Me importas - RICOMS

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“«Gracias por sanarme los ojos del corazón». Cuando eras más joven, lo recibías como un halago. Los años te han hecho comprender sin palabras que no se trata de algo que suceda por ti. Es la Vida la que obra esos pequeños milagros.”

María Dolores Braquehais Conesa, Me importas (II/24)

Un libro altamente recomendable es el escrito por la Dra. Braquehais con el subtítulo: “Un testimonio de psiquiatría Viva”. En esta obra se relatan con exquisita sensibilidad algunas historias reales de tratamiento en las que se resalta la imprescindible relación médico-paciente.

También pone en valor el reconocimiento ─ya señalado por el psicólogo Ángel Martínez Rodríguez─ tanto en el sentido sanitario de la expresión médica como en el psicológico del encuentro terapéutico entre dos seres humanos, cada uno con su historia y circunstancia. Todos necesitamos ser valorados-reconocidos y, aún más, cuando nuestro estado de salud está deficitario.

El título del libro responde a una cuestión básica para el paciente: ¿qué significo yo para el profesional que me atiende? Tradicionalmente se consideraba al médico un miembro especial de la familia y su papel era debidamente valorado y retribuido. En Psicoterapia se estableció igualmente dicho acuerdo y aquí recordamos la anécdota referida por el Dr. Ortega Bevia cuando dialogaba con un paciente sobre el pago de las sesiones realizadas en el ámbito de la consulta particular. El psiquiatra psicoterapeuta se reconocía como un mero “mercenario”, pues cobraba por su trabajo, a lo que el paciente le respondió con afecto que era “el mejor mercenario” que nunca había tenido. Vemos que en este caso el reconocimiento fue mutuo y claramente explicitado.

Pero esto introduce otra clásica y discutida pregunta: ¿Qué cura en psicoterapia la técnica o la relación? Los abajo firmantes somos defensores acérrimos de la unidad personal mente-cuerpo, no puede entenderse una separada de la otra; igual ocurre con la cuestión citada de técnica o relación.

La técnica sin la sana relación terapéutica conduce a lo que en el toreo se denomina “una faena de aliño”, rutina de valiosos recursos sin interés por la persona. En otro símil práctico diríamos que es, estando solo, montar un mueble con la hoja de instrucciones. Mejor lectura sería una buena poesía como “If” de Rudyard Kipling, aunque tardásemos más tiempo que con el manual de instrucciones, seguro que servirá en muchos otros ámbitos.

En la segunda posibilidad, en el caso de privilegiar sólo la relación con carencia de conocimientos técnicos, predomina un voluntarismo activista en el que la persona se agota irremisiblemente. En palabras de una buena psiquiatra y amiga sería un “Tú dame soluciones que yo te daré problemas”. La necesidad de poseer conocimientos técnicos es innegable y, con ironía, puede decirse que la Psicoterapia a quien sirve verdaderamente es al profesional que la práctica, ya que le permite ocuparse con calma de su labor de ayuda, sin desgaste inútil, mientras oye y conoce cosas terribles sucedidas a su interlocutor.

Resumamos nuestro punto de vista, consideramos por todo lo referido que la disyuntiva “técnica o relación” es simplemente falsa, las dos son necesarias. Sin pasión por los otros somos meros robots carentes de alma, imposibilitados para el verdadero encuentro. En la segunda opción, el predominio del interés en una relación dirigida por personas sin técnica que carecen de formación reglada ─“terapeutas natos”─ negamos la mayor. Consideramos que sí poseen una técnica, pero ésta se halla tan integrada en su personalidad que, como los buenos artistas, la realizan de forma espontánea y absolutamente inconsciente, lo que les permite disfrutar y ser útiles con los demás.

Ofrecemos para los lectores un tema de discusión que, lejos de agotarse, da para una enciclopedia. Pero aquí debemos despedirnos y queremos dejarles un buen sabor de boca con las palabras del escritor estadounidense Charles Dudley Warner, amigo de Mark Twain, cuando afirma:

Una de las bellas compensaciones que ofrece la vida es que nadie puede tratar sinceramente de ayudar a alguien sin que a la vez se ayude a sí mismo.”

 Recordémoslo para sumar a la buena técnica la imprescindible dosis de pasión por la persona que confiadamente solicita ayuda y realmente nos importa.

Dr. Manuel Álvarez Romero, Médico Internista

Dr. José Ignacio del Pino Montesinos, Médico Psiquiatra

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Manuel Fernández