«Tanto las agresiones verbales como las físicas son graves y deben tratarse con la misma seriedad y en el menor tiempo posible»

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La psiquiatra Carmen Pernía, que trabaja en el hospital Sierrallana y es experta en  abordar las consecuencias de una agresión  a un médico o médica, analiza la realidad de las agresiones  con motivo del Día Europeo contra ellas 

La doctora Mª del Carmen Pernía Higuera desarrolló su formación y trayectoria  profesional en esta CCAA.  En la Facultad de
medicina de la Universidad de Cantabria cursó la licenciatura en Medicina y en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla hizo la especialidad de psiquiatría,  y desde hace 16 años  trabaja en  la Unidad de Salud Mental del Hospital Sierrallana. En esta semana en la que se ha celebrado el Día Europeo contra las Agresiones a Profesionales Sanitarios analiza para el COM Cantabria  las consecuencias de una agresión a un médico por parte de un paciente, una situación que se repite en nuestra sociedad a pesar de las medidas que se toman para evitarlo.

 -Esta semana se celebra el Día Europeo contra las Agresiones a Médicos y Profesionales Sanitarios y los datos indican que siguen creciendo ¿hemos hecho una sociedad más violenta y agresiva que la de hace una década?

La respuesta es compleja. La percepción es que sí, que la intolerancia social y los niveles de violencia en casi todos los ámbitos de la vida cotidiana han crecido, siendo una combinación de factores sociales, económicos y culturales los que pueden estar contribuyendo. Así, pueden estar derivando en más comportamientos agresivos: la tensión social y económica (pobreza, desempleo, exclusión y desigualdad social);  la
falta de educación en valores (como empatía, respeto, honestidad, resolución pacífica de conflictos..);   la cultura de la inmediatez y el énfasis en el logro personal,  que relegan valores colectivos como la paciencia, la tolerancia y la solidaridad; los problemas de salud mental (estrés, ansiedad y otros trastornos mentales exacerbados por la pandemia) que han aumentado la tensión social; o el mayor consumo de alcohol y otras sustancias.

También hay que  tener en cuenta cómo la exposición constante a contenidos violentos en televisión, cine, videojuegos y redes sociales puede desensibilizar a las personas y normalizar la agresión como forma de resolver conflictos. Es frecuente oír cómo tras actitudes hostiles en las consultas médicas, o en otros ámbitos, la persona se ha sentido mejor atendida, al conseguir su propósito. Además, las redes sociales
parecen amplificar todas estas conductas. Y todo esto trasladado al ámbito sanitario, junto con otros cambios del sistema sanitario que
han puesto en algunos casos más énfasis en el paciente que en el propio profesional, parece estar detrás de ese inquietante incremento de las agresiones a médicos y profesionales sanitarios, cuyo trabajo,  no nos olvidemos,  es esencial para el bienestar colectivo.

Estos cambios sociales y culturales que pueden estar influyendo significativamente en la relación médico-paciente y en ese aumento de agresiones en los últimos años. La ampliación de cartera de servicios, en muchos casos con los mismos profesionales, la mayor accesibilidad
a los profesionales a quienes pueden elegir, la incorporación de la mujer en los profesionales (a la que muchas veces no se ve igual de capacitada), el aumento de la demanda tanto asistencial, como social, la falta de médicos y de recursos, etc… ha aumentado la presión sobre
un sistema sanitario ya frágil, llegando a la sobrecarga y al colapso primero en los centros de salud y ahora también en algunos hospitales, contribuyendo a la insatisfacción y frustración de los pacientes, aumentando así el riesgo de conflictos.

Como decía, en una sociedad cada vez más acostumbrada a las soluciones inmediatas, las demoras en los servicios de salud pueden generar impaciencia, frustración y derivar en agresividad. La disminución del respeto hacia los profesionales sanitarios y la falta de empatía en la sociedad también contribuyen a este problema. Al igual que las expectativas poco realistas con las que algunos pacientes acuden a
la consulta, esperando soluciones que no siempre son posibles en el ámbito médico, o unos resultados en salud que nunca pueden garantizarse, o exigiendo prestaciones a las que no se puede acceder. También la proliferación de información médica en redes sociales, muchas veces errónea, ha generado desconfianza hacia los médicos. Muchos pacientes ya acuden a la consulta con sus diagnósticos hechos, con las pruebas y los tratamientos que necesitan y demandan, lo que lleva a la confrontación y a las reacciones agresivas. Y por otro lado, la
percepción de impunidad del agresor, ante la falta de medidas legales con consecuencias duras y firmes también puede fomentar este tipo de comportamientos.

