagen distorsionada. Por ejemplo, Michael Jackson no aceptaba su color de piel y se ha dicho que padecía un Trastorno Dismórfico Corporal. Se trata de la no aceptación de las condiciones biológicas propias (peso, altura, biotipo, color de piel, etc.). El mismo trastorno que afecta a la mayoría de personas que tienen trastornos de la conducta alimentaria, como la anorexia, el sobrepeso, o que no pueden superar la tensión interna por no cumplir con un estándar y usan las adicciones como forma de calmarse. 

Reid Ewing, actor de Modern Family, hizo público que padece trastorno dismórfico corporal. Contó que desde los 19 años comenzó a someterse a múltiples cirugías estéticas porque nunca se veía “lo suficientemente bien”. A pesar de operarse repetidamente, su percepción corporal seguía distorsionada, por lo que revisaba su apariencia de manera obsesiva y se comparaba con fotos suyas tomadas desde muchos ángulos diferentes. Con el tiempo reconoció que el problema no estaba en su físico, sino en la forma en que su mente interpretaba su apariencia. 

Por su parte la actriz Megan Fox ha declarado que sufre TDC. Aunque es considerada un símbolo de belleza mundial, ella misma ha dicho que nunca ha logrado sentirse cómoda con su aparie

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Ángeles Wolder