Continuamos con el análisis al discurso de Donald J. Trump en su inauguración como 47º presidente de los Estados Unidos de América para extraer las lecciones más relevantes en términos de comunicación y oratoria que puedes aplicar en tus presentaciones e intervenciones.
En esta segunda aproximación al discurso (queda una tercera), vamos a analizar dos de las cuestiones más relevantes en la persuasión y liderazgo: la comunicación no verbal y la comunicación emocional.
La psicóloga de Kairós Comunicación, Teresa Pascual, indica que cuando nos referimos a comunicación no verbal hablamos de una parte del discurso tan importante o incluso, a veces más, que las propias palabras. De hecho, Albert Mehrabian ya afirmaba que, cuando se da una incongruencia entre el mensaje verbal y el no verbal, tendemos a hacer más caso a este último. Para este caso, cuando hay disonancia entre una cosa y otra, destaca de este autor la regla 7-38-55, sugiriendo que la comunicación interpersonal es solo el 7% (información transmitida por palabras), el 38% corresponde al tono de voz y el 55% corresponde al lenguaje corporal.
Por otro lado, Teresa Pascual destaca el papel relevante que juega la comunicación emocional en cuanto a discursos políticos se refiere. En este sentido, el lingüista y filósofo George Lakoff discute el papel que juegan las emociones en la política, sobre todo con el uso de metáforas y de un lenguaje con alta carga emocional para comunicar su mensaje, todo ello para generar marcos que conecten con los valores del púbicos y con sus experiencias.
En este contexto destaca una de las notas características de los discursos de Trump: su comunicación emocional. Para ello, se apoya en sus palabras y mensajes, así como en su comunicación no verbal para generar un mayor impacto emocional para conectar con sus seguidores.
Vamos a analizar estas cuestiones continuando el numerario del artículo anterior:
4. Comunicación emocional
Tradicionalmente, se ha dado más importancia a la racionalidad que a la emoción. Eso es precisamente lo que hizo Kamala Harris en su campaña. Sin embargo, Trump es absolutamente lo contrario. Y teniendo en cuenta que somos seres emocionales, que razonan, conseguir conectar emocionalmente con una audiencia (ya sea en el ámbito político, profesional, personal, etc.) es una importante ventaja.
Ahora bien, para que las emociones sean eficaces en el discurso político, es fundamental que se adecuen al contexto real que se está viviendo, o que los electores conciban como tal. En este sentido, Trump utiliza una estrategia denominada framing para crear un contexto o encuadre del debate político en el que las emociones que le interesa generar tienen mayor eficacia.
En este sentido, Lakoff en su libro “No pienses en un elefante” ha profundizado en la política del encuadre o“framing como una herramienta de comunicación política. En su obra -en la que analiza principalmente al partido republicano- analiza la capacidad para establecer los términos de debate de los asuntos más importantes sobre los que se pone el foco y conseguir definir así un marco mental estricto que limite el debate y contribuya así a lograr más apoyos y victorias, dado que las decisiones se toman influidas por ese marco.
Además, Lakoff organiza o divide la política de los dos principales americanos en torno a dos modelos: el padre protector, que atribuye al partido progresista, y el padre estricto que identifica con el partido conservador. En este sentido, el discurso de Trump encaja a la perfección con esta tesis: un marco limitado a los temas que más interesan al republicano, y un discurso de protección. Todo ello aviva las emociones y sentimientos de ira, miedo, indignación y, posteriormente, entusiasmo, esperanza y protección.
Al igual que su campaña, en el discurso de investidura, Trump avanza de emociones de valencia negativa (desagradables) a emociones de valencia positiva (agradables). En la primera parte del discurso -dejando al margen el exordio inicial- se centra en generar un marco de rechazo a la situación y a los que él señala como culpables de la misma, promoviendo esas emociones negativas. La segunda parte del discurso, por contra, se centra en erigirse como solución a esa situación, aludiendo en todo el momento al patriotismo, al orgullo americano, tratando de generar seguridad, entusiasmo, esperanza y protección.
En este sentido, las emociones negativas son más efectivas en el corto plazo, y las positivas en el medio para mantener los efectos que desencadenan. De este modo, Trump juega a provocar emociones negativas que buscan generar la voluntad de encontrar una solución inmediata, e inmediatamente después evoca a unas emociones positivas que mantienen el apoyo de sus seguidores durante más tiempo.
Además de estos marcos mentales, Trump también utiliza palabras (power words) para aumentar la intensidad y el impacto de las emociones y sentimientos que pretende provocar. Hay muchos ejemplos en el discurso, pero por cuestiones lógicas de espacio, vamos a poner simplemente algunos de ellos:
Para reforzar sentimiento de seguridad, Trump no dice “vamos a solucionar esta situación”, dice “aunque los retos a los que nos enfrentamos son abundantes, serán aniquilados por este gran impulso que el mundo está presenciando ahora en Estados Unidos de América”. Como vemos, el verbo utilizado “aniquilar” tiene una importante carga emocional.
