María, una fisioterapeuta de Madrid, se embarcó hace unos meses en una de sus mayores aventuras, viajar hasta NPH República Dominicana para ser voluntaria y ayudar a los niños y niñas con discapacidad a través de su terapia. Aquí nos cuenta su testimonio, sus desafíos y como esta etapa le está cambiando la manera de ver el mundo.
Desde pequeña, María soñaba con dedicar su tiempo y habilidades a los demás. Ese anhelo la llevó a dejar atrás la vida frenética de Madrid para embarcarse en un año de voluntariado en NPH en República Dominicana. Allí trabaja como fisioterapeuta en el hogar San Marcos.
La casa San Marcos no es solo un hogar para los niños residentes; es también un centro terapéutico que ofrece atención gratuita a personas con discapacidad de comunidades cercanas, muchas de las cuales no tienen acceso a servicios de calidad. Desde su llegada, María ha sido parte integral de esta misión.
“Este voluntariado me ha enseñado lo que realmente importa: las personas, los cuidados y la comunidad“, relata. Además, resalta la dedicación del equipo local, especialmente de las “tías” que cuidan a los niños con devoción, como si fueran de su propia familia.
Una rutina dedicada al cuidado y la inclusión
Cada mañana, María comienza su jornada con los “buenos días“, una actividad que incluye canciones y pictogramas para estructurar el día de los niños. Luego, evalúa la situación clínica de cada residente y organiza terapias personalizadas en la sala especializada o en la piscina terapéutica. Entre risas y esfuerzo, la conexión con los niños se fortalece cada día.
Después del almuerzo compartido con terapeutas locales y otros voluntarios, María dedica su tarde a atender pacientes externos y niños del programa residencial de NPH que por las mañanas asisten a la escuela. Al caer la tarde, disfruta de tiempo con los demás niños y niñas de NPH, ayudándolos con tareas, participando en actividades o simplemente charlando. Este ritmo diario le permite no solo trabajar desde su profesión, sino también integrarse como parte de la gran familia que es NPH.
Los desafíos y aprendizajes
El trabajo en San Marcos no está exento de desafíos. Uno de los más significativos para María ha sido la falta de información médica previa sobre los niños con quienes trabaja. “En España, la asistencia sanitaria desde el nacimiento es de muy buena calidad. Aquí, en cambio, te enfrentas a alteraciones muy complejas que no son atendidas hasta etapas avanzadas“, explica.
Otro desafío emocional ha sido conocer las historias de vida de los niños antes de llegar a NPH. “Sus relatos de abandono y maltrato te encogen el corazón, pero a la vez te inspiran a devolverles, aunque sea un poco de los cuidados y el cariño que merecen“.
Este balance entre lo difícil y lo gratificante ha permitido a María redescubrir la importancia de la comunidad, la solidaridad y las relaciones humanas.
La discapacidad en República Dominicana: una realidad que necesita apoyo
En un país donde el acceso a terapias y servicios especializados para personas con discapacidad es limitado, el programa de discapacidad de NPH marca la diferencia. Ofrece atención gratuita, promueve la inclusión y transforma vidas. Sin embargo, este esfuerzo necesita manos y corazones solidarios que se sumen a la causa.
“Para otras personas que estén pensando hacer un voluntariado les animo a que lo hagan, ya que aunque sea una experiencia difícil, es altamente enriquecedora.” – destaca María. – “El poder vivir dentro de esta comunidad, que es como una gran familia, y todo el amor alrededor del proyecto hace que sea una experiencia muy difícil de explicar y que hay que vivir.“