¿Podría luchar Europa por Taiwán? - Real Instituto Elcano

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En caso de que estallase una guerra con China por Taiwán, muchos observadores parecen considerar que Europa sería prácticamente irrelevante en lo que concierne al combate real. Quienes esgrimen esta opinión suelen apuntar a las reticencias de Europa a enfrentarse a China o a la falta de capacidades militares sólidas que poder poner encima de la mesa. O bien prefieren que Europa se ocupe de sus asuntos, que se centre en la amenaza rusa, mucho más cercana a su territorio, y deje vía libre a EEUU para poner el foco en China.

Nuestro punto de vista es algo diferente.

Con toda probabilidad, una guerra por Taiwán que arrastrara a EEUU y a sus aliados asiáticos se convertiría en una lucha cruenta y prolongada que se propagaría más allá del Pacífico occidental. Las repercusiones estratégicas de un conflicto local que adquiriese características globales y, por ejemplo, incluyese combates por los océanos del planeta, conllevaría la participación militar de Europa de una u otra forma.

Para ahondar en este debate, hemos puesto el listón alto al centrarnos en el combate convencional con tecnología punta. Exponemos las condiciones que podrían incitar a Europa a optar por una participación militar. A continuación, examinamos las distintas aportaciones militares directas que podría efectuar Europa.

Lejos de quedar marginada desde el punto de vista estratégico en caso de guerra, Europa podría ofrecer capacidades operativas de una relevancia moderada que posiblemente inclinarían la balanza a favor de una hipotética campaña aliada en defensa de Taiwán. Los submarinos de propulsión nuclear podrían ser la aportación más valiosa de los países europeos.

1. El debate

En los últimos años, se ha observado una proliferación de ejercicios y simulacros bélicos para determinar la probabilidad y las consecuencias potenciales de un ataque a Taiwán por parte de la República Popular China (RPC). Estos ejercicios se han centrado sobre todo en el análisis de distintos escenarios alternativos, entre ellos, un bloqueo, una intensificación de ataques híbridos, la captura de islas en alta mar, una invasión en toda regla, etc., así como en el examen de las posibles repercusiones para EEUU, Japón, Australia y otras potencias regionales. En comparación, se ha prestado mucha menos atención a las implicaciones que tendría para Europa una guerra por Taiwán o incluso su posible papel en esa situación.

No cabe duda de que algunos análisis recientes han sopesado esos factores como fundamento jurídico de una posible respuesta de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ante una guerra por Taiwán, las implicaciones de esa guerra para las necesidades estadounidenses en cuanto a capacidad y la postura de la OTAN en Europa o el modo en el que la UE ayudaría a prevenir una agresión a través de contactos diplomáticos o sanciones. Más recientemente, hay quien ha apuntado a la posible contribución de Europa como un arsenal de democracia más amplio. A medida que el gasto europeo en defensa vaya repuntando, los europeos podrían ayudar mediante el suministro de municiones, drones y otros sistemas pertinentes a Taiwán, EEUU o Japón, contribuyendo así de forma indirecta a un dispositivo aliado más amplio destinado a la defensa de Taiwán. También podrían ayudar con otros recursos críticos no militares como el suministro de electricidad y materias primas, si bien hay que admitir que las dificultades logísticas de abastecer a Taiwán serían mucho mayores que en el caso de Ucrania.

La mayoría de las conversaciones sobre la posible contribución de Europa a la seguridad de Taiwán se centran en tiempos de paz y recalcan la naturaleza indirecta y ajena al plano militar de la ayuda europea. Es comprensible. En primer lugar, los europeos están divididos y se muestran vacilantes por lo que respecta a China. Es posible que la imagen de China en Europa se haya visto empañada en los últimos años, pero entrar en guerra con Pekín por la cuestión taiwanesa podría ser demasiado para algunos. En segundo lugar, las capacidades militares europeas son escasas. Además, en caso de guerra por Taiwán, esas capacidades se emplearían para apuntalar el efecto disuasorio en Europa Oriental Este, sobre todo cuando EEUU dirigiese su atención al Indo-Pacífico. De hecho, tanto Washington como sus aliados del Indo-Pacífico podrían instar a los europeos a solventar las carencias de fuerza en Europa para dar la mayor libertad de movimientos posible a EEUU en la región Indo-Pacífica.