También, para reforzar emociones negativas respecto a los anteriores gobiernos a los que él responsabiliza de la situación, se refiere a ellos como “establishment radical y corrupto” y que su elección “es un mandato para revertir completa y totalmente una horrible traición”. Habla de corrupción, radical, traición, etc. Palabras con carga emocional muy elevada.
Por otra parte, también utiliza las palabras para inducir al orgullo de sus electores: “América reclamará su legítimo lugar como la nación más grande, más poderosa y más respetada de la Tierra, inspirando el asombro y la admiración del mundo entero […] Soñaremos con audacia y nada se interpondrá en nuestro camino porque somos estadounidenses […] La ambición es el alma de una gran nación. Llevaremos la bandera de EEUU a Marte”.
Otro gran ejemplo de comunicación emocional es aludir a Martin Luther King, en el día en el que se conmemoraba su recuerdo, diciendo que iban a trabajar porque su sueño se haga realidad. Trump aprovecha uno de los discursos más emocionales “I have a Dream” para anunciar una de sus políticas con la misma terminología aprovechando de manera magistral las oportunidades del contexto.
Para cerrar este apartado, aludimos a otra gran técnica que lleva a cabo para generar impacto y más emoción: personalizar para hacer visual su mensaje. Al hablar de los incendios de los ángeles, no solo dice que son devastadores, sino que algunas de las personas que tiene detrás se han quedado sin casa. Lo que hace a su audiencia ver el mensaje que está dando el orador, no solo imaginarlo, lo cuál es mucho más efectivo.
5. Comunicación no verbal
Tal y como ha destacado nuestra psicóloga, Teresa Pascual, al inicio del artículo, en cualquier acción comunicativa intervienen el componente verbal y no verbal: el verbal se encarga de transmitir información a través de las palabras. El no verbal a través de gestos, postura, voz, etc.
Según resaltamos en el anterior artículo, en este discurso Trump está muy encorsetado por la formalidad del acto y porque se limita a leer del teleprompter todo el discurso. Contrasta con el resto de intervenciones en las que improvisa, en las que desata su comunicación no verbal y conecta de forma mucho más directa con su audiencia.
En el anterior análisis pusimos de ejemplo el vídeo en el que se estropea el teleprompter y la diferencia que hay del antes, al después. En este vamos a resaltar dos párrafos exactamente iguales que da en este discurso inaugural, y en un mitin en Nueva York en campaña electoral. En ambos se puede apreciar que, pese a que el texto que lee es el mismo, hay una diferencia notable de entonación, ritmo y demás cuestiones de uno a otro.
Esto tiene su explicación porque el objetivo del orador en un mitin político es generar mayores emociones en su audiencia por lo que aumenta el uso de su comunicación no verbal para que, valiéndose del efecto de las neuronas espejo, aumente la reacción provocada.
- Mitin Nueva York: minuto 2:17:00
- Discurso inauguración: minuto 0:26:50
Además, en el mitin de Nueva York, a partir del 2:18:00 se aprecia la repetición de estructuras, muy típica de Trump, para dar fuerza a su mensaje y aumentar la intensidad de las emociones y sentimientos que provoca.
En cuanto a la comunicación paralinguística (volumen, velocidad, tono, ritmo, pausas, énfasis) es más o menos monótona en este caso. Al tratarse de un contexto formal, no exagera con la voz sino que lo hace con la boca al remarcar en exceso cada palabra. Como queriendo que quede más claro. Esto le da más fuerza e importancia a lo que está diciendo.
En cuanto a la kinesia (postura, gestos, expresión facial) solo destaca, como siempre en él, un gesto serio y ceño fruncido, para tratar de reforzar esas emociones negativas de ira y enfado. Solo sonríe al principio, tras decir la primera frase “La edad de oro de América comienza ahora”, para acompañar ese mensaje positivo de esperanza.
Además de ese ceño fruncido, de esa exageración en la pronunciación para dar fuerza a las palabras, hay dos momentos en los que sí se aprecia una leve variación: inicio y final.
En el inicio: como dijimos en el anterior artículo, arrastra las palabras y eleva ligeramente el tono para dar más énfasis e importancia a su mensaje principal, dejando un silencio después para dar tiempo a generar impacto. En el final: en los últimos minutos, hace lo mismo, va elevando poco a poco el ritmo y el volumen -ligeramente- hasta el corolario final que recupera la idea inicial: “La edad de oro de EEUU ya ha comenzado”.