Orgullo LGBTQIA+ y autista: vivir con orgullo en la interseccionalidad - Specialisterne Spain

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Por Ender Night, Specialisterne USA

El Mes del Orgullo es una oportunidad para celebrar, visibilizar y compartir en comunidad. Pero también es un buen momento para hacer una pausa y reflexionar: no solo sobre lo que hemos recorrido, sino sobre cómo avanzar de forma que todas las personas tengamos un lugar.

El Orgullo como espejo

En mi experiencia, el Orgullo nunca ha sido algo que se pueda definir con una sola etiqueta. Soy autista. Formo parte de la comunidad LGBTQIA+. Camino por el mundo con identidades que no siempre son visibles, y que tampoco encajan en las expectativas que muchas personas tienen. Durante mucho tiempo he guardado silencio sobre esas identidades. No porque no me sintiera orgulloso, sino porque no siempre estaba seguro de que el entorno fuera seguro para mostrarlas. Aprendí que no es lo mismo estar a salvo que sentirse bienvenido.

A menudo, “paso” por alguien que no es neurodivergente, y se me suele percibir como un hombre cisgénero y heterosexual. Esa percepción me facilita ciertas cosas en los espacios públicos: una especie de aceptación que se basa en suposiciones, no en una comprensión real. Y aunque sé que eso es un tipo de privilegio, también puede convertirse en un límite. Porque, cuando creen que ya saben quién eres, dejan de mirar más allá.

He sentido muchas veces la presión de reprimir partes de mí, de no destacar, de no “hacer ruido”. No porque me avergonzara, sino porque dudaba de que existiera un espacio donde mostrarme al 100%. Es extraño sentirse visto y a la vez invisible. Y sé bien lo solitario que es vivir filtrando quién eres, como si solo se permitiera mostrar una pequeña parte de ti.

Poner en práctica la interseccionalidad

Pero también he vivido lo contrario. He visto lo que ocurre cuando las personas pueden mostrarse tal y como son. He visto a amistades y compañeres brillar en entornos donde no tenían que elegir entre ser elles mismes y ser aceptades. He sentido lo liberador que es no tener que modificar tu forma de hablar, de moverte o de expresarte solo para que te entiendan.

De eso va realmente la interseccionalidad: no solo de aceptar que las personas somos complejas, sino de crear espacios —especialmente en el ámbito laboral— donde esa complejidad tenga un lugar. Porque las personas no vivimos en compartimentos. Somos muchas cosas a la vez. Y, cuando una empresa, una política o una comunidad solo se enfoca en una parte de nuestra identidad, deja fuera a muchas personas.

Apoyar la neurodivergencia pero ignorar la identidad de género, o reconocer la raza de alguien pero pasar por alto su discapacidad, sigue siendo incompleto. Nadie debería sentirse partido en pedazos para poder encajar.

La interseccionalidad no trata solo de cómo se cruzan las identidades, sino de entender que cada una de ellas, por sí sola o en combinación, merece ser vista, respetada y acompañada.

He aprendido lo valioso que es crear espacios donde no se exija encajar en un molde para sentirse parte de algo. Hay personas que se comunican de manera diferente, que se expresan o se mueven por el mundo rompiendo lo que se considera “normal”. Y en lugar de ser valoradas por eso, muchas veces son incomprendidas o descartadas antes de poder mostrar todo lo que tienen para ofrecer.

Pero la verdad es que esas diferencias son justo lo que hace más fuerte a un equipo. Cuanto más nos alejamos de la idea rígida de quién “encaja bien”, más espacio damos al talento, la creatividad y la autenticidad en todas sus formas.

Por eso la interseccionalidad es tan importante, especialmente a la hora de contratar. Porque una inclusión que solo contempla una parte de la persona no es una inclusión real. Cuando abrimos espacio para que la gente sea vista y apoyada tal como es —con todas sus capas, o incluso con una sola que ha sido incomprendida— ganamos todes.

Cuando la inclusión es real

Y por eso también valoro tanto mi trabajo en Specialisterne.

Desde septiembre de 2024, formo parte de un equipo que no solo habla de inclusión: la practica. Aquí no me han pedido que me oculte ni que elija la versión más “segura” de mí. No he tenido que fingir ni justificarme de más. Todas mis formas de ver, sentir y expresarme han sido recibidas con respeto.

Por primera vez en un entorno profesional, he sentido que no tenía que ganarme el derecho a pertenecer. Y eso ha transformado la manera en que me presento, no solo en el trabajo, sino en todos los aspectos de mi vida.

Ese tipo de inclusión no debería ser una excepción. Y no se necesita una revolución para lograrla: basta con tener una verdadera voluntad de comprender, la flexibilidad para adaptarse, y la disposición a hacer mejores preguntas. Cuando la interseccionalidad está presente desde el inicio, no solo se benefician unos pocos: se construyen mejores entornos para todes.

Vivir con orgullo, ser completamente une misme

Mi orgullo —tanto por formar parte de la comunidad LGBTQIA+ como por ser neurodivergente— tiene que ver con vivir completo y sin disculpas. Con recuperar las partes de mí que solía esconder y darme cuenta de que nunca fueron un problema. Con abrir camino para mí y para otres, para poder ocupar nuestro lugar con totalidad.

Este Mes del Orgullo pienso en todas las personas que han tenido que amoldarse a definiciones estrechas de lo que significa pertenecer. Personas a las que les dijeron que eran demasiado intensas, demasiado complejas, o poco profesionales. Personas que solo han sido toleradas cuando merecían ser celebradas.

Y, aún así, tengo esperanza. Porque he visto lo que ocurre cuando los espacios de trabajo abrazan la complejidad, cuando no se “gestionan” las identidades sino que se respetan, y cuando se confía en que cada persona puede mostrarse como realmente es.

Ese es el tipo de espacio que todes merecemos: uno que reciba y valore a las personas con todas sus identidades, tanto si se cruzan de forma compleja como si simplemente nunca han tenido un lugar donde ser plenamente elles mismes. El Orgullo va de honrar todas nuestras formas de ser, y de asegurarnos de que nadie tenga que dejar una parte de sí misme fuera para poder pertenecer.

Porque cuando las personas pueden mostrarse de forma plena, todo cambia —para elles y para los espacios que habitan.

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