No cabe duda de que Europa podría esgrimir otros instrumentos de coerción (por ejemplo, amenazar con sanciones) para influir en el análisis de coste-beneficio que llevase a cabo Pekín al plantearse una invasión de Taiwán. También es cierto que los europeos suelen dar prioridad a las amenazas más próximas geográficamente, sobre todo a raíz de la prominencia del revisionismo ruso. Dicho lo cual, existen motivos de peso para pensar que el efecto contagio a nivel mundial de una guerra en el estrecho de Taiwán podría modificar sobremanera la composición de lugar de Europa. Por lo tanto, resulta sensato examinar las condiciones que podrían trastocar las preferencias de Europa y valorar las posibles contribuciones militares directas que podrían aportar los europeos en caso de conflicto.

2. ¿En qué condiciones lucharía Europa a favor de Taiwán?

Cabe argumentar que la respuesta europea a una guerra por Taiwán estaría condicionada en gran medida por al menos cinco grupos de factores interrelacionados: el contexto, la duración, el tipo de implicación de EEUU, el alcance geográfico y el momento en el que se produjese.

La primera condición tiene que ver el contexto estratégico más amplio. ¿Se trataría de una guerra aislada por Taiwán u ocurriría al mismo tiempo que una guerra activa –o una amenaza creíble de que estallase– en Europa? ¿Rusia aprovecharía la guerra de Taiwán como distracción para asestar golpes o intensificar sus agresiones en Europa? Al respecto, ¿ayudaría Rusia directa o indirectamente a China a atacar Taiwán? Sin duda, una guerra en Europa restringiría de manera considerable la capacidad de los europeos de participar en una guerra por Taiwán, al menos en el plano militar. En cambio, una guerra global o multiterritorial podría servir de acicate para la implicación militar de Europa en el Indo-Pacífico.

La segunda condición es la duración. ¿La guerra por Taiwán sería un conflicto breve o un enfrentamiento largo y prolongado? El concepto hellscape (escenario de pesadilla, entorno hostil extremo) del Mando del Indo-Pacífico de EEUU y el concepto de la defensa total de la propia Taiwán subrayan la importancia que reviste garantizar que la guerra no se pierda con rapidez, alterando el ritmo operativo de la maquinaria de guerra china con el fin de ganar el tiempo necesario para ofrecer una respuesta más organizada –y colectiva–. Cuanto más se prolongue la guerra, más posibilidades habrá de que los países europeos puedan contribuir a la defensa de Taiwán.

La tercera condición es la naturaleza de la implicación estadounidense. ¿EEUU aportaría una ayuda considerable pero indirecta a Taiwán o las tropas estadounidenses se enfrentarían directamente al Ejército chino? Se trata de una pregunta crucial para los europeos, ya que tienen una alianza con Washington (si bien confinada a la zona euroatlántica) y, para ellos, la seguridad de EEUU es inseparable de la de Europa.

Un cuarto factor crítico que guarda mucha relación con el tipo de implicación de EEUU es la extensión geográfica de la guerra. No es lo mismo una contienda circunscrita a las islas costeras o a la propia isla de Taiwán que una guerra sinoestadounidense que se extienda por las primeras, alcance a la segunda y se propague por el océano Índico.

El quinto factor tiene que ver con el momento en el que estallase la guerra; por ejemplo, no es lo mismo que ocurriese en 2027 –una fecha que aparece con frecuencia en los cálculos de especialistas y servicios de inteligencia– o dentro de 10 años. Suponiendo que el gasto militar europeo mantenga su trayectoria ascendente, los europeos estarían en condiciones de ofrecer una contribución militar más sustancial dentro de 10 años que dentro de dos.

Cada vez hay más consenso en torno a que una guerra entre grandes potencias como China y EEUU traería consigo profundos trastornos que abarcarían todo el planeta. Por lo tanto, es probable que una guerra en el estrecho de Taiwán que arrastrase a EEUU y que se prolongase hasta propagarse fuera de Asia acabara obligando a Europa a intervenir, incluso aunque ocurriese en los próximos cinco años y hasta si Rusia supusiese una amenaza en el flanco oriental europeo. En ese sentido, resulta útil esbozar las características de esa posible guerra para determinar dónde podrían resultar más eficaces las aportaciones de Europa.

3. ¿Qué caminos llevarían a ese desenlace?

Existen distintas vías hacia un conflicto generalizado que gire en torno a Taiwán y llegase a involucrar a Europa. Es posible que las tentativas chinas de ejercer una coerción cuasibélica fracasasen por completo y obligasen a Pekín a intensificar la escalada, o bien que resultasen contraproducentes y provocasen la intervención de terceros. También es posible que un asalto militar que se limitase en exclusiva a Taiwán abocase aun así a una guerra regional más amplia. Otra posibilidad es que Pekín empezase una guerra dirigida contra las fuerzas y las bases militares estadounidenses y aliadas en un primer momento para nivelar la contienda y llevar la iniciativa en el campo de batalla. China incluso podría poner en jaque al territorio continental estadounidense con el empleo de armas cibernéticas y dirigiendo otros medios cinéticos contra infraestructuras críticas.

