LA MUJER DE NEGRO

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La temporada estival se llena de terror este año gracias a la propuesta de Olympia Metropolitana. Esta no es otra que la versión teatral, creada por Stephen Mallatratt, de una de las obras de Susan Hill más conocida: La mujer de negro.

En esta versión, realizada por Jesús Sánchez-Ramade y dirigida por Rebeca Valls, se apuesta por una reforma en los efectos especiales que convierte el madrileño Teatro Fígaro en el escenario perfecto para este cuento gótico lleno de sufrimiento y horror. Todo llevado a cabo por un equipo muy unido, que no descarta los senderos del mundo paranormal y que busca ese relevo generacional que, a veces, tan difícil es en el mundo del teatro.

La mujer de negro cuenta la historia de Arthur Kipps; un joven empleado de un despacho de abogados londinense al que se le encarga una simple tarea: asistir al funeral de una clienta y hacerse cargo de la documentación de la misma. Lo que parece sencillo se torna difícil a la vez que se viaja con el protagonista a través de un mundo oscuro personificado en una mujer joven, enferma y vestida por completo de negro, que guarda más de un secreto. En el teatro, todo esto se expone una vez pasado el tiempo y gracias a la necesidad de un señor Kipps entrado en años que necesita exorcizar más de un demonio. Un actor, algo de atrezo y la historia escrita por él serán los elementos necesario para llegar a un fin feliz o ¿quizá no?

‘La mujer de negro’ en el Teatro Fígaro

Después de varias versiones de esta genial y longeva obra, no en vano ha estado representándose 30 años seguidos en tierras inglesas, incluso vistas en Madrid; la idea era modernizar el montaje. Para ello se ha recurrido a situarla en un espacio-tiempo indefinido, algo que pierde fuerza al aparece la mujer de negro con su característico traje decimonónico, y al trabajo de un experto en ilusionismo que, en esta ocasión, sí ha dado en el clavo. De la mano de Nacho Diago en estas labores, este trabajo crea una mayor dimensión e introduce al público en un terror muy difícil de lograr sobre las tablas. Terror que te acompaña hasta el hall del teatro. Así que solo podemos quitarnos el sombrero y aplaudir frente a esta nueva visión de un clásico como este. Todo hecho sin perder el encanto que tenía desde antiguo con recursos más tradicionales.

Los actores realizan un trabajo sublime llegando a interpretar varios roles, muy diversos y complicados, sobre las tablas. Sus nombres son Jordi Ballester y Diego Braguinsky. Funciona como un reloj suizo con mucha alma en cada una de las partes de esta creación que se sustenta, en gran medida, sobre sus hombros.

Si bien, esto último es verdad, siempre que me he asomo a esta historia me falta algo. Y es el reconocimiento a quien pone la carne y todo su arte para dar vida a Jennet Humfrye; la mujer de negro. Cierto es que Paula Braguinsky pone su voz off, pero no se sabe quién la interpreta en directo. Entiendo que se juega con la posibilidad que de verdad exista pero también merece los aplausos de un público satisfecho después de cada función.

En cuanto a los aspectos técnicos, a parte del trabajo ya destaco de Diago, me gustaría resaltar la labor en escenografía llevado a cabo por Luis Crespo. Respeta lo clásico de otras versiones con guiños más contemporáneos realizados con muy buen gusto. Un diez a esa habitación de dentro de la mansión de Eel Marsh; una protagonista más dentro de toda esta historia.

Esta versión de La mujer de negro es un ejemplo del buen teatro sobre las tablas con el terror como leitmotiv que gustará y sorprenderá a adeptos como a los más neófitos. Solo hay que acercarse al Teatro Fígaro hasta el 11 de agosto.

Sonia López

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