Dicho esto, también debemos considerar que ahora hay más conciencia y menos tolerancia hacia este tipo de agresiones, que antes quedaban ocultas, lo que lleva a un mayor número de denuncias y a una mayor visibilidad de estos incidentes. Es un tema que merece una reflexión más profunda.

-La mayoría de las agresiones las sufren las médicas y las  cometen los pacientes varones, está claro que la violencia de género llega hasta este ámbito profesional ¿verdad?

Este es un tema delicado. Los datos recogidos efectivamente indican que las víctimas suelen ser más médicas, pero si tenemos en cuenta donde se producen más agresiones, en los centros de salud, y el porcentaje mujeres/varones que trabajan en dichos centros, encontramos una incidencia muy parecida. Sí nos fijamos en el género del agresor, los varones son quienes protagonizan más incidentes, sobre todo graves, pero hacia ambos (médicos y médicas).

Dicho esto, lo que si vemos son sobre todo en las agresiones verbales que las médicas a menudo se enfrentan a factores adicionales vinculados al género. Tienden a ser más frecuentemente blanco de acoso, amenazas e insultos con connotaciones de género, del
tipo de actitudes misóginas o discriminatorias. Y también son más frecuentes ante ellas reacciones hetero agresivas (lanzamiento de objetos, destrozos de mobiliario…). Ambos tipos de agresiones suelen ser fácilmente reconducibles por un compañero varón lo que apunta a que pueden estar influenciadas por estereotipos de género y dinámicas de poder.

-Como psiquiatra ¿cómo puede afectar a una médica una agresión de un paciente? 

Una agresión a una médica por parte de un paciente, algo que no entra en lo predecible cuando estás trabajando en el cuidado de esa persona, puede provocar gran impacto, tanto en su salud física como emocional, con repercusión en su vida personal y profesional. Y cómo se vive el trauma es más importante que el tipo de agresión en sí, de cara, sobre todo, a las consecuencias a medio-largo plazo. Personalidad, vivencias previas, contexto, apoyos sociales, familiares, de compañeros…son elementos muy importantes en la elaboración de este tipo de hechos.  En el plano psicológico, es común que aparezca ansiedad, sobre todo si existe preocupación porque un suceso similar se vuelva a repetir, tristeza, miedo, ira, dificultades de concentración, insomnio, y a más largo plazo depresión, estrés postraumático , transformación de la personalidad… Se puede ver afectada su confianza, seguridad, autoestima, su capacidad para relacionarse con los pacientes de
manera empática durante largo tiempo… Y en el plano físico, la lesión irá determinada por tipo de la agresión física sufrida.

En el ámbito profesional, tras una agresión el miedo y la inseguridad, que son frecuentes, pueden llevar a una pérdida de confianza en sus propias competencias y en la relación médico-paciente que derivan en una merma del rendimiento, en una disminución en la calidad de la atención médica, bajas, cambios de puesto de trabajo, insatisfacción con el trabajo, cuestionamientos sobre la profesión y valores en la vida
etc…

El impacto familiar y social puede ser significativo, pueden sentirse incomprendidas, juzgadas, evitan hablar del incidente, se aíslan, abandonan sus roles familiares y sus intereses … lo que agrava el impacto emocional.

-Y estas consecuencias ¿son las mismas en los médicos?

Aunque las respuestas emocionales y sociales pueden variar según el contexto y la persona, como ya hemos comentado, ambos géneros pueden experimentar el mismo tipo de consecuencias: estrés postraumático, ansiedad, depresión, pérdida de confianza en
los pacientes, dificultad para retomar la práctica médica con normalidad, cambios en su esquema de valores, etc…
No obstante, sí observamos en la práctica clínica algunas diferencias. Las médicas,  tras una agresión, buscan apoyo antes (aunque en el caso de las agresiones verbales muchas de ellas hasta que no se ha estructurado ya una clínica que les limita a nivel funcional no
lo hacen),  y tienden a expresar miedo o ansiedad debido posiblemente a una percepción de mayor de riesgo y/o experiencias previas de vulnerabilidad física o social. Los médicos, aunque también pueden sentir miedo, lo expresan menos, quizá pueden sentir presión por minimizar el impacto emocional del incidente debido a las expectativas sociales sobre la masculinidad. En su lugar tienden a mostrar reacciones del tipo ira y frustración.
Esto no significa que los médicos varones estén menos afectados, el impacto de una agresión siempre es grave. La perspectiva de género resalta las diferencias en cómo pueden experimentarse y enfrentarse estas situaciones.