No emitiremos juicios sobre la posibilidad de que se materialicen estas vías. La cuestión es que China podría acabar viéndose inmersa en un conflicto de mayores dimensiones aunque su estrategia inicial consistiese precisamente en evitar esa posibilidad. Además, nuestro objetivo consiste en determinar cuáles de las características constantes de una guerra ampliada resultarían tener más peso para las opciones europeas de implicación militar en caso de decidir oponerse a la agresión china.

Para librar y ganar una guerra en el estrecho de Taiwán, la doctrina militar china especifica tres tipos de campañas: bombardeos aéreos con lanzamiento de misiles; un bloqueo; y una invasión anfibia de la isla. Estas operaciones no tendrían por qué excluirse mutuamente. Por ejemplo, un bombardeo y un bloqueo podrían ser la antesala de una invasión. Para multiplicar al máximo las probabilidades de éxito, el Ejército chino trataría de hacerse con el control local del aire, los mares y otros ámbitos e intentaría negárselo al enemigo. Sus misiles terrestres, su poderío aéreo y sus fuerzas navales, así como su maraña de sistemas de defensa antiaérea y antimisiles, respaldarían toda una serie de operaciones contra la isla. La red militar china de exclusión y negación de acceso sería muy densa y letal para las fuerzas hostiles en torno a Taiwán, el estrecho de Taiwán y los mares y cielos circundantes.

En el caso hipotético de una guerra regional contra EEUU y sus aliados, el Ejército chino montaría una defensa de avanzada y pondría el punto de mira en las bases regionales a lo largo del primer y el segundo archipiélago hasta conseguir que los acercamientos a la China continental resultasen muy onerosos para el enemigo. La doctrina militar china y el despliegue a gran escala de capacidades ofensivas de largo alcance comportan que los mandos militares chinos bombardearían desde el aire y con misiles algunos emplazamientos importantes como la base aérea de Kadena, la base naval de Yokosuka y las instalaciones ubicadas en Guam. La aviación costera, los submarinos y los misiles terrestres antibuque impedirían el acceso al mar de Filipinas y las operaciones en la zona. Las defensas en la China meridional, tanto las bases de la isla de Hainán como las situadas en el archipiélago artificial de las islas Spratly, amenazarían el tránsito y el movimiento por el mar de la China Meridional. Hay pruebas fehacientes de que Pekín plantearía dificultades a las operaciones submarinas aliadas en esa zona.

Aparte del Pacífico Occidental, el escenario con más probabilidades de albergar contactos hostiles sería el océano Índico, región en la que la Armada china mantiene una flotilla naval rotatoria desde 2008 y donde China cuenta con una base militar permanente en Yibuti. La postura globalizadora de la Armada china y su intención doctrinal de contar con una presencia global indican que una escalada horizontal que derivase en un conflicto multiterritorial es una posibilidad muy real. Mike McDevitt sugiere que, en caso de guerra en el estrecho de Taiwán con implicación de EEUU, el conflicto escalaría con rapidez hasta convertirse en una guerra naval global, con enfrentamientos entre las armadas china y estadounidense a lo largo y ancho del planeta. Como también observa Aaron Friedberg, la debilidad relativa de la Armada china en el océano Índico podría tentarla a “asestar el primer golpe” para desequilibrar a EEUU y obligar a las tropas estadounidenses a desviar recursos del frente central en el Pacífico hacia ese teatro de operaciones secundario.

Las campañas militares de China estarían a cargo de la mayor armada, la mayor potencia de misiles convencionales del mundo y la mayor fuerza aérea de la región, con una inmensa base industrial situada cerca del frente. China posee, por tanto, la masa crítica necesaria para infligir fuertes daños en una fase inicial con la intención de barrer determinadas zonas próximas al continente asumiendo un número ingente de bajas sin que esa situación conllevase una parálisis estratégica.

4. Implicaciones para Europa

Un conflicto generalizado como el descrito anteriormente condicionaría las decisiones europeas sobre el mejor uso posible de sus escasos recursos militares. A modo de ilustración, planteémonos cuáles serían las situaciones en las que Europa podría aportar al conflicto sistemas de combate de alta gama como cazas y buques de guerra.

La zon

Recapiti
Luis Simón, Toshi Yoshihara.