La importancia de la actividad física será uno de los temas tratados en el simposio ‘Cáncer y Mujer: En la línea de salida’ el próximo 15 de marzo
E. M.
En el complicado camino de la lucha contra el cáncer, las mujeres enfrentan desafíos que van más allá de lo físico. La enfermedad no sólo impacta la salud, sino también la mente y el espíritu. Durante este proceso el ejercicio piueder ser un aliado fundamental antes y después de los tratamientos, ofreciendo beneficios que van más allá de la simple actividad física.
Esta será una de las cuestiones que se abordará en el simposio ‘Mujer & Cáncer: En la línea de salida’, previsto para el 15 de marzo de 2024. Como afirma su directora, la doctora Lucía González Cortijo, «el cáncer en la mujer tiene unas connotaciones diferentes en algunos casos. En primer lugar hay patologías oncológicas exclusivas de la mujer, como los cánceres ginecológicos y el cáncer de mama (éste también lo vemos en el varón, pero es excepcional). Y, en segundo lugar, hay otros tumores que, aunque sean comunes a varones y mujeres, presentan características biológicas específicas en la mujer, como algunos carcinomas de pulmón. Por otra parte, todos los aspectos que se refieren a la parte “no médica” del tratamiento son muy diferentes en la mujer, especialmente la parte estética, aunque también el ejercicio físico y la nutrición».
En la fase previa al tratamiento, el ejercicio desempeña un papel crucial en la preparación física y mental de las mujeres que se enfrentan al diagnóstico de cáncer. Numerosos estudios respaldan la idea de que una rutina de ejercicio regular puede mejorar la calidad de vida, reduciendo la fatiga y mejorando el estado de ánimo.
La práctica de actividades físicas no solo fortalece el cuerpo, sino que también contribuye a reducir el estrés y la ansiedad. Estos beneficios son especialmente valiosos en un momento en el que las preocupaciones y el miedo pueden abrumar a las pacientes. Además, el ejercicio puede ser una herramienta valiosa para mantener un peso saludable. La obesidad, en algunos casos, se ha relacionado con un mayor riesgo de cáncer. Por tanto, mantener un peso adecuado a través del ejercicio y una alimentación equilibrada puede ser una eficaz estrategia preventiva.
Los tratamientos contra el cáncer, como la quimioterapia y la radioterapia, pueden provocar efectos secundarios debilitantes. La fatiga, la pérdida de masa muscular y la disminución de la densidad ósea son solo algunas de las complicaciones que las mujeres pueden experimentar durante este período. En este contexto, la incorporación de una rutina de ejercicio supervisada por profesionales de la salud puede marcar la diferencia. Ejercicios de resistencia, flexibilidad y aeróbicos adaptados a las capacidades individuales pueden ayudar a contrarrestar algunos de estos efectos secundarios.
Asimismo, el ejercicio puede ser un pilar fundamental para mantener la movilidad y la independencia. La mejora de la fuerza y la resistencia contribuye a preservar la autonomía de las mujeres durante el tratamiento, permitiéndoles enfrentar las demandas físicas de manera más efectiva.
El final de los tratamientos no marca el final de la batalla, sino el comienzo de un nuevo capítulo. Aquí es donde el ejercicio juega un papel esencial en el proceso de recuperación y renovación.
La actividad física regular puede ayudar a mitigar los efectos a largo plazo de los tratamientos, como la pérdida de masa ósea y muscular. Ganar fuerza y la resistencia es vital para recuperar la vitalidad y la energía perdidas durante el tratamiento.
Hacer ejercicio no sólo implica la recuperación física. También desempeña un papel crucial en el bienestar mental y emocional. Muchas personas experimentan ansiedad y depresión después del tratamiento, y la actividad física ha demostrado ser una herramienta efectiva para mejorar el estado de ánimo y reducir el riesgo de recaídas emocionales. La participación en programas de ejercicios en grupo o clases adaptadas a supervivientes de cáncer puede ser especialmente beneficiosa. Estos entornos ofrecen apoyo social, comprensión mutua y un sentido de comunidad que contribuyen significativamente a la recuperación integral.
Es fundamental destacar que, tanto antes como después de los tratamientos, la supervisión profesional es esencial. La individualidad de cada caso y las variaciones en la respuesta al ejercicio requieren una atención personalizada. Profesionales de la salud, como fisioterapeutas y entrenadores especializados en cáncer, pueden diseñar programas adaptados a las necesidades específicas de cada paciente.
La seguridad y la salud son prioritarias, y la supervisión profesional garantiza que la actividad física sea beneficiosa sin generar riesgos adicionales. Además, la orientación adecuada puede ayudar a establecer metas realistas y sostenibles, evitando la frustración y fomentando la perseverancia.