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Los residuos en la industria de la moda y textiles provocan enormes desafíos ambientales, económicos y sociales.
UN Environmental Programme (UNEP) ha puesto su diana socioecológica del pasado 27 de marzo de 2025, Día Internacional de Cero Residuos, en la apariencia fraudulenta de lo “unsustainable fashion”; no hace falta traducir. Así pues, la moda y los tejidos insostenibles son la preocupación de la campaña de este año. Trata de provocar la reflexión sobre una moda tan universalizada que define los finales de un siglo y el comienzo de otro. Sabemos que lo de “residuos cero, Zero Waste” es una quimera por ahora. Sin embargo, la progresiva reducción del uso de productos y recursos es una esperanza fácil de conseguir si utilizamos el sentido común, esa capacidad que nos asegura una vida con menos trampas
Dice UNEP que los residuos en la industria de la moda y los textiles provocan enormes desafíos ambientales, económicos y sociales. Detrás de todo esto se encuentra la sobreproducción y el consumo excesivo causados por el modelo de negocio lineal del sector: el desarrollo económico sin más preocupación. Cómo justificar que la producción de residuos textiles se duplicó entre los años 2000 y 2015, a la vez que el uso medio de las prendas disminuyó un 36 %. Pero aún hay más. Al tiempo que la palabra reciclar coloniza –sin batallas reseñables- nuestras mentes, solamente el 8 % de las fibras textiles se fabricaron en 2023 con materiales reciclados.
A casi nadie, a poco que se detenga a pensar unos minutos, se le escapa que la ropa desechada no desaparece de pronto, del todo. Lo cierto es que suele acabar en países de bajos ingresos, para teóricamente ser reciclada o vestir de nuevo a quienes sufren desigualdades. La verdad es que en esos países falta una mínima infraestructura para la gestión de residuos. Así, provoca el vertido, la quema y graves consecuencias ambientales y sociales. La realidad de nuestra moda efímera es que los residuos textiles y de moda en las ciudades suelen acabar en vertederos, donde tardarán décadas en descomponerse y liberarán nocivo gases de efecto invernadero o tóxicos. En fin, que esa práctica insostenible del usar y tirar, convertida ya en moda, agrava los tres más grandes desafíos globales que nos acechan ahora: el cambio climático; la pérdida de la naturaleza, el suelo y la biodiversidad; y la contaminación por los residuos que no entran en la economía circular.
Distintos medios de comunicación, españoles y extranjeros, han recogido estos días pasados que cada europeo-a, de media, ha sucumbido a “la moda rápida” en 2022 con una compra de 19 kilos de ropa al año, lo cual provoca 16 kilos de residuos. El asunto no es nuevo, ya lo mencionamos en este blog en «Recíclame, recíclate para evitar montañas de basura» (1/07/2020) y en «Vestir al vertedero, mal avío» hace casi un año. Despilfarro que también ha comentado la AEMA (Agencia Europea del Medio Ambiente). La “fast fashion” tiene un gran poder seductor. Es más, la AEMA alerta de que Europa vive de espaldas al hecho de que el elevado consumo textil en Europa no está acompañado de un correcto reciclaje. Lo que podríamos llamar “tasa de captura textil” o reciclaje es muy baja, apenas un 15%. Esto significa que el 85% de los residuos textiles se pierden en la incineradora o terminan en un vertedero, o emprenden largos viajes. Por eso, por más que nos tachen de pesados y alarmistas, debemos seguir insistiendo.
Hablábamos de los periplos internacionales de nuestra basura textil, en continuo aumento. Según la AEMA, la exportación de textiles usados se ha triplicado. Ha pasado de unas 550.000 toneladas en 2000 a 1,4 millones de toneladas en 2019. Pero esa práctica onerosa se ha mantenido más o menos constante. De hecho, en 2023 se volvieron a exportar 1,4 millones de toneladas. Somos conscientes de que nos repetimos tratando estos temas en este blog, pero hay que repetir el tamaño y el daño de esta práctica inadmisible para la gente que piensa en el presente ecosocial y en las generaciones futuras. Podemos releer «Mi pantalón en Togo”, publicado el 12 de diciembre de 2023, cerca de la entrada de las consumidoras fiestas navideñas.
Deberíamos preguntarnos más a menudo ¿de qué hablamos? ¿Qué posibilidades hay de reducción del despilfarro que es la moda uniformada? ¿Qué queda oculto tras esa camiseta atractiva que me llama insistentemente? ¿Cómo no convertirse en aliado del enemigo vendedor si me lo ponen tan atractivo? El tránsito emocional se podría resumir en una frase: usando la posibilidad de construir una conciencia de la realidad. Si lo logramos, esa capacidad nos será muy útil en bastantes momentos, ante muchas proclamas que intentan confundirnos; se tornará en sabiduría vital, que podremos comunicar a la gente que nos rodea. Nos resistimos a creer que sea verdad eso de que “el sentido común está afectado por una pandemia universal”, que he leído a propósito de la ropa innecesaria.
Porque ya se sabe: muchas veces dejo de ser nosotros (o yo) para convertirnos en esos otros que solamente quieren engrandecer su yo económico y mercantil. Nos atrevemos a proponer que lo más conveniente para todos sería dialogar y concertar una conciencia ecosocial que nos aclare qué queremos ser y qué herencia deberíamos dejar a las generaciones futuras. Será un permanente “Kit de supervivencia” en estos tiempos que tanto se le nombra, pero diferente al sentido militarista en el que quieren convertir la vida global. Mejor si recordamos aquello que decía el sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman (1925-2017): “Además de tratarse de una economía del exceso y los desechos, el consumismo es también, y justamente por esa razón, una economía del engaño”. Me imagino al polaco en una conversación filosófica sobre la vida actual junto al, todavía joven y relator de nuestro tiempo, filósofo y lingüista Noam Chomsky (1928). Este continúa interpelándonos sobre algo que suena en las relaciones internacionales actuales, llenas de aranceles y proclamas bélicas: “No puedes controlar a tu propia gente por la fuerza, pero puedes distraerlos con el consumismo”. A la reunión asistiría Adela Cortina (1947) quien escribió Por una ética del consumo, de la cual se comentaría su consejo: “Asume, junto con otros, estilos de vida que promuevan la capacidad de las personas de defender dialógicamente sus intereses, y no pongas en peligro la sostenibilidad de la naturaleza, y fomenta asociaciones e instituciones que trabajen en esa dirección”.
Así pues, la moda insostenible de las pasarelas es… (dejamos el final abierto para que cada cual siga el relato). Hasta dentro de un año, a ver si hemos derrotado al consumo textil insostenible o, por el contrario, hemos desfilado en algún momento en las pasarelas comerciales de la ropa de usar y tirar.
Carmelo Marcén
Soy maestro y doctor en Geografía. Dedico mi tiempo a buscar caminos para impulsar la educación ambiental y la sostenibilidad. Ahora se llamaría acoger con compromiso los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y hacerlos entender a mucha gente, a la vez que reclamar la acción gubernativa comprometida y denunciarla si no se lleva a cabo. Mi último libro ‘Ecorrelatos inacabados, sin fecha de caducidad’, de Ed. IV Centenario, intenta una aproximación en clave de ironía suave al mundo ecosocial del que formamos parte.
Fuente: 20minutos