Crítica de "Rabia" a partir de la novela de Sergio Bizzio - Masteatro

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«Rabia» a partir de la novela de Sergio Bizzio

Teatro de la Abadía. 19 de septiembre de 2023, Madrid.

Érase una vez la impotencia de Carlos Herrera Carmona

Sin luz casi, y de no ser por su cabellera pelirroja, el intérprete se camuflaría por completo con la escena, con sonidos apenas perceptibles que le sirven de guía para saber lo que puede estar ocurriendo en un exterior cuya zarpa, a toda costa, evita. El intérprete, al transmitir su historia, al cumplir su cometido, parece emular, sin llegar a serlo, al personaje principal de la trama que va desplegando: José María (también conocido como María) es un asesino que habita en la mansión de los Blinder donde su novia, Rosa, trabaja como mucama para esta familia burguesa. María es una rata más del domicilio. Su misión es no ser visto por nadie, ni siquiera por Rosa. Y como dicho roedor, María se moverá de la manera más silenciosa y más furtiva que le sea posible por corredores y estancias a modo de voyeur a fin de no ser descubierto y de poder controlar los movimientos de su novia y, por ende, de los demás habitantes

Este montaje ha surgido a partir de Rabia, una novela que firma Sergio Bizzio.También la obra de Bizzio ha llegado a la gran pantalla. Muchas de sus novelas lo han hecho, y se afirma que con éxito. Se trata pues de un autor de renombre de las letras argentinas. Según cuenta el propio Tolcachir, fue el propio Mayorga quien le sugirió la idea para que hiciera Rabia él mismo ante el deseo tenaz del argentino de querer hacer la novela en forma de teatro y saltar así al abismo junto a Lautaro Perotti, codirector de la pieza. Ahora llega su texto a las tablas del Abadía. Noventa minutos honrando al templo de la Palabra. Sólo estará ella en la garganta de Tolcachir quien la habrá de proyectar a modo de audiolibro en busca de nuestros oídos para insertarnos bien adentro su mensaje. El Érase una vez se puede vislumbrar en la primera aparición del intérprete en el escenario, a hurtadillas, medrando, aprovechando que la luz de sala se mantiene unos segundos más para que algunos espectadores maleducados se despidan de sus contactos por whatsapp y para que se acomoden aquellos que sin pudor se han retrasado. – ¿Quiénes son los intrusos ahora…? – El actor nos observa, unos minutos, y luego éste pasa a ser juglar listo para emitir su cuento, listo para el abordaje. Un cuento donde lo macabro, lo desagradable forman una amalgama con la angustia, con la impotencia a cuatro manos. Quizás la rabia del título esté entre las hebras de esta urdimbre, como la presencia de María en la casa. Kafka podría ser uno de estos hilos. O Hitchcock o Mrs. Highsmith. Puede que el intenso efecto narrativo que campea por la escena reste vibraciones al mensaje; lo omnisciente impide el pulso que el pensamiento suele mantener con el corazón, base sinigual del soliloquio. De ahí la mirada fija y perenne de Tolcachir con el respetable, de ahí su tensar la cuerda de acero, para que no se diluya la sintaxis. No hay lugar para aspavientos, sólo para un temor contenido – ¿del intérprete o de María? – de que la familia Blinder pueda oír la información del intruso/fantasma/rata; o de que Rosa sorprenda a su novio en la casa, algo que desconoce. También ella se convertirá en un espejismo para el matador. No busquen olas gigantes en el transcurso de la representación que sirvan de alerta del temporal. Las sorpresas, los giros, suceden como si nada, como si todo. El tempo es el que es, al igual que el esfuerzo del juglar por ir desmenuzando la narración e intentar que la atención del oyente no se pierda en lo claustrofóbico del pozo escénico. Sobre este ser doliente – José María- podríamos volcar incluso algunas gotas de piedad de no ser por la voz que, en tercera persona, todo nos lo contaba. La gente herida es peligrosa porque sabe cómo sobrevivir (de Herida, la película), pero, ¿y la gente rabiosa?

Me interesa desde dónde está siendo contada la historia por parte de Tolcachir ya que él mismo juega a transfigurarse en el mismísimo José María, trepando y ocultándose por y debajo de la escalera que le sirve para recrear el agujero/buhardilla donde este asesino mora.

No quisiera olvidar y por ello destaco la iluminación de Juan Gómez Cornejo: parecía que entrara luz de niebla en la gran mancha gris que estaba ante nuestros ojos. A veces, cárcel; otras, madriguera.

Qué duda cabe que se despierta la curiosidad de leer la novela, ver la película, si no lo han hecho ya. Todo sea por volver a encerrarnos con José María y espiar – o expiar – todo aquello que se nos ha colado dentro, lo mismo que a él se le colaron los sonidos del mundo. A modo de coda permítanme que diga lo siguiente: inevitable no sentir en nuestro interior los violines de las hermanas Berthollet interpretando Palladio de Karl Jenkins envolviendo la mansión de los Blinder…

Carlos Herrera Carmona es autor, director y crítico de teatro. Su última publicación “Por culpa de los tiempos“ (Grupo Éride).

Instagram: @carlosherrerateatro

Twitter: @cherrerateatro

www.carlosherreracarmona.com

Adaptación: Claudio Tolcachir, Lautaro Perotti, María García de Oteyza, Mónica Acevedo Iluminación: Juan Gómez Cornejo Espacio sonoro: Sandra Vicente Videoescena y escenografía: Emilio Valenzuela.

Una producción de Producciones Teatrales Contemporáneas, Timbre 4, Morris Gilbert-Mejor Teatro, Pentación, Mariano Pagani, Teatro Picadero y Hause & Richman

Recapiti
Carlos Herrera