La historia de la Congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús no podría contarse sin la figura de María Josefa Recio. Y hoy que conmemoramos su nacimiento, encontramos el momento ideal para hacer un recorrido por su vida.
Nacida en Granada en 1846, su vida estuvo marcada por una profunda vocación de servicio, que la llevó a consagrarse a la atención de quienes más lo necesitaban. Su legado puede resumirse en tres palabras que definieron su camino: entrega, compasión y fe.
Entrega (1880)
En 1880, junto con María Angustias Giménez y bajo la guía de San Benito Menni, María Josefa Recio fundaron, en Ciempozuelos, la Congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús. Desde el primer momento, su entrega fue absoluta, dedicándose con esmero a la atención de mujeres con enfermedades mentales, en un tiempo en el que la salud mental era poco comprendida y las personas que la padecían eran marginadas. Su compromiso con esta misión la convirtió en un pilar fundamental de la Congregación.
Compasión (1881)
La compasión fue un sello distintivo de su vida. En 1881, como primera Superiora general de la Congregación, enfrentó grandes desafíos. Su amor y paciencia la llevaron incluso a sufrir agresiones por parte de algunas enfermas con graves trastornos, un episodio que marcó su vida. Sin embargo, lejos de retroceder, María Josefa Recio continuó su labor con la misma ternura y dedicación, demostrando que su compasión no conocía límites.
Fe (1883)
María Josefa Recio vivió siempre guiada por una fe inquebrantable. Enfrentó dificultades, sufrimientos y momentos de incertidumbre, pero nunca perdió la confianza en la providencia de Dios. El 30 de octubre de 1883, falleció en Ciempozuelos, dejando un legado de amor y servicio que aún hoy sigue vivo en la Congregación que ayudó a fundar. Su testimonio es inspiración para quienes buscan vivir su fe a través del servicio a los demás.
100 años después, en el 2012, el Papa Benedicto XVI, reconoce a María Josefa como persona Venerable, porque escuchó el mensaje de Jesús y lo hizo realidad. María Josefa oró, cuidó y ayudó a los enfermos, igual que lo hizo Jesús.
Hoy, las Hermanas Hospitalarias continúan la obra que María Josefa Recio comenzó con tanto amor y sacrificio. Su vida nos recuerda que la verdadera grandeza está en la entrega generosa, en la compasión sin reservas y en una fe que sostiene hasta en los momentos más difíciles. Que su ejemplo siga iluminando nuestro camino.
Señor, Dios de amor y misericordia,
que llamaste a tu sierva
María Josefa Recio
a vivir con entrega, sirviendo a los más frágiles,
a reflejar tu compasión en el cuidado de quienes sufren,
y a caminar siempre con profunda fe en tu providencia.
Por su testimonio de vida y su confianza en Ti,
te pedimos su intercesión en nuestras necesidades.
Que, siguiendo su ejemplo, aprendamos a amar sin medida,
a servir con generosidad y a confiar siempre en tu voluntad.
Amén.