En el distrito salvadoreño de Cuisnahuat, departamento de Sonsonate, las mujeres organizadas no solo están transformando sus vidas, sino también fortaleciendo el tejido social de sus comunidades. El proyecto “Tejiendo redes de esperanza”, impulsado por el Movimiento Salvadoreño de Mujeres (MSM) y la Fundación ISCOD, es un ejemplo vivo de cómo la acción colectiva y la cooperación internacional sindical desde lo local pueden generar cambios estructurales y duraderos. Este proceso de más de un año ha generado cambios tangibles e intangibles en la comunidad: desde el fortalecimiento organizativo hasta el reconocimiento de las mujeres como sujetas políticas capaces de incidir en las decisiones que afectan sus vidas. El camino que estas mujeres y jóvenes emprendieron juntas hacia un objetivo común ejemplifica el enfoque de solidaridad sindical internacional que promovemos en ISCOD: acompañar procesos desde lo local, fortaleciendo capacidades y apoyando la autoorganización popular. Buscábamos conjuntamente defender sus derechos, vivir libres de violencia y construir condiciones de vida dignas. Lo hicieron desde sus propias voces, necesidades y esperanzas, articuladas a través de la organización comunitaria, el empoderamiento integral y el fortalecimiento de capacidades.
“Antes no sabíamos que teníamos derechos y ahora sabemos que sí tenemos, que podemos y debemos ejercerlos. También aprendimos a acompañar a otras mujeres que están como estábamos nosotras.”— Participante del proyecto
Voces que construyen poder desde abajo Esta historia no se narra desde los números, aunque impactan (más de mil personas directamente involucradas y casi seis mil beneficiarias indirectas), sino desde la fuerza de las voces que emergen desde el territorio. Los testimonios reflejan algo más que participación: expresan emancipación, agencia, sororidad y conciencia de derechos. La experiencia en Cuisnahuat y el trabajo desde la solidaridad y la cooperación sindical ejemplifica una forma de hacer que pone en el centro la dignidad y el poder de las personas para transformar su entorno, y su capacidad de actuar conjuntamente en el camino hacia la justicia social. Las historias de estas mujeres lideresas y juventudes que decidieron organizarse se convierten así en herramientas de incidencia, no solo de sensibilización. A través de 6 comités comunitarios, una red juvenil, y más de 20 mujeres formadas como lideresas, hoy el distrito cuenta con una base organizativa sólida, capaz de incidir en espacios locales y exigir derechos. También se elaboraron planes estratégicos, diagnósticos participativos y acciones de incidencia validadas por las propias comunidades. Esta urgencia por transformar una realidad marcada por las múltiples formas de violencia, las desigualdades y la falta de oportunidades es lo que impulsó a estas mujeres a organizarse y a apostar por el fortalecimiento organizativo a través de este proyecto. Además, se implementó el Mecanismo de la Ventana Ciudadana, con 20 mujeres capacitadas como defensoras de derechos humanos, que realizaron acciones de sensibilización, formaciones en prevención de la violencia y acompañamiento legal y psicosocial a mujeres víctimas.
“Muchas mujeres que vivían violencia no denunciaban por vergüenza y miedo. Al escucharnos y ver que no estaban solas, se atrevieron a alzar la voz.” — Mujer protagonista del proceso
Más allá de los números, una comunidad que se fortalece
- 1.181 personas participaron directamente en las actividades del proyecto.
- 5.905 personas fueron participantes indirectas, entre ellas familias, comunidades y estudiantes.
- Muchas mujeres, por primera vez, se reconocen como sujetas políticas, con capacidad para proponer y liderar.
Una chispa de cambio y de transformación social
“Ahora tenemos un lugar que nos pertenece, construido por nosotras y que sentimos como un espacio seguro.” — Integrante de la Casa de la Mujer y la Juventud
Este proyecto es una muestra viva de lo que significa nuestra consigna “Sindicalistas sin Fronteras ISCOD UGT”: actuar dentro y fuera de las fronteras para que los derechos humanos y laborales sean garantizados, no como concesión, sino como conquista colectiva. La transformación en Cuisnahuat no es solo local, es global, y nos interpela a seguir tejiendo redes, ahora más que nunca.
“Somos mujeres empoderadas y libres. Ojalá en un futuro próximo todas las mujeres podamos ser así. Porque cuando una mujer toma la palabra, muchas otras encuentran su voz.” — Participante del proyecto.
Se construye en el día a día, en cada proceso donde los derechos humanos y laborales se convierten en práctica, en poder colectivo. Tejiendo redes de esperanza es una experiencia feminista de cuidado, autoorganización y lucha por una vida digna, que nos reafirma: el cambio es posible cuando lo tejemos juntas.