Las compresas reutilizables ayudan a las niñas a continuar su educación en Sierra Leona  ...

Compatibilità
Salva(0)
Condividi

Cuando una niña comienza a menstruar, no solo atraviesa un cambio biológico. En muchos contextos, también enfrenta barreras que pueden poner en riesgo su continuidad educativa. En Sierra Leona, el acceso limitado a productos de higiene menstrual obliga a miles de niñas a quedarse en casa durante su menstruación, lo que les hace perder días clave en la escuela. 

Isatu, de 15 años, vive en el distrito de Port Loko. Cuando tuvo su primera menstruación, se sintió avergonzada y sin recursos: “Usaba una ‘lappa’ –un pañuelo de cintura tradicional– para no manchar el uniforme. Me sentía incómoda, a veces tenía infecciones y faltaba a clase. Incluso tuve que repetir curso por ello. Varias amigas abandonaron la escuela por lo mismo”, cuenta. 

Las consecuencias van más allá del ámbito escolar: la falta de productos adecuados agrava la exclusión y perpetúa el ciclo de pobreza, limitando las oportunidades de las niñas y mujeres a lo largo de sus vidas. 

Educación menstrual y productos sostenibles para transformar comunidades 

A través del proyecto Mi salud, mis derechos, Plan International ofrece formación sobre salud y derechos sexuales y reproductivos, abordando la menstruación como una parte fundamental del bienestar y la autonomía de las adolescentes. El proyecto también reparte compresas reutilizables, una alternativa sostenible y asequible para las familias con menos recursos. 

“En mi comunidad, hablar de la menstruación era un tabú. Ahora, gracias al proyecto, hay más conversaciones abiertas y la gente empieza a entenderlo mejor”, explica Isatu. “Las compresas reutilizables me hacen sentir limpia y segura. Ya no tengo tantas infecciones. Me siento más cómoda, más segura de mí misma y puedo ir a clase sin miedo ni vergüenza”. 

La distribución de productos higiénicos tiene un impacto directo en la asistencia escolar, la salud y la participación de las niñas. También abre la puerta a conversaciones familiares antes impensables. 

“Incluso mi abuela y mi padre hablan ahora conmigo de la menstruación. Puedo participar en actividades y no sentirme juzgada”, añade Isatu. 

El proyecto ya está generando cambios positivos en las comunidades donde se implementa, y muchas niñas como Isatu esperan que se amplíe para llegar a otras zonas del país. 

“Quiero que más niñas que no pueden permitirse compresas reciban apoyo. Es importante que se repartan con regularidad y que se eduque a todo el mundo sobre la menstruación, para acabar con el estigma. Las compresas ayudan a las niñas como yo a ir al colegio y sentirnos mejor con nosotras mismas”. 

Recapiti
Sadaya Delaossa