Calendario de Adviento 2024. Día 12: el profeta - Noelia Jiménez

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PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías (41,13-20):

Yo, el Señor, tu Dios, te tomo por la diestra y te digo: «No temas, yo mismo te auxilio». No temas, gusanillo de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio -oráculo del Señor-, tu libertador es el Santo de Israel. Mira, te convierto en trillo nuevo, aguzado, de doble filo: trillarás los montes hasta molerlos; reducirás a paja las colinas; los aventarás y el viento se los llevará, el vendaval los dispersará. Pero tú te alegrarás en el Señor, te gloriarás en el Santo de Israel. Los pobres y los indigentes buscan agua, y no la encuentran; su lengua está reseca por la sed. Yo, el Señor, les responderé; yo, el Dios de Israel, no los abandonaré. Haré brotar ríos en cumbres desoladas, en medio de los valles, manantiales; transformaré el desierto en marisma y el yermo en fuentes de agua. Pondré en el desierto cedros, acacias, mirtos, y olivares; plantaré en la estepa cipreses, junto con olmos y alerces, para que vean y sepan, reflexionen y aprendan de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel lo ha creado.

Salmo Sal 144,1.9.10-11.12-13ab

R/. El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad.

V/. Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás. El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. R/.

V/. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles. Que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. R/.

V/. Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad. R/.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,11-15):

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:

«En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.

Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo.

El que tenga oídos, que oiga».

***

El domingo tuve la suerte de estar en la Procesión Magna de Sevilla y ver al Jefe llenando de su Gran Poder las calles hispalenses. Cuando estaba enfilando la entrada a su basílica, de vuelta del recorrido extraordinario, le pedí lo que tantas otras veces: que me diera fuerzas para hacer su voluntad… y que, si fuera posible, me diera señales claras de cuál es su voluntad en cada momento.

Sí, ya sé que están los mandamientos, los evangelios, mil textos piadosos, homilías en las misas diarias, catequesis variadas… pero hay muchos momentos en el día a día en los que no tengo ni idea de qué quiere el Jefe de mí, por qué me ha puesto aquí y qué espera que yo haga.

Cuando leo el evangelio de hoy me puedo imaginar al pueblo de Israel buscando al profeta en cada rostro con tanta ansiedad que, cuando tuvieron delante a Juan el Bautista, no fueron capaces de reconocerlo. Vamos, que muchos ni siquiera fueron capaces de reconocer al propio Dios hecho hombre en Jesús.

Y a mí eso me aterra, la verdad. Me aterra tener delante al Señor y no darme cuenta de su presencia. Me aterra que me esté mandando un mensaje claro y yo tenga los oídos taponados de soberbia y no me entere de nada. Me aterra estar sorda y ciega para Él.

Tener los ojos, los oídos y, sobre todo, el corazón abiertos exige pausa. Calma. Exige dedicar un rato diario a mirarse por dentro y apartarse de la sobreestimulación de fuera.

Me cuesta.

Pero voy a intentarlo.

No quiero que esta Navidad el Jefe me pase por delante y yo esté mirando hacia lucecitas de oropel.

Obra: Adoración de los pastores, Fray Juan Bautista Maíno (1612-1614), ©Museo Nacional del Prado, Madrid.

Asesoramiento artístico: Conchy González-Pecellín

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Noelia Jiménez