Los agricultores afrontan un cambio histórico en la forma de manejar sus cultivos y de producir alimentos. Nuevas regulaciones de mayor o menor intensidad, desde Europa hasta EE.UU. o Latinoamérica, persiguen una agricultura sostenible respetuosa con el medio ambiente, rentable y socialmente comprometida con el territorio. Una transformación a la que los agricultores deben adaptarse, pero ¿cómo hacerlo? ¿De qué herramientas disponen?
El avance de la agricultura en el último siglo ha permitido incrementar exponencialmente la producción (un 300-400% más) para alimentar a una población creciente que superará los 9.000 millones a mediados de siglo. Pero este crecimiento no ha sido a coste cero. La agricultura en su conjunto asume más del 20% de las emisiones de gases de efecto invernadero y el consumo del 70% del agua del planeta.
Por ello, los países están trabajando para que la agricultura evolucione hacia un modelo más sostenible y sea también una gran fuente de absorción de CO2. ¿Cómo lo están haciendo? Te lo contamos todo a continuación.
La apuesta tecnológica de EEUU
El departamento de agricultura de EE.UU. (USDA) ha puesto en marcha la Agenda de Innovación Agrícola con la que persigue aumentar la producción (hasta un 40%) y, a la vez, reducir la huella ambiental agrícola (-50%) a partir de la tecnología y la innovación agronómica. El plan trata de mejorar los procesos, en lugar de aplicar restricciones, para que los cultivos alcancen todo su potencial gracias a la digitalización, la automatización o la inteligencia artificial. Pero también se pretende que los agricultores tengan una relación más natural con sus campos de cultivo con la utilización, por ejemplo, de microorganismos beneficiosos que contribuyen a aprovechar al máximo los recursos y mejorar la rentabilidad.
En este contexto, la propia USDA ha incluido a Utrisha™ N, el producto para la fijación de nitrógeno a base de microbios también denominado BlueN™ en algunos mercados, como el primer bioestimulante dentro del USDA Agricultural Marketing Service Process Verified Program (PVP).
El “menos es más” de Europa
Reducir. Es el verbo que se conjuga en Europa. La estrategia Farm To Folk, de la Granja a la Mesa, es el núcleo esencial del Pacto Verde Europeo, cuyo objetivo es disminuir la dependencia de plaguicidas y fertilizantes sintéticos para aumentar la superficie ecológica, mejorar el bienestar animal y revertir la pérdida de biodiversidad. En resumen, reducir la huella ambiental y climática del sistema alimentario europeo. Para ello, la Unión Europea se ha marcado objetivos muy concretos para 2030: reducir a la mitad el uso de los plaguicidas más peligrosos y que la agricultura ecológica ocupe el 25% de la superficie agrícola.
Uno de los aspectos relevantes incluido en las diferentes estrategias y documentos europeos es la consideración del suelo como un recurso esencial y no renovable para la agricultura. El suelo, fundamental en la captura y almacenamiento de carbono, en la regulación del agua y el ciclo de nutrientes, se enfrenta a grandes retos como son la erosión, la desertificación, la pérdida de materia orgánica y de biodiversidad. La agricultura del futuro, por tanto, debe ser una aliada del suelo agrícola, favorecer su salud y mejorar poco a poco sus propiedades, en lugar de avanzar en su degradación.
Latinoamérica, esencial para la sostenibilidad ambiental
Como mayor exportadora neta de alimentos, América Latina y el Caribe juegan un papel protagonista en el suministro mundial y en la estabilización de los precios internacionales. La región es la mayor proveedora de servicios ecosistémicos del planeta y, por lo tanto, su rol es fundamental para la sostenibilidad ambiental, la estabilidad del clima y la mitigación de los efectos del cambio climático. Al final, los resultados positivos en sus tierras de cultivo y en el ambiente son los que motivan a los agricultores a adoptar prácticas sostenibles. Pero la adopción de mejores prácticas agrícolas y el uso de nuevas tecnologías más eficientes no dejan de ser un desafío global.
Proteger la salud del suelo, reducir el consumo de agua…
Ante esta situación, la clave pasa por agricultores eficaces que reducen su impacto ambiental, también los costes de producción y, a la vez, consiguen maximizar su producción y sostener la producción de alimentos. Probablemente, una de las mejores herramientas estratégicas ya disponible que contribuye a afrontar con éxito los retos de la agricultura sostenible consiste en el uso de microorganismos beneficiosos que mejoran los cultivos. Estas son solo algunas de las ventajas:
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- Nitrógeno disponible para los cultivos. Ciertas bacterias pueden convertir el nitrógeno atmosférico en asimilable para las plantas, lo que permite reducir el uso de fertilizantes nitrogenados sintéticos.
- Descomponen la materia orgánica. Liberan así nutrientes esenciales para las plantas, mantienen la fertilidad del suelo y mejoran su estructura.
- Reducción del CO2. Algunos microorganismos, como por ejemplo los hongos micorrízicos, ayudan en la reducción del CO2 en la atmósfera gracias a que consiguen que las plantas extraigan mayor cantidad de este de la atmósfera. A través de estos hongos, el carbono pasa al suelo, donde acumulado durante periodos largos de tiempo ayuda a mitigar el aumento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera.
- Promotores del crecimiento. Algunas bacterias y hongos pueden formar asociaciones simbióticas con las raíces, como las micorrizas. Estas asociaciones mejoran la absorción de agua y nutrientes, esencial en condiciones de estrés hídrico.
- Agentes de control biológico. Por competencia, controlan el crecimiento de las poblaciones de patógenos y depredadores dañinos. Una fórmula sostenible para reducir la necesidad de pesticidas químicos.
Microorganismos eficaces para una agricultura sostenible
En un momento de transformación como el actual, los microorganismos beneficiosos se convierten en aliados estratégicos para alcanzar el modelo de agricultura sostenible que compatibiliza el cuidado de la naturaleza y la protección de los suelos agrícolas con una producción rentable para el agricultor.
La aplicación de nuevas tecnologías debe complementarse con el aprovechamiento eficaz de los recursos de suelo, agua y nutrientes permitiendo su regeneración e impidiendo su agotamiento.
Para ello, desde Symborg ponemos a disposición de los agricultores soluciones biológicas exclusivas basadas en microorganismos y biomoléculas.
Algunas de estas soluciones son las basadas en el hongo micorrízico Glomus iranicum var. tenuihypharum, capaz de establecer una relación simbiótica con el cultivo, con interesantes beneficios: la planta aumentará su sistema radicular y mejorará el proceso de fotosíntesis, incrementando la captura de CO2, con un uso más eficiente del agua (WUE) y los nutrientes (NUE).
Mira este ejemplo: cada hectárea de cereal aplicada con Glomus iranicum var. tenuihypharum equivale a reducir las emisiones de CO2 al año de 450 coches. Si, además, cada hectárea de cereal del mundo fuera tratada con Glomus iranicum var. tenuihypharum, equivaldría a reducir las emisiones de CO2 al año equivalentes a las de 30 veces la ciudad de Nueva York.
Por otro lado, también tenemos la solución VitaSoil, complejo microbiano a base de microorganismos rizosféricos seleccionados que, incrementando la población microbiana de los suelos agrícolas, también consigue mejorar la eficiencia en el uso de agua y nutrientes, aumentar la captura de CO2, y muchos otros beneficios.
¿Quieres conocer mejor nuestras soluciones para una agricultura sostenible?