En el Diálogo AED celebrado recientemente en Sevilla, Daniel Lacalle, economista jefe de Tressis y doctor en Economía, ofreció una visión crítica sobre la economía española, el proteccionismo comercial y la política energética. Abogó por un mayor rigor estratégico y denunció los riesgos del intervencionismo y la falta de competitividad. El acto fue moderado por Manuel Parejo, director de la oficina Sevilla Open for Business del Ayuntamiento de Sevilla.
Lacalle alertó sobre el aumento de barreras comerciales, especialmente desde EE. UU., que penalizan a sus propias empresas frente a competidores como China, Turquía o Marruecos. “El problema del comercio global no es EE. UU., sino las brutales limitaciones de las que está exenta China”, afirmó. El economista añadió que, durante el mandato de Trump, se optó por negociar en lugar de sancionar, mientras que la UE ha incrementado su superávit a costa de EE. UU.
Sobre la economía española, Lacalle destacó el impulso del turismo y la recuperación inmobiliaria, pero señaló que “España sigue siendo más pobre que el estado más pobre de EE. UU. en PIB y renta per cápita”. A su vez, el experto económico criticó el efecto distorsionador de los estímulos europeos: “Con la tarjeta de crédito de otro, todos los restaurantes son baratos”, y denunció la baja productividad y los obstáculos al crecimiento. “Decir que crecemos más que la Eurozona es como decir que he suspendido menos que los peores de la clase”.
Lacalle también cuestionó la credibilidad de los datos de paro, debido al uso de contratos fijos discontinuos: “Cuando trabajas no estás en paro, y cuando no trabajas, tampoco”. Esta situación, explicó el economista, refleja que las empresas enfrentan graves dificultades para contratar en el país con mayor desempleo del mundo desarrollado.
En política energética, Lacalle denunció que se ha abandonado una estrategia basada en la abundancia, asequibilidad y autonomía. Criticó que solo se hayan aprobado 6 de los 67 gigavatios solicitados para conexión a red, lo que frena la inversión. “Las industrias españolas se han acostumbrado a que les corten el suministro cada dos por tres”, concluyó.