-Hay muchas agresiones verbales y menos físicas ¿son más graves para un profesional  las segundas o también  pueden tener muchas consecuencias   las verbales?

Aunque las agresiones físicas suelen percibirse como más graves por al riesgo directo para la integridad física, las agresiones verbales también pueden tener efectos psicológicos graves y duraderos, por lo que no deben subestimarse. El impacto de una agresión, física y verbal, como hemos señalado,  va a depender del contexto y de la persona afectada, pero por leve que parezca no hay agresión sin daño. Al dolor de la agresión en sí, se suma todo el sufrimiento secundario derivado de la elaboración de esa agresión, y en el caso de las agresiones a mujeres con connotaciones de género se añade una tercera capa de discriminación que agrava el daño emocional.

Las agresiones físicas tienden a tener unas consecuencias inmediatas y visibles, como las lesiones físicas, junto a un impacto emocional significativo. Pueden generar miedo, estrés postraumático, depresión y una sensación de inseguridad duradera.

Las agresiones verbales, que son las más frecuentes, aunque no dejan marcas físicas, pueden ser igual de dañinas a nivel emocional. Insultos, amenazas al profesional o familiares, comentarios despectivos o humillaciones pueden erosionar la autoestima y la seguridad del profesional en sus habilidades y competencias dificultando su desempeño laboral y  la calidad de su trabajo, pueden generar ansiedad, depresión o trastornos emocionales a largo plazo, como el síndrome de burnout y el desencanto con la profesión. También pueden afectar la confianza en el entorno laboral, provocar conflictos con otros compañeros o aumentar el absentismo laboral. Y en casos graves, la agresión verbal puede contribuir al desarrollo de trastorno de estrés postraumático, especialmente si las agresiones son reiteradas o acompañadas de amenazas

En resumen, tanto las agresiones verbales como las físicas son graves y deben tratarse con la misma seriedad y en el menor tiempo posible

-Para terminar,  las campañas para concienciar sobre este problema social son muchas pero la solución no ha llegado ¿dónde puede estar según su experiencia? 

Tienes toda la razón al señalar que, a pesar de las campañas de concienciación, la solución no ha llegado. Son muchos los factores implicados y la solución requiere abordar el problema desde una perspectiva integral, que incluya educación social, refuerzo del sistema sanitario y medidas legales más estrictas para proteger a los profesionales.

Entre las medidas a reforzar estarían:

a) la concienciación y educación desde la base. El problema subyacente es cultural y se necesitan lanzar campañas de sensibilización
periódicas, no puntuales, que fomenten el respeto, la empatía y la valoración del trabajo de los profesionales de la salud. Introducir contenidos sobre empatía, honestidad, respeto, resolución pacífica de conflictos en las escuelas es esencial en la prevención de
conductas violentas o irrespetuosas.

b) Una aplicación efectiva de leyes: las campañas de concienciación deben ir acompañadas de medidas legales que protejan a los
profesionales y que castiguen las agresiones con severidad, para que las personas conflictivas sepan que hay consecuencias reales. Se está trabajando en la consideración de “autoridad” a los profesionales médicos que se espera de mayor protección penal.

c) Un entorno laboral seguro. Además de concienciar a la población, también es clave que las instituciones sanitarias creen entornos laborales más seguros. Esto incluye cámaras de seguridad en lugares estratégicos, personal de seguridad especialmente en
zonas de alto riesgo, protocolos claros de actuación, con procedimientos confidenciales y ágiles que permitan denunciar de forma segura y recursos psicológicos y legales inmediatos para apoyar a las víctimas de agresiones. Cuanto más se tarde en actuar más se tardará en reparar el daño.

d) Cuidados y formación al profesional. Se debe de trabajar en una mejora de las condiciones laborales, adaptando en los Servicios las
prestaciones a los recursos de que se dispone en cada momento, con mensajes claros a la población. Mucho de los conflictos vienen de una planificación no realista en cuanto a objetivos de actuación, que el paciente luego demanda. Es importante también ofrecer formación continuada en identificación, prevención y manejo de situaciones potencialmente conflictivas, y entrenamiento en protocolos de emergencia ante agresiones.

e) Y,  por último,  es fundamental un seguimiento, una evaluación continua de la situación, tanto de lo que funciona, como de lo que no, e ir ajustando las estrategias según sea necesario. Debemos de tener en cuenta que estamos en continuo cambio y los mismos problemas pueden tener distintas raíces. La solución no está en un solo lugar, sino en una combinación de enfoques sostenidos en el tiempo.

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