Estación de tren. Bienvenidos a Kinshasha | Institución Futuro

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Todos hemos pasado vergüenza cada vez que recibimos a un familiar, a un cliente, a un posible inversor y nos anuncia que llegará en tren

Seguramente lo leyeron en este mismo medio. Desde hace unos días, los servicios de la estación de Pamplona van a consistir en unas casetas exteriores (unas letrinas) por obras en los que existen dentro de la estación. La nota publicada indica que las obras durarán “hasta Sanfermines”, pero cualquiera de Pamplona sabe cómo se las gastan en cuanto a los plazos ADIF, el Gobierno de Navarra e incluso la Mancomunidad de Pamplona.

El tren de mercancías (perdón, de cercanías) que nos colocaron para ir a Zaragoza iba a ser sustituido en enero y seguimos, en vísperas de Sanfermines, yendo de pie a Zaragoza.

El AVE iba a llegar para 2030 y no sé ya si yo lo veré en Pamplona. Y a la Mancomunidad le costó un año decidir y colocar una triste marquesina (muy pobre, por cierto) para proteger a los viajeros que esperan a los taxis. Así que fíense ustedes de los plazos.

Todos hemos pasado vergüenza. y no ajena, sino propia, cada vez que recibimos a un familiar, a un cliente, a un posible inversor y nos anuncia que llegará en tren. La primera impresión es la que cuenta, ¡y qué impresión causa nuestra estación!

El vestíbulo es propio de una película de la posguerra. Los asientos son sin respaldo (no vayamos a tener al viajero/cliente cómodo) y las corrientes de aire en el eterno invierno pamplonés son propia de Siberia.

La cafetería es decadente y desde luego no invita a tomarse nada. Y ahora, aunque “temporalmente”, los baños están en el andén. Otro aspecto importante de una estación es su conectividad con la ciudad. La prueba de esta facilidad en Pamplona es la estampida que se produce cuando llega el tren para poder coger los escasos taxis que hay.

Los que nos lo sabemos estamos preparados desde Tafalla. El resto nos mira con curiosidad y luego, cuando espera a 3 grados la llegada de taxis con cuentagotas, entiende la razón. No sé si es culpa de la Mancomunidad, de ADIF o de Trump, pero hay un evidente problema (otro) en la estación que nos obliga a ir a recoger a nuestro cliente, amigo o familiar ante la perspectiva de que espere, desespere, y sobre todo para no pasar más vergüenza.

Así que como tenemos una estación de tren (que es la primera impresión de mucha gente sobre la ciudad) con todos estos elementos tercermundistas, sugiero que para ir modulando las expectativas del viajero que llega a Pamplona por primera vez, pongamos carteles de “Bienvenidos a Kinshasha”. No quedaremos tan mal.

Alvaro Bañón Irujo. Economista y miembro del Think Tank Institución Futuro.

Recapiti
Isabel Larrión